No me digan que no se parten de risa con la terminología que esgrimen nuestros políticos cuando hablan de medidas contra la crisis. La misma palabra receta ya nos incita a pensar que tenemos un problema de salud, cuando aquí el mal es de dinero. Y este suele tener remedios caseros y eficaces para salir del paso, cosa que no ocurre ni con la salud ni con el amor.
El caso es que el verano pasado nos encontramos con los primeros problemas de liquidez bancaria y aparecieron los bancos centrales, como practicantes, con sus inyecciones. Nada como un buen calmante para aguantar el dolor agudo. Pero claro, los síntomas empezaron a parecer preocupantes y no bastaba con el analgésico.
Entonces se empezó a trabajar en un diagnóstico y a discutir sobre si la enfermedad era un catarro, una pulmonía o, válgame Dios, un tumor. Ante el catarrillo, dijo Solbes, la clásica aspirina. Bueno, no tan clásica como keynesiana porque el tratamiento consistía en estimular la demanda interna, que ya empezaba a decaer, con ayudas en metálico a las familias y devoluciones fiscales en cuota de 400 euros. Pero los del ladrillo decían que esto había degenerado en una pulmonía y que hacían falta administrar contundentes antibióticos. A lo cual nuestro amigo Solbes argumentaba -y desde este blog no le he quitado la razón- que ni hablar, que cuando hicieran falta de verdad dejarían de funcionar. Así que dejemos hacer al propio organismo, que se autorregula muy bien. Y claro, los más extremistas decían que, en realidad, los síntomas ocultaban un tumor maligno. Entre ellos, algunos con intereses oscuros de diversa índole que exigían morfina para, al menos, calmar a los acreedores crediticios, la parte que más duele. A lo que el doctor Trichet, muy eficaz aunque más insensible que House, responde que el tumor -que se llama exceso de masa monetaria- debe ser extirpado.
Lo último en medicina económica es la tirita. Al menos eso le parece a Cristóbal Montoro cuando dice que la supresión del impuesto de patrimonio y la devolución rápida del IVA son parches. Admitiendo que esta última no deja de ser un recurso a la ilusión monetaria -de todos modos eficaz para la retención de líquidos que sufren los transportistas y la mayoría de los empresarios- lo de suprimir aquél no deja de ser una reclamación clásica del PP que, aunque beneficie a los más ricos, no olvidemos que estos son buenos pagadores de IVA y otros tributos indirectos. Y no está la caja muy sobrada para prescindir de ellos.
Tampoco puede pretender el ex-ministro que el Gobierno se dedique a transmitir mensajes de pánico ante la enfermedad. Ya sabemos que esto es más que una desaceleración: no sólo crecemos menos sino que el metabolismo de este cuerpazo que creíamos tener ha cambiado su funcionamiento. Ya no tragaremos todo lo que nos echen. Hay que apretarse el cinturón, ponerse a rigurosa dieta continental -la mediterránea de ladrillo y playa casi nos mata- y en dos años otra vez luciendo el 3%. Como hermosas vacas tudancas.
De nuevo vuelvo a animar a todos a tomarnos la crisis como oportunidad para eliminar impurezas. Es mejor tener una economía sana que pasarnos la vida en la farmacia.