La farmacéutica catalana opta por no emitir bonos cotizados para refinanciar los vencimientos que afronta el año que viene
Grifols ultima su nueva estructura de deuda. La compañía catalana de hemoderivados negocia con grandes fondos de deuda una colocación privada, con el objetivo de atender una parte de los vencimientos que afronta el año próximo, por 2.900 millones de euros, de los más de 10.000 millones que adeuda en total. S
e trata de una emisión de 1.000 millones, que no cotizará en el mercado y con un esquema de vencimientos de entre cinco y siete años.
Grifols
afronta el año que viene su primer match ball financiero desde que el fondo bajista Gotham City publicase su demoledor informe, que asignaba un valor de cero euros a la compañía y la acusaba de inflar su cifra de ebitda y reducir artificialmente la deuda. La compañía debe afrontar el vencimiento de dos emisiones de bonos, que suman unos 2.000 millones cada una y de otros 900 millones en una línea de crédito.
Para ello, abordar estos pagos acordó en diciembre
la venta de un 20% de su participación en la compañía china Shanghai RAAS por 1.600 millones, que prevé cerrar durante el primer semestre. La semana pasada anunció la emisión de deuda sénior asegurada para reemplazar unos bonos no garantizados que vendió en 2019 por 905 millones, mientras que los otros 1.000 millones en títulos garantizados emitidos en 2017 prevén repagarlos con los fondos recabados de la transacción china. Fuentes financieras indican que varios fondos de deuda se han acercado recientemente a la compañía para participar en la refinanciación. La idea es lanzar una colocación privada, negociada con un grupo limitado de fondos de una deuda que no cotice en los mercados abiertos, sino que se coloque directamente a estos fondos en EE UU.
Esta opción —que fue la elegida, por ejemplo, por
el Barça para financiar las obras de reforma del Camp Nou o por el Real Madrid para hacer lo propio con la renovación del Bernabéu— le permite abordar una emisión sin someterse al escrutinio público, con más facilidad para fijar un precio al margen del castigo del mercado tras la publicación del informe y
la investigación de la CNMV. También evita que fondos oportunistas entren en esta deuda y desde ahí traten de forzar una reestructuración.
Los detalles de esta nueva emisión aún no se conocen. Las partes trabajan en un esquema de vencimientos con varios tramos, de entre cinco y siete años. También negocian el precio a los que se venderán estos tramos. No obstante, el hecho de que la deuda que reemplazan se emitiese en plena era de los tipos cero y las cotizaciones actuales de los bonos anticipan que la empresa catalana tendrá que rascarse el bolsillo y pagar más por su pasivo. La rentabilidad exigida a los 1.400 millones que vencen en 2028 se ha disparado por encima del 9%, tres veces más que el cupón que pagan a sus inversores, del 3,8%. Los 770 millones que vencen en 2027 cotizan al 5,6% y las dos emisiones que caducan el año próximo, al 6,8%.
La compañía cuenta además con una línea de crédito de 900 millones que también expira el año que viene. En este caso, sin embargo, espera que la refinanciación sea mucho más sencilla, pese a que
el BCE ha pedido explicaciones a las entidades sobre su exposición a la compañía. Su siguiente punto clave será en 2027, cuando deberá devolver 770 millones en bonos y dos préstamos sindicados por 2.600 millones.
La farmacéutica ha saldado la crisis abierta por Gotham City, que se sucedió de una investigación abierta por la CNMV, reconociendo una ratio de endeudamiento superior, de 8,4 veces el beneficio bruto de explotación. El regulador concluyó sus pesquisas al apuntar a “deficiencias relevantes” en las cuentas publicadas de la compañía. Si bien le eximía de reformular cuentas, sí pedía más claridad en la publicación del ebitda y de los ratios financieros, elementos clave para atraer el apetito de los bonistas.
Las dudas de las agencias de rating
La compañía afronta esta refinanciación tras haber recibido el mes pasado un varapalo por parte de las agencias de rating.
S&P y Fitch han bajado el rating hasta B, cinco escalones por debajo del grado de inversión, para la primera, y un peldaño por encima, B+, para la segunda. Moody’s, por su parte, mantuvo su nota en B2, pero rebajó la perspectiva a negativa. Fitch justificaba su decisión por las expectativas menores a lo esperado de generación de caja en 2023 y 2024, así como un retraso en el plan de la compañía para recortar la deuda, con el nivel pasivo manteniéndose por encima de las cinco veces en 2025 y 2026.
Moody’s, por su parte, suma a estas observaciones una alerta sobre la liquidez de la empresa. Apunta a que tiene en caja 256 millones, además de 950 millones en la línea de liquidez. De este crédito, la empresa ha dispuesto, hasta el 31 de diciembre, 360 millones, un 26%. También recuerda que las condiciones del préstamo establecen que, de utilizar más del 40% del importe, empieza a operar un compromiso (covenant, en la jerga) de mantener la ratio de endeudamiento por debajo de las 7 veces. Al incrementar esta ratio, tras la investigación de la CNMV, hasta las 8,4 veces este umbral saltaría por los aires, lo que obligaría a iniciar ya conversaciones con estas entidades.
También S&P ha puesto en duda la refinanciación de la compañía. Esta agencia de rating, en concreto, apunta a que las condiciones de los bonos impiden dedicar a su repago el dinero obtenido de la venta de la filial china. Además, apunta a que puede volver a rebajar la nota de los bonos otra vez si el comprador decide retirarse de la operación.