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Contra la nueva Gran Depresión, Global Green New Deal (Primera parte)

John Steinbeck es mi escritor favorito porque en su forma de escribir había algo más que inventarse una buena historia y contarla bien y en forma muy humana. Es que trataba a sus protagonistas con el cariño propio de un familiar próximo; uno puede imaginárselo disfrutando de cada línea que redactaba, sintiendo y sufriendo con las peripecias de sus criaturas. En Las uvas de la ira describe el sufrimiento de las familias que lo perdieron todo en la Gran Depresión de 1929. De aquellos que, tras quedarse sin hogar, se lanzaron a la carretera con sus hijos a buscar un medio de subsistencia. Te hace sentir las penurias de todas aquellas víctimas de la debacle económica de aquellos años y de la codicia de los terratenientes que les explotaban en condiciones infrahumanas.

No sé si vamos a llegar a ver situaciones tan dolorosas como las de aquellos años, pero mucho me temo que vamos camino de ello. De hecho, creo que cada vez se ve más gente durmiendo en la calle o en el coche, más personas pidiendo o acudiendo a Cáritasy otros centros de asistencia.

Mientras algunos, sobre todo desde entidades o instituciones interesadas y culpables, dicen que no se llegará a una destrucción económica y social como la de aquella época gracias a los medios y los conocimientos a nuestro alcance, muchos analistas piensan que las medidas que se están adoptando para atajar la crisis no atacan el núcleo del problema y suponen algo así como intentar secar el mar con un caldero. Ya hay innumerables artículos en prensa y blogs que denuncian los errores de las políticas que se están adoptando, que suponen repetir errores ya cometidos, sobre todo en Japón (véase, por citar sólo uno, este artículo en El País sobre las vergüenzas de la banca y el apoyo gubernamental que reciben). Incluso algunas voces de la propia patronal bancaria a ven que se está yendo demasiado lejos y piden que se deje caer a las entidades insolventes (refiriéndose a las Cajas de ahorro, claro, eternas rivales de la banca; habrá que ver qué dicen cuando empiecen a caer bancos).

Nos estamos acostumbrando a planes y más planes de rescate de bancos y empresas de todo tipo, cada uno de ellos por importe de muchos miles de millones de euros. A planes globales por decenas y centenares de miles de millones para hacer fluir el dinero y el crédito al mercado, pero vemos que siguen sin llegar a las pequeñas empresas y a la gente. Es un dinero que se va al sumidero de la economía financiera fantasma y que se está hurtando a otros fines sociales y a promover la actividad en la economía real y con futuro; y, sobre todo, a las familias.

No sólo no se ve la racionalidad y futuro a la política que están siguiendo todos los gobiernos. Es que además está basada en una perversión intolerable: con el dinero de todos se está intentando salvar a los estafadores, tramposos y especuladores que con su codicia desmedida han causado el desastre y que incluso después de recibir esas inmerecidas ayudas todavía se apropian de ellas con la mayor desvergüenza. Nuestros gobernantes están tolerando que esta gente se quede con sus beneficios pasados, pero nos están conduciendo a que entre todos tengamos que pagar las consecuencias de su avaricia. Todos los planes de rescate aprobados y que se aprobarán responden a una falta de ética intolerable.

Y por si fuera poco, la crisis económica no viene sola, sino que se suma a la crisis ecológica.

El cambio climático causa fenómenos climáticos extremos, las sequías y las inundaciones se siguen con una virulencia y frecuencia nunca conocidas; lo mismo cabe decir de los huracanes, olas de calor o de frío... La desertización provocada por estos fenómenos y por la deforestación practicada para explotar sin medida los recursos naturales locales extiende sus efectos a zonas cada vez mayores del Sur global, lo que tendrá sus consecuencias dramáticas en hambre, enfermedades, pobreza y muerte; y también en migraciones económicas, que tanto asustan a políticos y a las personas más vulnerables de los países de acogida.

El explotación de recursos naturales a un ritmo superior al de su renovación natural dará lugar a que las generaciones próximas no puedan disfrutar de muchas cosas que nosotros tenemos hoy. Por primera vez en siglos, nuestros hijos o nietos van a tener a su disposición menos recursos que nosotros. No sólo se ha llegado, o se está a punto, al pico del petróleo; lo mismo ocurre con otros muchos recursos minerales o biológicos.


Central geotérmicaLa pérdida de biodiversidad que sigue a la eliminación de los espacios naturales por la invasión del hombre tiene unos efectos negativos que no es fácil advertir a primera vista, pero que pueden alcanzar unos costes enormes, que en el plano económico se ha llegado a valorar en un 5% del PIB anual. Además de la tragedia que supone por sí misma la extinción de cualquier forma de vida, se están perdiendo muchas fuentes de medicamentos, alimentos, etcétera que podrían tener un valor incalculable. Por otro lado, la pérdida de una especie animal o vegetal o la alteración del medio hídrico o climático en una zona determinada puede suponer la ruptura de un equilibrio ecológico que desencadene plagas con un coste económico elevadísimo: plagas de topillos que arrasan cosechas; plagas de escarabajos, hongos, etc. que destruyen bosques o plantaciones; proliferación de jabalíes o cérvidos por falta de depredadores que acaban con frutales e impiden el crecimiento de nuevos arboles o que arrasan huertos. La desaparición de las abejas en algunas zonas ha tenido como consecuencia que la polinización de árboles frutales que antes realizaban estos insectos ahora deba efectuarse a mano, con un coste enorme.

Y si entramos en el coste social de la contaminación atmosférica, de los acuíferos y suelos por la actividad industrial, el transporte y el gasto energético de las viviendas, sería para no acabar nunca: enfermedades respiratorias, alergias antes desconocidas, cáncer, problemas metabólicos... Terrenos que ya no se pueden cultivar, aguas que ya no sirven para beber, regar huertos o bañarse; pastizales que no pueden aprovecharse porque no se puede comercializar la leche de las vacas que se hayan criado en la zona.

Volviendo a Las uvas de la ira, hay un capítulo, el más breve del libro, que constituye todo un tratado de Filosofía de la Historia. En dos páginas constata cómo la Historia de la Humanidad ha ido avanzando no de forma continua, con un progreso gradual y seguido, sino a grandes saltos; y que cada uno de esos saltos ha estado marcado por grandes cataclismos sociales, crisis transcendentales que implicaron un gran sufrimiento humano, pérdida de vidas, hambre, destrucción, guerras... A partir de esas crisis se producen unos cambios sociales tan relevantes que sientan las bases para nuevas etapas históricas.

Es muy probable que nos encontremos en una de esas situaciones: una crisis económica global de grandes dimensiones unida a una crisis ecológica y un cambio climático que amenazan numerosas formas de vida, sumados al agotamiento de recursos naturales, todo lo cual conduce al incremento de la pobreza.

Pues bien, debemos hacer todo lo necesario para que las crisis económica y ecológica actuales puedan concluir con un cambio esencial en la forma en que se desenvuelve la economía mundial (esperemos que en esta ocasión sin guerras ni muertos). Hay que sentar las bases de una economía ética: ética con los pobres, con el Sur global; ética con nuestros descendientes; ética con el resto de seres vivos que habitan el planeta; ética y, por lo tanto, responsable, con nosotros mismos.

No es viable una sociedad en que el primer objetivo de todos, y el máximo valor a defender por el ordenamiento político y económico, incluso a veces el jurídico, sea el enriquecimiento individual por encima de cualquier otra consideración, incluso cuando el enriquecimiento de unos implica mantener en la miseria a la mayoría de la población mundial y destruir recursos y vida que nuestros hijos no podrán conocer. Es preciso combatir las dos crisis conjuntamente, sin permitir que la lucha contra una relegue la segunda, lo que podría tener unas consecuencias catastróficas en un medio plazo.

Ahora se acaba de lanzar una propuesta base. Es el Global Green New Deal, un New Deal global y verde, que ha propuesto el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas, con una serie de propuestas que habrá que completar con otras medidas, a las que luego me referiré, para que la solución sea completa.

Pero esto queda ya para la segunda entrega.






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