En el mundo de los mercados financieros, hay cierta tendencia a sobre utilizar los términos “corralito”, “pánico”, “burbuja” o “cisne negro”. Y normalmente, además se utilizan erróneamente.
Esto refleja un hecho simple, que resumía muy bien el personaje Louis Zabel a Jacob Moore en la película Wall Street 2, “el caos vende”.
Y determinados sectores en los mercados financieros están más centrados en vender que en informar o educar. Lógicamente, por otro lado, cada uno tiene su función. No lo digo a modo de crítica.
El problema es que muchas veces los inversores, especialmente los de menos experiencia, no saben ante qué tipo de agente del mercado están y no entienden bien su vocabulario, por lo que pueden reaccionar de forma muy negativa (para sus carteras) ante hechos que no lo son tanto. Y como muchos “expertos” y algunos medios de comunicación viven de vender pánico, a veces confunden. Hasta que con la experiencia los vas pillando.
Pero la realidad es que los cisnes negros en los mercados financieros no ocurren tantas veces como los medios de comunicación anuncian.
Lo explica excelentemente bien Vance Harwood en este post: los rendimientos de la bolsa no siguen una distribución perfectamente normal (el siguiente gráfico está sacado de ese post).
Por lo tanto asegurar que cada caída es un cisne negro se trata de un error puramente de concepto. Y de no haber leído el excelente libro de Taleb.
El error es causa de ver las cosas como inmutables y no entender los mercados financieros como algo que cambia continuamente. Es como un gran poema con versos que riman y versos que no. Y los que riman, a veces lo hacen en asonante y otras en consonante.
Eso sí, este tipo de palabras vende titulares, vende portadas, vende clics, vende noticias.
De ahí que uno de los mejores indicadores para un inversor contrarian sean las portadas y los titulares extremos de los medios de comunicación.
Una clásica, que sirva como ejemplo, podría ser esta:
Un año después, la bolsa subía un +20%. 10 años después, casi un +200%, a pesar de que le pillara por medio el crash de 1987:
Otra muy buena la fabricamos en casa:
Brutal el timing: +71% en el Brent (referencia para el precio del petróleo) desde la publicación, por dos días no pilló el mínimo, que estuvo sólo un -2% por debajo:
De hecho, en este estudio de Arnold, Earl y North, publicado por el FAJ en 2007, se estudia el rendimiento del mercado y de acciones específicas después de portadas o historias contrarian en las revistas Business Week, Fortune y Forbes entre 1983 y 2007. La conclusión es obvia: la portada o la historia suele ser escrita después de un periodo muy negativo o positivo, normalmente extremo, y suele coincidir con un suelo o un techo en el mercado o en el activo concreto sobre el que se escribe la portada o la historia.
La realidad de los mercados es que a grandes momentos de pánico extremo suelen seguir recuperaciones. Un paso atrás, dos adelante. Ya comentábamos en este post que después de un apocalipsis zombie en las bolsas (caídas importantes), la recuperación se daba normalmente entre 28 días y 28 semanas después.
En media, la recuperación de un evento extremo suele llevar unos 20 días, de acuerdo a este gráfico de Ned Davis:
El problema, es que tenemos que vivir en el día a día, donde todo es más turbio. La probabilidad de que una sesión del S&P 500, desde 1927, termine en negativo es de casi el 50%. Invertir es como tirar una moneda, dirán. Pero lo cierto, es que en el largo plazo, la probabilidad de que en un periodo determinado escogido al azar (una semana, un mes, un año, etc) una inversión finalice con un resultado negativo, es cada vez más bajo. Así, si invertimos hoy, la probabilidad de que mañana hayamos perdido dinero es de casi el 50%. Pero la probabilidad de que dentro de un trimestre hayamos perdido dinero baja hasta el 37,85%. La probabilidad de que en 5 años sigamos en negativo es del 25,88%. A 10 años, esta probabilidad cae hasta el 15,2%.
Siempre que interviene sólo el azar, lo más rentable es apostar por lo positivo. Y el largo plazo funciona a favor de los optimistas.
Pero está claro que vende mucho más el pesimismo. Esto es en algo en lo que han coincidido genios como Lynch, Stuart Mill, Siegel, o Matt Ridley: los argumentos pesimistas suenan mejor que los optimistas. Parecen incluso más inteligentes.
Pero, como hemos dicho antes, en los mercados financieros, salvo en contadas ocasiones, no se suele hacer dinero apostando por lo improbable.
Es por esto por lo que se deben escoger con mucho cuidado las posiciones cortas (bajistas) que se abren. Necesitan un análisis mucho más exhaustivo. Toda posición corta tiene un rendimiento asimétrico por el hecho de que el beneficio potencial tiene un máximo (0) y la pérdida potencial es infinita ilimitada (aunque potencial no es lo mismo que probable).
En conclusión: trivializar con el pánico es contraproducente y genera la sensación de mucha gente de que la bolsa es un casino y que no tiene nada que ver con el mundo real. Pero esto no es así.
Y en un mundo en el que viviremos más años, necesitaremos más ahorro. Por lo tanto, los profesionales tenemos una importantísima responsabilidad de educación.