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Verdades y mentiras de un ¿mundo globalizado?

Después de la Segunda Guerra mundial, las economías europeas se resintieron de la destrucción causada. De ahí nació el sistema de Bretton Woods, que dio origen a tres de los importantes centros de la globalización mundial, el Banco Mundial, el FMI y la OMC.

Estos tres organismos han ido incitando sucesivas reestructuraciones del comercio mundial. Haciendo posible la libertad de movimientos de capitales, provocando que las naciones reduzcan sus intervenciones en la libre circulación de productos y servicios, esto es disminuyendo o incluso eliminando los aranceles.

GlobalizaciónDe esto nace, sin duda el mayor exponente mundial de lo que puede ser la integración económica en sentido estricto, la Unión Europea. Este organismo supranacional ha sido capaz de integrar a países que antaño fueron rivales y que han sabido promover la ayuda mutua, mediante la financiación, con el objetivo de igualar económicamente a los países integrantes. Aunque la UE no es el único modelo o tratado de libre comercio existente en el mundo, es sin duda el más importante. Probablemente porque ha sido capaz de dar otra visión a la neoliberal americana, otro tipo de democracia, otro tipo de bienestar, y en consecuencia otro tipo de integración entre estados y sociedades.

Son, sin duda, estos actos los que a uno le hacen creer que la integración económica entre países puede servir para apoyar el crecimiento sostenido de otros. Sobretodo la creciente movilidad de capitales hace posible que recursos sobrantes de otros países ayuden a potenciar las economías que, por motivos, no tienen la oportunidad de crear excedentes de capitales. Esto es una visión algo ilusa del sistema, puesto que la realidad es totalmente diferente. Esta libertad que entre todos hemos creado no ha ido acompañada de una disminución de las desigualdades, por el contrario, los países emergentes o “pobres” han sido desmantelados como antiguamente los conquistadores se hacían con el botín de lo ganado. Hoy no es la fuerza de las armas la que habitualmente habla, sino la fuerza del dinero, y en consecuencia del poder.

Puesto que hay algo muy significativo y es el hecho de que muchas empresas facturen mucho más que la riqueza que puede generar muchos países del mundo. Es entonces cuando hay que preguntarse si realmente un estado-nación tiene el poder absoluto sobre las políticas a aplicar en su territorio.

Me quiero hacer eco de unas ideas que ofrece el profesor Krugman en su libro “Economía Internacional: Teoría y política.”, para ejercer los beneficios y críticas ante la economía global. Tres ideas erróneas sobre la globalización.

Primer error: El libre comercio es solo beneficiosos si tu país es suficientemente productivo para resistir la competencia internacional. Según el autor, las ganancias del comercio internacional dependen de la ventaja comparativa, es decir, que el comercio entre dos países puede beneficiarles a ambos si cada uno exporta los bienes en los que tiene beneficio respeto al otro. Estoy de acuerdo con esta teoría, pero realmente ¿la práctica nos ofrece esta posibilidad? Observemos el caso de países como Venezuela, donde la mala gestión de sus gobiernos comercializando su recurso natural más preciado, ha provocado el nacimiento de un nuevo socialismo que ha empobrecido y aislado al país, y por consiguiente no se están beneficiando de su ventaja comparativa frente a países como España. Por tanto, no es dejarlo todo en manos del comercio sino que hay que aplicar políticas nacionales y supranacionales para apoyar a los países en su transparencia y ayudarles a que puedan sacar el máximo beneficio de sus ventajas comparativas. En ese sentido, y de ahí las críticas hacia los organismos que hemos citado anteriormente (BM, FMI, OMC) sus posturas han sido radicalmente opuestas, y siempre han intentado beneficiar no al país que posee el recurso sino al país que posee el poder.

Segundo error: La competencia exterior es injusta y perjudica a otros países cuando se basa en salarios bajos. Según Krugman las personas que adoptan este punto de vista consideran que las industrias del país no deberían enfrentarse a industrias extranjeras que son menos eficientes pero pagan salarios menores. Krugman sostiene que el menor coste de producción que es debido a los bajos salarios no tiene importancia, lo que importa para nuestro país es que es más barato. Pero como se pregunta él mismo y lo que no responde ¿es erróneo basar las exportaciones en bajos salarios? Aquí entra en juego la ética de cada empresa. Si lo único que le importa a la empresa es abaratar coste para generar mayor riqueza, es la solución ideal. El problema puede que no exista en el corto plazo. Pero imaginemos, que la segunda generación de estos trabajadores que han huido de la pobreza para trabajar en estas industrias, exijan un mayor estado de bienestar. ¿No llevará a ese país a unos desajustes estructurales que hagan hundir su progreso económico, y ligado a la globalización, las economías mundiales? Es decir, sería más ventajoso para todos incitar a los países con estos menores salarios a reajustar su economía y que la enorme diferencia de clases poco a poco vaya diluyéndose. Por tanto, provocar la existencia de una clase media asentada y que pueda exigir y velar por el interés común de toda la sociedad.

Tercer error: El comercio explota a un país y lo empobrece si los trabajadores reciben unos salarios muy inferiores al de los trabajadores de otros países. Citando a Krugman la cuestión del libre comercio no es preguntarse si los trabajadores deberían cobrar más, sino preguntarse si no estarían peor si no exportasen esos bienes. Si los gobiernos occidentales han aceptado la declaración de derechos humanos como un gran salto hacia el bienestar general de sus ciudadanos, porque no debemos exigir a nuestras empresas que cumplan igualmente estos derechos en los países donde sus empresas fabrican. No es este un fenómeno de sutil racismo, en cuanto a que ¿lo que es bueno para nosotros no debería serlo para los demás? Por consiguiente, estamos cada uno de nosotros incluidos en este racismo, porque comprando cada uno de esos productos lo estamos apoyando. En definitiva, los gobiernos deberían alentar a esos gobiernos “explotados” para que puedan salir de su “cautiverio” y los trabajadores puedan ejercer los mismos derechos que los ciudadanos occidentales. Si la alternativa es que si las empresas occidentales no estuviesen en esos países los salarios serian aun más bajos, vista la practica, caso de Nokia en China, donde los trabajadores no tienen contrato porque no se están cumpliendo las leyes del estado, ¿Es cierto que estas empresas mejoran el bienestar de los ciudadanos? Esta doble moral es la que tanto el BM, el FMI y sobre todo la ONU, deberían eliminar de los contenidos éticos y culturales de las empresas internacionales. No es mejor la cantidad de empresas que operan en esos países sino la calidad que están ofreciendo a sus trabajadores.

En definitiva, y a modo de conclusión, hay que aseverar que la visión del mundo globalizado tiene muchas caras, tantas como personas en el mundo. Pero hay que tener en cuenta que, las sociedades como las casas no se empiezan por el tejado, sino creando unos buenos cimientos. Si los teóricamente países desarrollados no apoyan las bases, que tanto han costado lograr en nuestra nueva Europa unida, estamos provocando los mismos desajustes que antiguamente tuvimos nosotros. Por consiguiente, no se esta construyendo un mundo más justo como muchos pretenden hacernos creer, sino un mundo en donde los que ostentan el poder, pueden subyugar con una mayor voluntad a los países, y por ende a sus ciudadanos, que no han podido salir de la miseria, ya que nuestras políticas están acentuando sus desigualdades con cada una de las decisiones que los órganos supranacionales están llevando a cabo.



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