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Pensamientos en tiempos de Pan de mia

Existen muchos tipos de pan, y una amiga me dio hace un año una clase magistral de más de una hora sobre los diferentes tipos de pan que existen, como se preparan sus masas y los mismos panes. Obviamente su explicación no me importaba en absoluto pero ella parecía feliz hablando del tema, así que ¿porqué no dejar que se explayase?, ambos ganamos, ella disfruta contando sus quehaceres en el trabajo y yo gané algo más de una hora para estar con mis pensamientos (por supuesto mucho más elevados que sus panes y sus peces). Un win-win de libro.


Quiero dejar claras algunas cosas, esté artículo lo he escrito por puro aburrimiento mental durante la pandemia y gozo de un humor absurdo que a mis amigos les gusta, así como de un humor negro, tétrico y en ocasiones (habitualmente) ofensivo para la gente que no pasa mucho tiempo conmigo, por lo que quiero que esto quede transparente, sin atisbo a duda, todas las personas, humanas a poder ser, que se ofendan al hablar de muerte, enfermedad o de cómo despellejar un cachorro humano para hacerse un monedero vintage, es mejor que pasen de éste escrito y dediquen su tiempo a otros menesteres. También hay multitud de cosas que están “mal” escritas, pero lo están así por una buena razón, el problema es que mis razones son solamente mías, así que eso.


Vamos a ello, durante el mes de marzo ocurrió algo que jamás creí que pasaría en un país miembro de la OCDE, la restricción total de uno de los derechos más fundamentales, la libertad de movimiento. Los gobiernos, en nuestro caso el Gobierno central de España, decidieron robarnos ese derecho y establecer un arresto domiciliario indiscriminado en toda la población, para muchas personas fue un momento duro, para muchas familias fue peor. La gente con pisos interiores querían pisos exteriores, los que viven en pisos exteriores quieren tener balcón, mientras que los que tienen balcón quieren tener una terraza. De este modo aquellas familias con terraza quieren tener un jardín y estos últimos seres desean tener un terreno. Entre una cosa y otra nadie está a gusto con su casa, y eso que cada uno se compra la casa que quiere (reconozco que otros muchos se compran la casa que pueden). No es lo mismo vivir cuatro miembros en 50 metros cuadrados, que con suerte tras tres meses siguen sin matarse, que en 500 con un terreno de 3.000 metros cuadrados, que estos últimos podrían hasta conducir por su parcela y divertirse durante la pandemia.


El día que el Gobierno de España decretó secuestrar nuestras libertades civiles yo estaba en mi casa (bastante grande) con fiebre, tras hacerle el test en mayo he descubierto que era una gripe, porque no he pasado el coronavirus, así que una pena. El caso es que debido a mí trabajo y a que los autónomos no enfermamos, en circunstancias normales mi oficina es mi casa y viceversa, por lo que si me pongo a pensar en que es, trabajo desde casa y que es “presencial” el ratio sería 90% con un portátil e internet y un 10% presencial. Por lo tanto no he tenido grandes problemas de pérdida de trabajo durante la pandemia, pero por otro lado no tenía ninguna excusa (más lejos que tirar la basura, hacer la compra o pasear a mi tortuga) para salir a la calle, aunque reconozco que solía arrancar mis coches y darme un “paseo” por el jardín, total, mientras no saliese de mi propiedad todo era legal. Sin embargo como economista e inversor soy consciente de la complicada situación económica que se nos viene encima, muchas personas y no es casualidad que sean de los estratos sociales menos pudientes, no podían permitirse el quedarse en casa para “teletrabajar” del mismo modo que policías, médicos, enfermeros… y todos los que se han clasificado como “esenciales” tenían que salir día a día a jugarse su salud y la de sus poblaciones de riesgo familiares por luchar para comer un día más o para luchar por salir de esta coyuntura. Todos ellos merecerían un reconocimiento (no en forma de aplauso) por su labor, así como empezar a replantearnos el modelo de sociedad que quereros. Pero esto requiere entrar en un debate mucho más profundo, y no quiero que este artículo sea algo serio, son simples pensamientos que quiero soltar, lo serio lo dejamos para otros próximos artículos que merezcan la pena leerse.


El caso es que nos confinaron y eso supuso una reorganización en todas las familias, ahora pasaríamos las 24 horas del día encerrados en una celda que nosotros mismos nos habíamos comprado, y en muchos casos ni siquiera en propiedad ya que sigue siendo del banco. La cosa es que tenemos que ocupar el tiempo como sea y la pandemia nos dio la oportunidad de cambiar, crecer como personas y comer mucho pan de mía. Personalmente ocupaba tres horas al día haciendo deporte, lo que supuso un enorme cambio físico en mí. Además dedicaba al menos otras tres horas a la lectura, actividad que me ha llevado a menguar de forma dramática mi anti-biblioteca, el resto del tiempo lo ocupaba cocinando, tomando el sol o simplemente pensando. Dejándome llevar por los placeres de la filosofía, y de vez en cuando divagando por lares insospechados, ya sea en soledad o en compañía (Skype…) me he permitido el lujo de alcanzar planos de la existencia más elevados. Hace poco he caído que no he dedicado a la TV (y por supuesto no a la TV generalista, solo plataformas de pago) más de 6 horas a la semana durante la cuarentena.


Pensar en cosas tan diversas ayuda a plantearse cuanto entendemos del mundo y cuál es nuestro enfoque a los aspectos vitales, la vida, la muerte (tema muy interesante que pone a la gente triste debido a un enfoque erróneo); el lupus (nunca es lupus); que lleva a las personas a actuar de forma racional o de forma irracional, cómo enfocamos las noticias malas, ¿y las buenas?; qué hacemos cuando algo no nos gusta… multitud de pensamientos diferentes, que cuando superas los niveles de pensamiento más superficiales, te das cuenta de lo complejos que son en sí mismos.


Suena que soy un pirado, y se podría decir que existe cierto consenso en que sí, lo soy. Eso es lo divertido, podréis encontrar artículos buenos, tesis de inversión que merecen la pena leer, escritos por mí, pero también podéis encontrar artículos profundamente ofensivos, es un equilibrio complicado y ayuda a separar las temáticas, cuanto más loco sea el escrito menos en serio se debe tomar.


Tengo una amiga que dice que no sabe por dónde pillarme, cuál es mi línea de pensamiento real, eso es lo divertido, puedo decir cosas profundamente ofensivas e insultantes pero realmente no las pienso, o decir cosas serías y profundos (que puede que piense o no). Por eso lo he dicho al principio, no me toméis en serio en este artículo, son simples pensamientos que han trastornado mi mente durante un encierro.


Por ejemplo, uno de mis mejores amigos, una persona en la que confío al 100% siempre me dice que la culpa de ofenderse es del ofendido, porque si él me insulta, yo tengo el poder de dejar que eso me ofenda o me dé igual. Al ignorar su insulto no le dejo el poder de ofenderme, pero él sería feliz diciéndolo. Este amigo es psicólogo, actor y filósofo; tres actividades que te trastornan la mente, potencian tus excentricidades y te hace practicar el desapego a la vida.


Es precisamente la práctica del desapego la que nos permite alcanzar planos de la existencia más elevados, zonas de nuestra mente más profundas y tocar puntos de la realidad que de otra manera no lo haríamos. Por supuesto no hablo de entregar todos tus bienes y riquezas a la secta de turno que te presentan en la boca del metro (esto, Bart, es un pirado) yo amo mucho a mis coches, mi casa, mi gym personal y a todos y cada uno de mis euros por igual. Hablo de forma metafísica, cuando empieza a darnos igual lo que la gente dice, lo que los políticos dicen (que por cierto todos los políticos son dictadores en potencia); lo que la vida nos echa encima y empezamos a modificar nuestro enfoque hacia las vicisitudes de la vida desde un punto de vista racionalista somos capaces de elevarnos a nosotros mismos y tomar decisiones mejores a largo plazo. Por poner un ejemplo de lo más simplificado, las chips están ricas (primer nivel de pensamiento) pero engordan (segundo nivel de pensamiento) y si profundizamos más las chips te pueden matar (tercer nivel); que no por ello es algo malo, muere gente todos los días y el mundo sigue, mismamente a mi o amigos míos se nos han muerto personas cercanas durante este año, es algo triste, especialmente para los que siguen vivos, porque para el difunto supongo que es irrelevante ya que no es consciente de que esta muerto y lo que le espera es el eterno vacio de la existencia. De hecho, ver morir a personas humanas y mascotas (animales en ocasiones) me ha dejado claro que después de la vida hay nada, el eterno vacio del cosmos, la vida y la muerte son estados, como el sólido frente al líquido, o mejor aún, el líquido frente al gas.


La vida es evolución constante y somos nosotros los que decidimos hasta donde queremos llegar, podemos ponernos excusas, divagar sobre las oportunidades tenidas o que otros tienen, pero lo que está claro es que cada uno se forja su destino y cada uno es quien decide qué hace y cuándo. Querer culpar a otros o a “factores exógenos” es querer poner excusas y no asumir las responsabilidades propias, es nuestra labor mirar más allá de lo obvio y profundizar en qué podemos hacer para crecer como personas. Durante el confinamiento aprendí las bondades de la soledad, la paz y el silencio, aprendí que existen modelos de negocio que se pueden llevar de formas no sospechadas, por ejemplo, uno de mis negocios tenía una oficina, pero hemos descubierto que gracias al teletrabajo no necesitamos ocupar una oficina, que cada cual trabaje desde la comodidad de su casa (con la consiguiente ventaja de poder trabajar desnudo) y la oficina está mejor alquilada generando un flujo estable de ingresos adicionales para mi bolsillo.


No pretendo alargar esta locura de escrito, no lleva a ningún lado realmente, pero tampoco quiero que nadie se ofenda, ya he dicho al principio que este artículo está escrito para plasmar las locuras de una mente perturbada durante el confinamiento, nada más.

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