Una de las tareas que más tiempo puede ocupar a la hora de implementar nuestra estrategia es, sin lugar a dudas, la selección de los fondos de inversión que van a formar parte de nuestra cartera. Esta selección puede marcar de forma determinante la futura evolución de nuestro patrimonio y, sin lugar a dudas, debe venir condicionada por el nivel de riesgo que estemos dispuestos a asumir (creo que va quedando claro que el riesgo es el factor fundamental a gestionar en nuestras carteras, partiendo, obviamente, de la base de que buscamos rentabilizar nuestro patrimonio).
Pero, ¿qué criterios debemos tener en cuenta para realizar esta sección?
Parece obvio que lo lógico es analizar un universo de fondos lo suficientemente amplio como para poder optar a las mejores opciones que hay en el mercado. Para ello, tenemos dos posibilidades.
La primera sería
buscar los mejores fondos del mercado, independientemente de la entidad con la que trabajemos,
para luego seleccionar aquella o aquellas entidades que más fondos incluyan de nuestra selección. En este punto, va a resultar de gran ayuda webs como
Morningstar, que facilita una enorme cantidad de información sobre todos los fondos que pueden ser contratados en cualquier entidad española. La segunda opción sería
bucear entre las distintas opciones que nuestra entidad, o entidades, nos ofrece. En la medida que cuenten con una
arquitectura abierta de fondos, como en
el caso de alguna de
estas entidades (
entre otras), la selección que podremos hacer en este caso será más efectiva, dado que el radio de acción con el que contaremos será más amplio.
A partir de aquí, es necesario seleccionar una serie de criterios, tanto cuantitativos como cualitativos, que nos permitan reducir el número de fondos a analizar a un número razonable y manejable, con el fin de seleccionar entre 7 y 10 fondos de inversión (número óptimo de fondos para formar una cartera) que conformen nuestra cartera.
Dentro de los criterios cualitativos, el que más utilizo es el rating que otorga la ya citada Morningstar, de tal manera que desecho aquellos fondos que cuenten con un rating de tres estrellas o inferior. Otro criterio que suelo utilizar es invertir exclusivamente, en la parte de RF, en fondos denominados en euros y, a ser posible, en clase con divisa cubierta, ya que al constituir la parte “segura” de la cartera, prefiero evitar la volatilidad derivada del efecto divisa, entienda que es favorable o no.
Partiendo del listado resultante,
conviene utilizar una serie de ratios para reducir, aún más, el listado. Dos de los más interesantes son
Sharpe y el alfa del fondo, ya que suelen indicar la consistencia en la gestión de cada uno de los fondos. Dependiendo del enfoque que le queramos dar a nuestra inversión, y teniendo en cuenta la longevidad de cada fondo, podemos tomar estas variables en distintas referencias temporales; así, para inversiones estratégicas, conviene tomar como referencia los datos de, al menos, tres años, mientras que para aproximaciones más tácticas podremos fijarnos especialmente en el dato a un año. En todo caso, conviene recordar que
cuanto más alto sea cada uno de estos valores, mejor será la calidad de la gestión del fondo.
Una vez que hemos tomado la muestra final,
la selección de los fondos que conformarán nuestra cartera vendrá dada tanto por el “asset allocation” (fundamental en cualquier inversión,
ya tocado con anterioridad en este blog, y en el que ahondaremos en el próximo post)
como por el análisis de cada uno de los fondos correspondientes a las categorías seleccionadas… pero eso, como ya he indicado, merece un análisis aparte…