Por lo menos eso opinan Zapatero (lo de ZP ya queda para la memoria histórica) y mi paisano el banquero. Y está comprobado por teorías con rango de premio Nóbel que la formación interesada de expectativas negativas en el vulgo y en los inversores no trae nada bueno. Y en estos tiempos que corren, con la tasa de ahorro del vulgo por los suelos y el olfato financiero de los inversores en desconcierto, nos exponemos a provocar pánicos innecesarios.
Está bien la prudencia, tal y como lo cuentan algunos medios prudentes: Hoy inversión, Cinco Días o El Mundo (de una moderación muy respetable en los últimos tiempos). Pero no se puede decir lo mismo en otros casos: El Economista avisa para no ser traidor y El País traiciona directamente, sin previo aviso, aguando la fiesta al gobierno y mudándose definitivamente al lado oscuro de la comunicación.
Ya ven, me divierte comparar titulares. Son la máxima expresión de lo afilada que puede ir la palabra escrita. Y en economía, la palabra no sólo hiere a los intereses políticos: los daños colaterales en los bolsillos pueden ser mucho más graves.