Dicen que nadie da duros a cuatro pesetas, ni siquiera en período electoral. Hay que ir pensando en actualizar el dicho, aunque con cuidado de no generar más inflación con el redondeo. El caso es que nada es gratis, y no lo dicen sólo las abuelas sino hasta el vicepresidente Solbes, que está haciendo una gran labor pidiendo continencia al resto de sus compañeros, incluido su propio jefe.
Alguien pensará que es bueno dar ayudas porque viene bien al bolsillo y porque para eso pagamos impuestos. Hasta cierto punto, creo que la idea de pagar libros de texto y atención bucodental a determinados colectivos es viable (y si no lo es, dejemos de presumir de líderes en crecimiento) y deseable (muchas familias lo están pasando mal para llegar a fin de mes). Y me parece irritante que las críticas vengan de los mismos que limitaban los 2500 € "sólo a los más necesitados" (ahora piden empastes para todos) y exigían memorias económicas mientras subían a 3000 € la ocurrencia.
Desde un punto de vista económico, ya sabemos lo que se consigue limitando las ayudas directas: los criterios de selección acaban dejando fuera a casi todo el mundo, aparece la picaresca y la desmotivación por saltar de tramo de renta mediante el trabajo. Y los más agradecidos, las editoriales y los dentistas. A ellos les da igual que se limiten o no las ayudas, está comprobado su provecho.
Con todo, no me parece mal que se intente redistribuir un poco los ingresos del Estado, puesto que es una de sus funciones y la cosa está hoy muy desigualada, teniendo en cuenta que el trabajo personal no da para vivir. Lo que me parece preocupante es que nos acostumbremos a percibir como gratuitas cuestiones tan cruciales como la salud o la educación. Lo que no se paga no se valora, otro dicho de las abuelas. Y los españoles pagamos y sobrevaloramos nuestra casa y nuestro coche, pero protestamos cuando nos hacen pagar un medicamento o afrontar los extras que traen los niños bajo el brazo.
La economía de un país se construye con la suma de nuestras decisiones personales, no sólo con lo que gastamos e ingresamos. Y no nos engañemos, decidimos de acuerdo con nuestra escala de valores.