No quería dejar pasar más tiempo sin colgar algo relacionado con la economía de la Tierruca, que, al fin y al cabo, es lo que me queda más cerca. Y me he tropezado con la prensa regional y las quejas de algunos ciudadanos del barrio de Nueva Montaña que sufren lo mucho que contamina la mole industrial que allí se levanta. Mole que lleva allí cien años y da de comer a más de 600 personas, sin contar con la actividad económica indirecta que genera. Mole que ahora estropea las vistas de la megaurbanización aledaña, además de la salud de sus habitantes.
Pues la verdad es que yo nunca he creído en la rentabilidad de una Cantabria Gran Reserva, así que poco voy a contribuir al argumentario verde. Me interesa echar una lanza en favor del sector industrial de la región, en contraposición con aquellos que piensan que nuestro futuro pasa por el monocultivo del ladrillo. Lo cual no implica que haya que ser exigente y buscar soluciones sostenibles (me encanta este término y pienso seguir utilizándolo hasta el desgaste). Pero no podemos acostumbrarnos a que los halcones del ladrillo nos vendan la moto del pisito con fórmulas como la utilizada por algunos comerciales: - "Ah, la fábrica esa, en dos años la cierran, pero no se lo digas a nadie". Es curioso que, a pesar de que esta urbanización está construida sobre marismas y el entorno no es el más apropiado para la salud, se han pagado fortunas "como inversión". Y no me meto con los que han comprado para vivir o los que lo han conseguido por sorteo, que tienen todo el derecho a quejarse por salud. Me meto con los que pretenden forrarse a costa de un futuro cierre de una fuente de actividad económica no especulativa, que aporta empleo de verdad y valor añadido, cosa que la "locomotora nacional" no va a permitir por mucho más tiempo. Si es que ha hecho algo en los últimos diez años aparte de quemar suelo y bolsillos.
No sé por qué me da que este artículo lo tendré que repetir pero cambiando la fábrica de Nueva Montaña por otras de nuestra región. Tiempo al tiempo.