Pues no es que sea ningún dato oficial pero forma parte de las consecuencias reales de la crisis: el desgaste en las encuestas sobre política. Supongo que esto estaba más descontado que las decisiones de Trichet en el interbancario. La factura política, claro está, no es tan grave como la económica, que no puede cobrarse en especie. Por cierto, la morosidad ha subido un 85% en un año y la media de los recibos impagados roza los 3.000 euros: me pregunto cómo se puede gastar un mileurista medio ese dinero y no me salen las cuentas a la primera. Es entonces cuando me encuentro con otro dato: 1 de cada 5 euros no existe -fiscalmente, me refiero- y vuelvo a ver claro.
Sigo. Zapatero puede estar tranquilo porque, en el fondo, nada de lo que algunos están pidiendo puede ser concedido. Ni más crédito para contentar a la demanda embalsada, ni más deducciones a la compra de ladrillo, ni tarifas mínimas que valgan. Poco margen le queda a Solbes para tomar medidas que dén resultados inmediatos y acallen a los impacientes. Mientras tanto, hace bien Sebastián en dividir el problema económico en tres: el inmobiliario -cuya solución pasa por un doloroso autoajuste sin anestesia gubernamental-, el de liquidez -que, en realidad, es global, y nada se puede hacer más allá de lo que el superávit permite- y el energético -que debe ser atajado con un nuevo modelo y, por tanto, excede toda prisa electoralista-.
Por lo tanto, no es que quiera defender al Gobierno, pero es que ya aburren un poco las acusaciones de inacción. Más cuando vienen de gente experta en temas económicos: esos que saben muy bien cómo ordeñar a las vacas gordas pero no dan una cuando el animal ya no da leche. Volvamos pues, a los remedios caseros y no pongamos toda la esperanza en los que nos dirigen.