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¿Qué tienen en común un ciudadano chino, uno argentino y uno venezolano? Más de lo que parece…
Podríamos pensar que un ciudadano argentino, uno venezolano y uno chino no tienen nada en común. Viven en sistemas políticos distintos liberalismo en Argentina (bajo Milei), socialismo en Venezuela y comunismo en China, pero en realidad comparten un mismo problema: no confían en la moneda emitida por sus propios gobiernos. La razón es sencilla: sus élites dirigentes, aunque ideológicamente distintas, aplican políticas monetarias muy similares, que terminan deteriorando el valor de sus divisas nacionales.
Fijémonos en el caso de China. La oferta monetaria del yuan se ha disparado en los últimos años, pero lo relevante es ver cómo se comporta el yuan frente a otros activos. La cotización del yuan frente al bitcoin y frente al oro muestra una clara tendencia bajista. En otras palabras, los ciudadanos chinos ven cómo su moneda pierde valor año tras año frente a activos considerados reserva de valor. En un contexto así, ¿qué hace un ciudadano medio? Sencillamente, busca proteger su patrimonio. Muchos compran oro, otros bitcoin.
Sin embargo, la respuesta del gobierno chino no ha sido permitir esa vía de escape, sino intentar bloquearla por completo. Desde mayo, poseer bitcoin en China es ilegal, salvo que se trate de la criptomoneda emitida por el propio Banco Central: el yuan digital. En lugar de ofrecer una solución estable, lo que proponen es un mayor control. Lo preocupante es que esta tendencia no es exclusiva de China. En Europa, las élites políticas muestran una fascinación creciente por los modelos de control monetario digital. Ya están promoviendo activamente el euro digital, un proyecto que podría avanzar en la misma dirección: menor privacidad, más control sobre el gasto, y restricciones crecientes.
Pese a la prohibición, los ciudadanos chinos siguen encontrando caminos. Utilizan plataformas de compraventa de criptomonedas persona a persona (OTC), donde el control estatal es más difícil. También intentan sortear los límites de capital impuestos por el gobierno: por ejemplo, no pueden sacar más de 20.000 yuanes en efectivo ni gastar más de 50.000 dólares al año en el extranjero. Por eso, algunos convierten sus yuanes en dólares o stablecoins, y de ahí en bitcoin, para proteger su ahorro.
Este fenómeno no debe verse como algo local. Estamos asistiendo a una tendencia global donde los ciudadanos, al margen de ideologías y fronteras, buscan protección frente a políticas monetarias cada vez más intervencionistas. Lo hacen a través de activos escasos, descentralizados o con demanda global como el oro y el bitcoin. Y mientras tanto, las élites sean liberales, socialistas o comunistas buscan mantener el control del sistema, limitando las alternativas.
La cuestión de fondo es clara: ¿quién debe tener el control del dinero: el individuo o el Estado?
Y cada país está empezando a dar su respuesta.
Y cada país está empezando a dar su respuesta.