En pocas semanas volveremos a estar metidos en una campaña electoral y me temo que algunos vamos a sentir un dejavú. Hace cuatro años, el Partido Popular y el Partido Regionalista de nuestro mediático Miguel Ángel Revilla andaban discutiendo apasionadamente sobre la llegada del AVE a Cantabria. Unas semanas antes de comenzar la campaña, Pepiño Blanco había dejado muy claro que la alternativa elegida por Revilla y sus socios del propio PSOE no iba a ser posible teniendo en cuenta la situación económica. Y a partir de ahí, los cántabros empezamos a soportar la misma cantinela que estamos escuchando hoy a cuenta del informe de FEDEA sobre la rentabilidad de las líneas de AVE que funcionan en la Península.
Posiblemente, la decisión que tomó el Gobierno de Zapatero hace cuatro años fue estrictamente política. Con justificación técnica o sin ella, no hubo voluntad para continuar alimentando la expectativa de que la infraestructura llegara a Santander (al menos desde la Meseta). Y la verdad es que muchos montañeses tampoco teníamos clara la oportunidad de la cosa, fuera por motivos medioambientales (por aquí somos bastante verdes) o porque no se entendía la necesidad de matar moscas a cañonazos. Afortunadamente, el Partido Popular, hoy gobernando en Madrid y en Cantabria, ha sido sensato y se ha puesto las pilas con la vía convencional, una infraestructura del siglo XIX que llevaba pidiendo a gritos unas cuantas reparaciones. Alguna cosa hay que reconocerle a los populares, que no se diga.
El caso es que el informe de FEDEA ha levantado muchas ampollas entre los líderes nacionales y ha dejado en evidencia el nivel en el que va a continuar la política local. Cómo no va ser rentable el AVE. Todos los ciudadanos tienen derecho al AVE. Si el tren llega a la puerta de tu casa, a la mía también (por algo pagamos los mismos impuestos). El AVE crea empleo, riqueza, prestigio, cohesión social… Es la poesía de los políticos frente a la prosa aguafiestas de los economistas.
A muchos nos ha extrañado que Ciudadanos se haya enfangado en las conclusiones de este informe cuando podían haber optado por realizar otros intercambios para financiar su política de I+D. ¿No hay otras partidas de donde recortar 1.000 millones anuales? Seguro que sí. Y sin embargo, esa autenticidad es la que algunos andamos pidiendo a los gobiernos. En efecto, Economía y Política representan las dos caras de cualquier moneda nacional: si la Economía representa el diagnóstico pre-ideológico, el planteamiento del problema, la Política consiste en ofrecer soluciones de acuerdo con unas prioridades y unos valores. Esta cara ideológica puede ser variable, pero la cara económica debería ser fija. No, no se puede discutir la realidad porque no nos guste lo que vemos o no sabemos poner remedio desde nuestro programa.
Hay quien dice, especialmente entre las formaciones que se autodefinen de izquierda, que la Política debe llegar más lejos que la Economía, como si el verbo poder fuera sinónimo que querer. Y lo que ha ocurrido toda la vida es que los que han pagado la factura de esas voluntades políticas han sido las generaciones posteriores. Sí, podemos seguir adelante con el AVE y con la política de infraestructuras que nos apetezca. Claro que Podemos. Total, ya lo pagarán los que vengan detrás.
Esta prevalencia de la Política frente a la racionalidad económica no se reivindica sólo cuando se trata de endeudarnos. Al hilo de los debates que se han abierto en torno al contrato único, hay quien dice que, bueno, en realidad, lo cierto es que… igual la dualidad del mercado laboral no es tan problemática. Al fin y al cabo, vivimos de la hostelería y la construcción, ¿no? Y total, siempre podemos luchar contra el fraude con inspecciones… No nos gustan las soluciones que nos proponen y, como no tenemos alternativa seria, entonces negamos el diagnóstico de partida. Contra los datos empíricos, argumentos políticos y titulares mediáticos.
Desde mi punto de vista, no es necesario compartir las mismas soluciones para cada problema que se plantea en la sociedad. Defiendo que las ideologías son necesarias. Pero si un informe concluye, con datos y metodología, que una infraestructura no es rentable, no tiene sentido negar la mayor. A partir de ahí, expliquemos a los españoles que, de todas formas, la inversión continúa, así como sus consecuencias: endeudamiento, costes de oportunidad, escalada de reivindicaciones locales. Y a ver quién se atreve a negar que el AVE llegue a Santander (parando en Reinosa y en Torrelavega).
He dicho. Buena semana. S2.