La Contabilidad Nacional se ocupa de calcular el valor de la producción de un país. Este cálculo se puede realizar de tres formas:
- Sumando el valor añadido obtenido en cada fase de la cadena productiva,
- Sumando la remuneración obtenida por cada factor productivo (salarios, rentabilidad del capital, alquileres),
- Sumando la demanda de los agentes económicos (consumidores, empresas, sector público y sector exterior).
De acuerdo con este último enfoque obtenemos los cuatro posibles motores de una economía:
- El consumo interno, que se ve afectado, como sabemos, por la capacidad adquisitiva de las familias y de los hogares. Los bajos salarios y el encarecimiento de los créditos no lo van a poner fácil.
- La inversión de las empresas, que se ve afectada por los tipos de interés. Algunos economistas distinguen entre la inversión productiva (industria tradicional y técnológica) y la del sector de la construcción. Ya sabemos que este último se enfrenta a un período de crisis y será necesario potenciar la primera.
- El gasto público también puede ser motor de demanda y crecimiento, aunque también puede generar inflación. En los próximos años, el gasto en infraestructuras y vivienda pública puede compensar, en parte, la crisis en la inversión privada.
- Por último, el sector exterior podría funcionar como alternativa de crecimiento económico, si bien en España importamos más de lo que exportamos y ello nos resta puntos. El encarecimiento del euro tampoco nos lo pone fácil.
En definitiva, la receta para afrontar la incertidumbre económica y posible ciclo de vacas flacas pasa por la inversión productiva (por ejemplo, en I+D y sectores de alta productividad) y por un gasto público eficiente. Es la única manera de reconducir una economía que hasta ahora se ha apoyado demasiado en el consumo interno y en la construcción residencial.