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[Opinión] El viaje del BME Growth: de "estrella emergente" a mercado estrellado

 Quiero empezar dejando algo muy claro: este texto es una reflexión estrictamente personal, una opinión que necesito compartir sobre un tema que no deja de darme vueltas en la cabeza: el viaje de tantas empresas del BME Growth de "estrella emergente" a la dura realidad de un mercado "estrellado". Y, sobre todo, me preocupa la enorme sensación de desprotección que sufre el inversor de a pie.



Seamos claros: BME Growth es una empresa privada, no una entidad pública. Su negocio es sacar empresas a bolsa y, para ello, necesita inversores. Lo que vemos es una calculada campaña de marketing centrada casi exclusivamente en los casos de éxito. El efecto que esto provoca es evidente: se proyecta una imagen de semillero de oportunidades que, en la práctica, deja en la sombra el reguero de fracasos que sufren, sobre todo, sus inversores iniciales.

Porque no nos engañemos, muchas de estas empresas logran salir a flote más tarde a base de reestructuraciones, ampliaciones de capital o quitas de deuda. Pero para entonces, el capital original de sus primeros accionistas ya se ha evaporado.

Sobre el papel, la misión del BME Growth suena bien: "ayudar a las pymes". Pero en la práctica, su función es atraer capital para las salidas a bolsa (OPV), un proceso donde la línea entre oportunidad y riesgo se borra por completo para el inversor particular, que es la parte más débil de la cadena.

De hecho, muchos inversores con experiencia consideramos que es un gran error que se invite al público minorista a participar en estas OPV. Y la razón es simple: la inmensa mayoría no tiene los conocimientos necesarios para analizar los datos fundamentales de la empresa, entender las valoraciones ni calibrar el riesgo real que asumen. Al final, acuden a ciegas, guiados por la publicidad y no por un análisis riguroso.

El caso de EIDF es el ejemplo perfecto de este peligro. Premiada como "Rising Star" a nivel europeo en 2022 y, meses después, en concurso de acreedores. Un desastre que ilustra la fragilidad del sistema.



Y esto me lleva a la cruda realidad de una supervisión que, en mi opinión, falla en lo fundamental. Por mucho que nos digan que la CNMV vigila, la realidad en la calle es otra:

Primero, eso de que el "riesgo es conocido" es una verdad a medias. Para alguien sin formación financiera, leer la lista de riesgos en un folleto es como leer la letra pequeña de un medicamento. No se entiende la dimensión real. La mayoría no sabe analizar a fondo los fundamentales de una empresa, y las estadísticas no mienten: entre el 80% y el 90% de los minoristas acaban perdiendo dinero. Líbreme dios de una "oportunidad" de inversión si tengo mil fracasos a la vista.

Luego está el papel del supervisor, la CNMV. Su actuación es casi siempre reactiva. Imponen multas, sí, pero ¿de qué le sirve eso al que lo ha perdido todo? Esas sanciones no reparan el daño. La percepción general es que la CNMV a menudo llega tarde, cuando el daño ya es irreparable. Se corre el riesgo de que su función se perciba más como la de certificar la muerte que la de prevenirla. No es un médico, es un forense.

Y por último, algo que me obsesiona: las valoraciones iniciales. Son castillos en el aire basados en proyecciones que benefician a la empresa y a los colocadores. Ver casos de empresas que salen a cotizar a varios euros por acción y en menos de año se desploman hasta valer céntimos, perdiendo más del 90% de su valor, me lleva a pensar que aquellas valoraciones iniciales eran, sencillamente, indefendibles.



Después de darle muchas vueltas, no puedo evitar pensar en cómo podríamos exigir un sistema real de protección.

Imagino un sistema donde el experto que valora una empresa tuviera una responsabilidad a largo plazo. No un "valoro, cobro 
y me voy".

Imagino que existiera un "historial público" de esos expertos. Como en el fútbol, donde se miden los goles. ¿Por qué no podemos medir los aciertos y, sobre todo, los fracasos de quienes ponen precio a las empresas? Y sobre todo, ¿por qué sus valoraciones se basan casi siempre en proyecciones futuras optimistas en lugar de ser neutrales? Un análisis honesto debería decir: "esto es lo que vale hoy, y este es el abanico de lo que podría valer mañana, tanto para bien como para mal".

Imagino que los consejeros independientes tuvieran que "certificar" con responsabilidad financiera personal la veracidad de los datos. Su trabajo es proteger al minoritario, y la negligencia debe pagarse de su bolsillo. Se acabaría así el típico "dimito por asuntos personales" para escapar justo antes del desastre. Si te vas, perfecto, pero antes firmas y respondes con tu patrimonio por tu gestión hasta esa fecha. No cobras un pastizal para dar el visto bueno a todo lo que la empresa dice, hace y te indica que debes firmar.

Imagino un espacio único y sencillo para que los inversores pudiéramos reclamar, sin sentir que luchamos solos contra gigantes. Un lugar donde no parezca que la respuesta del supervisor es: "A ver, ¿usted qué quiere? ¿Que me dé los indicios y yo investigue, o que directamente le haga el trabajo?". Pues mire, igual si le hago el trabajo, también debería llevarme una comisión por ello.

Y es curioso, porque somos muy rápidos para copiar ciertas cosas de fuera. Importamos Halloween, Black Friday y Papá Noel sin pensarlo dos veces, pero parece que los modelos que de verdad aportan una mayor seguridad al inversor, esos no interesan tanto. Quizás no haya que inventar nada, bastaría con copiar sistemas que sí funcionan. En Estados Unidos, la SEC (su CNMV) no se limita a proteger al que denuncia: le convierte en su socio. Allí, un informante que destapa un fraude puede llevarse entre un 10% y un 30% de las multas millonarias que se imponen gracias a su valor. El resultado es que los fraudes se destapan mucho antes. No es magia, es alinear los incentivos: si ayudas a la sociedad, la sociedad te recompensa.


En fin, mi única intención es poner las cartas sobre la mesa. El BME Growth es un negocio para pymes y financieros. Para nosotros, los inversores, es un terreno de altísimo riesgo camuflado con marketing.

Mi consejo más sincero: investiga por tu cuenta, sé escéptico y entiende que si las cosas salen mal, el camino para recuperar tu dinero es una maratón en los tribunales. Y en la mayoría de los casos, no la corres, porque sabes que acabará contigo, es decir, con el bolsillo más vacío.

Y tú, ¿qué pinas? ¿Crees que el sistema nos protege lo suficiente o eres de los que piensan que esto es un juego con las cartas marcadas? Me encantaría leer tu punto de vista. 
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