Pues finalmente no ha habido muchos problemas para aprobar los keynesianos Presupuestos del próximo año, ya saben, los del cheque bebé, el dentista, las ayudas al alquiler, la ley de dependencia... Demasiado para el cuerpo de Solbes, que me parece más un economista del largo plazo. Y claro, Keynes decía que para entonces todos muertos. Así que es mejor pensar de cara a las elecciones de marzo y tener en cuenta que no estamos saliendo de una crisis, como en 1994, sino entrando. Por lo tanto, ahora no toca reformas estructurales, como parece pedir Montoro sino impulso a la demanda, muy maltrecha como sabemos. Creo que nos entendemos.
Lo del canon ya es otra cosa. Me es indiferente que sea la opción más barata según Clos. Tampoco creo que vaya a repercutir demasiado en los consumidores ya que se aplica a productos con una demanda muy elástica (la tecnología tiende a bajar de precio en poco tiempo) y una oferta cuando menos voluminosa (dejemos aparte el tema de la calidad). El problema es que en pleno siglo XXI podemos plantearnos cobrar por contaminar pero no porque a alguien le venga mal el mercado del futuro. Me pregunto si algún Gobierno se va a plantear indemnizar a Correos pagándole 30 céntimos por sello perdido al enviar un e-mail. Tampoco pinta muy bien la cosa para los conductores de autobuses de cercanías que se irán a la calle por "culpa" del nuevo metro. Ni para miles de trabajadores que se quedan a verlas venir gracias a la deslocalización o a la mecanización de tareas que antes se hacían a mano.
Dicen que se trata de usurpación de la propiedad intelectual. La supervivencia de la creatividad. Ya conocemos a los que lo dicen. Se quejan de que la cosa ya no es como cuando te cobraban 20 € por un CD. O por si algún lector no interioriza bien lo que vale un euro, acuérdese de cuando un vinilo o una casette se llevaba una paga adolescente. Qué tiempos. Hoy por 6 euros podemos comprar buena música en Internet y evitarnos el atraco del carrefur de turno, sin necesidad de piratear nada. Porque esa es otra: en esta vida nada es gratis y tampoco lo es la descarga por Internet. Un sencillo análisis de costes nos sacará del error: luz, conexión, soporte, virus, spyware... Hagan sus números. Y me dejo el tiempo y la pérdida de calidad sin cuantificar.
Y se atreven a llamar creativa a una actividad inundada de versiones, grandes éxitos reeditados a dúo con amiguetes y recopilaciones varias. Que no, señores reyes del pollo frito. Quieren decir lucrativo, no creativo. Si no, no tendríamos a la primera edición de OT cantando lo que crearon otros, ni a la segunda edición tocando en bares. Al menos, alguno de la tercera ya se ha dado cuenta de que su sitio está en la Red. La SGAE está viviendo hoy en el séptimo día de la creación, es decir, viviendo de lo que otros hicieron antes.
Lo del canon ya es otra cosa. Me es indiferente que sea la opción más barata según Clos. Tampoco creo que vaya a repercutir demasiado en los consumidores ya que se aplica a productos con una demanda muy elástica (la tecnología tiende a bajar de precio en poco tiempo) y una oferta cuando menos voluminosa (dejemos aparte el tema de la calidad). El problema es que en pleno siglo XXI podemos plantearnos cobrar por contaminar pero no porque a alguien le venga mal el mercado del futuro. Me pregunto si algún Gobierno se va a plantear indemnizar a Correos pagándole 30 céntimos por sello perdido al enviar un e-mail. Tampoco pinta muy bien la cosa para los conductores de autobuses de cercanías que se irán a la calle por "culpa" del nuevo metro. Ni para miles de trabajadores que se quedan a verlas venir gracias a la deslocalización o a la mecanización de tareas que antes se hacían a mano.
Dicen que se trata de usurpación de la propiedad intelectual. La supervivencia de la creatividad. Ya conocemos a los que lo dicen. Se quejan de que la cosa ya no es como cuando te cobraban 20 € por un CD. O por si algún lector no interioriza bien lo que vale un euro, acuérdese de cuando un vinilo o una casette se llevaba una paga adolescente. Qué tiempos. Hoy por 6 euros podemos comprar buena música en Internet y evitarnos el atraco del carrefur de turno, sin necesidad de piratear nada. Porque esa es otra: en esta vida nada es gratis y tampoco lo es la descarga por Internet. Un sencillo análisis de costes nos sacará del error: luz, conexión, soporte, virus, spyware... Hagan sus números. Y me dejo el tiempo y la pérdida de calidad sin cuantificar.
Y se atreven a llamar creativa a una actividad inundada de versiones, grandes éxitos reeditados a dúo con amiguetes y recopilaciones varias. Que no, señores reyes del pollo frito. Quieren decir lucrativo, no creativo. Si no, no tendríamos a la primera edición de OT cantando lo que crearon otros, ni a la segunda edición tocando en bares. Al menos, alguno de la tercera ya se ha dado cuenta de que su sitio está en la Red. La SGAE está viviendo hoy en el séptimo día de la creación, es decir, viviendo de lo que otros hicieron antes.
Así que no, no estoy a favor de ningún canon por la cara. Ni de poner la más mínima traba a la tecnología, que bastantes problemas de inadaptación da. Habrá que ver cómo reacciona el consumidor ante el nuevo impuesto. Igual mañana nos toca el Gordo y no pasa nada.