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FERNANDO ESTEVE MORA

Acabo de terminar un magnífico libro, el de  David Frye,  Muros, la civilización a través de sus fronteras (traducción mala, edición incalificable por infecta de la editorial Turner). En él, tras explicar y justificar por razones de civilización la construcción de muros  fronterizos, en su epílogo, Frye se atreve a hablar de los modernos muros. Y, entre ellos, el que separa EE.UU. de Méjico.

Aprendo de él que fueron los demócratas (o sea Clinton y Obama) quienes, en sordina, fueron erigiendo ese "muro" al que denominaban valla.  "Natural", me digo,  a fin de cuentas detrás del Partido Demócrata, o sea, la "izquierda" política norteamericana siempre han estado los sindicatos que allí -naturalmente también- nunca han visto con excesivos buenos ojos la apertura del mercado de trabajo norteamericano a la emigración, pues, como en todo mercado, el incremento de la oferta acaba llevando a una caída en el "precio", o sea, los salarios, incluso en las ocupaciones relativamente alejadas de aquellas que  resultan directamente afectadas por la emigración.

Y, por lo mismo, me entero también que, en contra de esas vallas, muros y restricciones a la emigración en los EE.UU. siempre había estado el Partido Republicano, la "derecha" norteamericana, el partido más representativo de los intereses empresariales. "Natural", me digo, y es que a los empresarios les viene bien cualquier aumento de la oferta de trabajo, pues a menores salarios más beneficios.

Pero llegó Donald Trump, y -me entero- que aunque no formaba parte de su programa, tras una intervención en un "meeting" cuando  tras la euforia que desató la alusión a construir un "bonito" muro con Méjico entre los asistentes, gentes de las clases trabajadoras industriales malempleadas o directamente apaleadas tras las deslocalizaciones, convirtió ese asunto del muro con Méjico tan marginal hasta ese momento, en eje de su programa electoral. Me entero, también, que -ahora, en la campaña de Biden- han sido los demócratas, la izquierda, la que ha defendido el regular/suavizar la política emigratoria, frente a los republicanos y "trumpistas",  aunque ni mucho menos ello les haya llevado a propugnar el acabar con el famoso muro. Y me entero también de que los ecologistas, tras aceptar un cheque de cien millones  de dólares girado a su favor por  el empresario David Gelbaum  al Sierra Club (organización señera del movimiento ecologista en EE.UU.) cambiaron su posición, y de estar a favor del muro y de las restricciones a la emigración por razones ecológicas, ahora están en contra  de los muros y a favor de la emigración. 

¡Vaya! ¡Qué confuso parece serlo todo cuando uno olvida la Economía más elemental! Pero, afortunadamente, para recordármelo, ahí estaba para mí  una cadena televisiva de esas que ponen de modo incontinente películas españolas casposas de los años sesenta y setenta. Y, haciendo zapping, me tropecé con una en que uno de sus personajes, -una "señora"-,  le decía a otro, -otra "señora"-,  que "el servicio se ha puesto por las nubes". Como la famosa magdalena de Proust, esa frase me retrajo a la infancia y volví a oír a mi madre y sus amigas de la clase media, todas trabajadoras por cierto, quejándose de lo que habían de pagarles a las "chicas" del servicio doméstico ("¡Cómo está el servicio!" era la frase entonces habitual de referirse al asunto).

Y es que por entonces se estaba poniendo imposible para ellas el disfrutar de ese servicio,  como se lo podían sin embargo permitir las auténticas "señoras" -ninguna trabajadora- de la clase alta Eso, el incremento del precio de la mano de obra servil, empezó a pasar en nuestro país a finales de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo cuando el campo español se agotó demográficamente. No quedaba ya más "desempleo disfrazado" que pudiera irse a las grandes ciudades. El incremento en la demanda procedente de las nuevas clases medias que querían "imitar" a las clases altas junto con la caída en la oferta de "chicas de pueblo", se tradujo inevitablemente en un alza de los precios y condiciones laborales del servicio doméstico que volvió a poner las cosas y a las clases en "su lugar".

Y así, poco a poco, la clase media tuvo que acomodarse a vivir como tal, sin falsas pretensiones, sin dárselas de lo que no era...hasta que llegó la nueva emigración procedente de sudamérica y el Magreb. En los últimos 25 años han llegado a España enormes contingentes de emigrantes, incluyendo centenares de miles de "chicas para servir" que han permitido vivir de nuevo a la clase media "por encima de sus posibilidades". ¿Quién cuida a sus niños y a sus padres? ¿Quién limpia sus pisos y casas? ¿Quién corta el césped de los jardincitos de sus adosados?

Si yo fuese un marxista vulgar, y no un vulgar marxista errático (como se autodefine Yannis Varufakis), me saldría aplicar aquí, para la ocasión, un materialismo mecanicista, ése que sostiene que los intereses económicos (el cómo le vaya al bolsillo de las gentes)  determinan de una manera inmediata, tosca y directa la conciencia (su moral y sus ideas), que me llevaría de la mano a pensar que debajo de las proclamas "progresistas"  a favor de la libertad de emigración y de que "todo ser humano es legal" de tantos izquierdistas de salón bien puesto, se esconde el interés de que el salario por hora de sus "chicas del servicio" no suba. Más emigración, menos salario por hora del servicio. Así de simple. Por supuesto que aceptar  esto "queda feo" , muy feo. Es inaceptable. Es más presentable el defender la libertad de inmigración en términos morales y de "humanitarismo. Pero es lo que tiene el marxismo vulgar: que lo es, que no es nada "estético". Y califica esas pretensiones moralizantes como mera "falsa conciencia", o sea, engaño. ¿Explica sin embargo este marxismo vulgar la peculiar y ambigua actitud  del PSOE en su política frente a la emigración o ante la famosa valla de Melilla, nuestro particular "muro mejicano"? Y, también, ¿explica la decidida apuesta de Unidas Podemos en contra de esa valla? No sé.

Pero afortunadamente,  para evitar que caiga en las garras intelectuales de ese marxismo vulgar, ahí  están los de VOX (y los del PP, tan parecidos hoy son ya). Rancho aparte. A ellos no les va la lógica economicista del marxismo vulgar...ni ninguna otra lógica, por cierto. Como los del Brexit, nuestros derechistas son los más "idealistas" de todos, o sea, los tontos de la fiesta. Su ideal de pureza patriótica  genética  les lleva a defender  los muros frente a TODO lo que no sea español, de raza "blanca" y católico -o, como mínimo, cristiano-. Toleran algo a los emigrantes sudamericanos siempre que sean cristianos y tirando a blancos, pero ¡claro está! a la emigración "de color" y musulmana...¡ni agua!. O eso dicen. Tiran por  ello  contra sus propios intereses, que son obviamente el de pagar a sus empleados emigrantes,  menos...Pero, ¡claro!, esto es lo que sostienen hoy, fuera del poder. Y, para un marxista vulgar, está más que claro la política que harían si alguna vez lo alcanzaran.


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  1. #1
    10/12/21 20:05
    Como siempre, muy buen artículo Fernando. Al leerlo me ha venido a la cabeza una idea probablemente errónea y/o irrelevante: para qué dan el Nobel de economía si los "logros" de los laureados son ignorados por todo humano que se precie?
    Oí el discurso de aceptación de David Card hace unos días. En él recordaba su papel sobre los balseros cubanos donde se demostraba que el impacto de la inmigración cubana en Miami en aquellos años no redujo los salarios ni el empleo en absoluto. La capacidad de absorber los nuevos recursos humanos es un factor decisivo. El caso de Suecia en el tiempo también demuestra cómo la inmigración puede tener efectos distintos en la misma sociedad en distintos periodos de tiempo, pero bueno, ... la Suecia de hace 50 años era distinta a la de hace 10.
    El Nobel de literatura multiplica las ventas de autores antes poco conocidos. Los descubrimientos en medicina se difunden en los sistemas sanitarios antes de que se otorgue el Nobel de medicina. En economía... no pasa nada, ni antes ni después. Nada.