Como continuación de mi entrada anterior, en la que me refería a los siete pecados capitales de la economía, y en la misma línea mística, me parece oportuno hablar de las siete virtudes que el sistema tendría que trabajarse para su propia salvación y la nuestra. Cada uno se tome estas propuestas con la seriedad o con la sorna que quiera.
- Contra la soberbia, la humildad. Ni el mercado es perfecto, ni la intervención pública nos curará de todos los males. Acepten los gobiernos que son limitados y que necesitan de la coordinación mutua y de la colaboración de todos los agentes económicos.
- Contra la avaricia, la generosidad. La cual no tiene nada que ver con lanzar millones desde el helicóptero, sino de asegurarse de que todas las ayudas lleguen a sus destinatarios. Para ello es imprescindible que cada uno asuma su parte del ajuste en beneficio de todos.
- Contra la lujuria, la castidad. Nada que ver con la abstinencia, sino con el consumo responsable y con el sentido del ahorro. Cierto es que los gobiernos y las clases directivas no fomentan mucho estas buenas costumbres pero, al menos, deben predicar con el ejemplo.
- Contra la ira, la paciencia. Santa virtud que brilla por su ausencia entre las clases políticas, ansiosas de resultados inmediatos. El nuevo modelo económico necesita ser cocinado con mucho tiempo.
- Contra la gula, la templanza. Hay que poner freno a las conductas acaparadoras del pasado. No se trata de dejar de invertir sino de hacerlo con moderación y en actividades de alto valor nutritivo, perdón, añadido.
- Contra la envidia, la caridad. No me refiero a la bien entendida, sino a la perfectamente entendida, que no puede dejar a un lado los objetivos del Milenio. Los recursos son escasos y deben estar bien repartidos. Y si no lo entendemos desde el punto de vista ético, pensemos egoístamente: la única forma de evitar los grandes movimientos de población, el cambio climático y demás amenazas globales contra nuestro estilo de vida pasa por el diseño de un orden económico y político justo y multipolar.
- Por último, contra la pereza, la diligencia. Y no es que los españoles seamos vagos, el problema es que tenemos muy poca iniciativa, peor movilidad y no nos identificamos en absoluto con los objetivos de la empresa. Y esto no se soluciona con un helicóptero lanzando billetes de 500 euros.
No he apuntado nada nuevo, pero no está de más refrescar de vez en cuando los valores de base. No confundir con la moralina mitinera de algunos.
Saludos.
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