Ahora todas las miradas están centradas en la toma de posesión de Obama, que tendrá lugar el próximo día 20. El presidente electo se ha mostrado preocupado por el tono que está tomando la crisis económica en su país -11 millones de parados, que equivalen al 7,2% de su población activa- y todo el mundo está a la expectativa de medidas drásticas adicionales. Sigo la entrevista a nuestro héroe a través del dominical de El País, así como sendos artículos de Krugman y Stiglitz, como siempre de recomendable lectura. Sin embargo, esta vez ambos Nobel me resultan un pelín triunfalistas, en el sentido de que se revuelcan gozosos en su filo-keynesianismo, precisamente cuando Obama se propone manejar la economía libre de ideologías. Y me temo que el resto de nuestros líderes está esperando una coartada para redoblar los ceros de la chequera y justificar nuevas intervenciones en la economía real.
Pues bien, si me permitís la osadía, creo que tanto Obama como nuestros Sarkozy, Merkel, Brown y Zapatero sobreactúan. La pelota de la crisis ya hace tiempo que saltó de la Macro a la Microeconomía, es decir, de los grandes números y de las bolas de cristal al apasionante mundo de las decisiones particulares de consumidores, ahorradores, inversores y empresarios. Dicen que si los gobiernos no corren a salvar la economía desde arriba puede ser mucho peor. De nuevo mi atrevimiento a dudar de semejante afirmación. Si las cosas van a peor de todos modos, ¿será por culpa de o a pesar de la intervención? Aún peor, ¿y si Obama y su cheque del billón de dólares resultan ser sólo un placebo para ganarse la confianza del sistema? De acuerdo: se trata de salir del círculo vicioso, luego ya veremos. Pero la enfermedad, el problema de fondo, seguirá ahí.
No quiero con estas palabras desmerecer al chico nuevo. Obama sigue siendo necesario con independencia de su capacidad para encarar la crisis económica. Pero no olvidemos que él no va a generar los millones de empleos que hacen falta: lo hará la economía real, los consumidores, los empresarios, los emprendedores y, en definitiva, los que toman las decisiones día a día con su propio tiempo y su propio bolsillo. Osea, los mendas. Y sí, en efecto, yo creo que vamos a poder con ello.