Va floreciendo de manera camuflada, la ardua lucha que están llevando a cabo las entidades de crédito, con vestuario oculto, luchan por la supervivencia.
Los datos de los aumentos de los precios de las cosas, no son reales, el IPC armonizado marca una senda, que no es paralela a los precios reales de las cosas.
El desempleo nos está llevando por el camino de la amargura, los datos son desoladores, al igual que las pensiones, que ante tan abrupto recorte de ingresos, se tambalea como una marioneta en el patio de colegio.
El PIB, que marca el crecimiento la economía, an son de los cangrejos, decrecer es malo, pero menos bueno es el efecto arrastre que la senda marca.
Los concursos de acreedores, son más numerosos que los concursos de obra pública del gobierno. Las empresas están tras bastidores reorganizándose, con el capital circulante en mínimos y con unas ventas que marcan los mínimos de su historia.
Los mandatarios y oposición jugando a tirarse bolas de nieve, al son de la inclemencia del tiempo, ¿no tienen nada mejor que hacer?, no saben o no quieren. En ambos casos mejor sería que no hicieran nada y que el dinero, que nos ahorramos de ellos los gastemos en un país anárquico, y neoliberalista.
¿financiación autonómica?, ya está bien de juegos nacionalistas, cuando el verdadero problema está en la calle mayor, dejémonos de tonterías, y apliquemos el dicho de tanto tienes tanto gastas. Utilicemos las fuerzas en enderezar la economía, que se cae por los cuatro costados(PIB, IPC, desempleo y flujo monetario).
Los impuestos, que si suben que si bajan, con globos sonda, canción oficial del puño y la rosa, pero el problema de la depresión, y no me refiero al hombre cabizbajo, está a la vuelta de la esquina. Cuando se inicia es como un huracán que arrastra a todo el que pille a su paso. Igual pillamos al gobierno haciendo un muñeco de nieve y con los fotógrafos a sus pies.
Siempre es malo el que hace el circo, para tener a la población despistada, pero peor es la comidilla de medios que siguen la representación. Somos un país de soplagaitas que al final acabamos todos ya no solo en el circo, sino haciendo la representación de los payasos.