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La gran pregunta

Una vez que tenemos ordenado nuestro patrimonio, es el momento de hacernos la  gran pregunta: ¿Es correcta la estructura de inversión que tenemos, es la adecuada para mi edad y mi perfil de riesgo?

Existen varios factores que son fundamentales a la hora de tener claro cual puede ser nuestra estructura de inversión óptima.

En primer lugar, tenemos que ser plenamente conscientes de qué hitos nos vamos a encontrar en el camino, es decir, qué situaciones conocidas en este momento van a provocar un replanteamiento en nuestra situación patrimonial, al tener que disponer de una parte del mismo. Desde la compra de una vivienda al pago de la formación de nuestros hijos, todos deben ser tenidos en cuenta, ya que existe un buen número de productos en los que el plazo de la inversión es un elemento fundamental. Por ejemplo, si necesitásemos disponer del dinero en dos años, seria peligroso comprar un bono cuyo vencimiento tuviese lugar dentro de cinco. Por tanto, resulta fundamental que el dinero que destinemos a este tipo de necesidades ya previstas sea invertido en activos con un nivel de riesgo bajo (aunque podamos elevarlo cuanto más lejana en el tiempo se sitúe la necesidad) y en instrumentos que presenten un muy elevado nivel de liquidez o cuyo vencimiento se produzca antes de la fecha prevista de uso del mismo.

Uno de estos hitos, común a toda la población, que debe de considerarse de manera fundamental, es la jubilación. Personalmente, este el punto de referencia que utilizo como objetivo para determinar que niveles de riesgo pueden asumir las personas a la hora de realizar sus inversiones. Este evento supone una sustancial reducción en el nivel de ingresos, por lo que, si queremos mantener nuestro nivel de vida, debemos de afrontarlo con unos niveles de patrimonio lo suficientemente elevados como para poder vivir de la liquidación progresiva del mismo, de las rentas que este genere (si son suficientemente altas) o de una combinación de ambos factores. Por esto, el nivel de riesgo asumido cuando afrontamos esta situación debe situarse en el mínimo que hayamos determinado por nuestro perfil, ya que una caída de las bolsas en los años inmediatamente anteriores podría suponer una merma a la hora de afrontar esta situación.

Una segunda cuestión fundamental es el grado de diversificación que debemos aplicar en nuestras carteras. Personalmente, creo que, con independencia de la edad y el perfil de riesgo que tengamos, todas las carteras deben de contar con inversiones tanto en Renta Fija como en Renta Variable, ya que la diversificación en nuestras inversiones, factor fundamental en las mismas, nos proporcionara una considerable reducción del riesgo asumido en las mismas y un probable incremento en el rendimiento obtenido, todo sin que ello implique una superación del famoso 'umbral del insomnio'. La existencia de productos como los fondos de inversión mixtos o de gestión alternativa (con estrategias Long/Short o Market Neutral, que explicaremos más adelante) pueden ayudarnos a adecuar nuestras inversiones en Renta Variable a un perfil de riesgo bajo, pudiendo obtener rentabilidades más que aceptables. De todos modos, la asignación del tipo de activos que hagamos debe de tener un planteamiento dinámico. Evidentemente, no es lo mismo realizar inversiones con 30 que con 60 años, siendo recomendable ir reduciendo los niveles de riesgo asumidos a medida que vayamos acercándonos a la edad de jubilación, hito personal fundamental, como ya hemos comentado.

En todo caso, los niveles de Renta Variable (elemento de mayor riesgo en cuanto a inversiones financieras se refiere) que establezcamos como objetivo final para nuestras inversiones son muy personales, aunque pueden establecerse niveles de referencia. Así, un perfil conservador debería de mantener entre un 10 y un 20% de sus inversiones en estos activos, llegada la edad de jubilación; un perfil intermedio debería considerar una posición de entre un 35 y un 45%, mientras que para un perfil arriesgado lo ideal seria no superar un 60% del total de sus inversiones en activos de este tipo. Teniendo siempre en cuenta que estos porcentajes son orientativos y que deberían incrementarse cuanto más lejana se encuentre nuestra edad de jubilación (a modo de ejemplo, no seria descabellado plantearse tener un 60% de nuestras inversiones en Renta Variable teniendo un perfil conservador y una edad inferior a los 40 años), lo ideal es ir reduciendo progresivamente, cada tres o cuatro años, las inversiones en activos de riesgo que mantengamos hasta alcanzar, en torno a los 65 años, los porcentajes que hayamos establecido como objetivo.

Asimismo, es importante que, una o dos veces al año, comprobemos que las inversiones que hemos realizado estén situadas en los porcentajes que previamente hayamos determinado, corrigiendo aquellos desvíos que supongan más de un 5% del patrimonio invertido, de manera que podamos consolidar las ganancias 'extraordinarias' que consigamos en Renta Variable o aprovechar posibles caídas de las bolsas para volver a alcanzar los porcentajes de inversión establecidos previamente.

Una vez que tengamos claro cual es la filosofía que debemos aplicar en nuestras carteras, es momento de ponernos el traje y bucear en el conjunto de productos que existen en el mercado, si bien dejaremos esta actividad para las próximas semana…

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