Ya hace una semana que tenía pensado comentar un informe que he conocido a través del blog de JP y que nos recuerda algo que ya sabíamos: más de la mitad de los universitarios quieren ser funcionarios. Me imagino que esta afirmación se ha hecho sobre una muestra bastante heterogénea de alumnos y los de las carreras técnicas han bajado la media porque tienen más posibilidades de trabajar en el sector privado. Estoy seguro de que las facultades de Letras están rebosantes de opositores en curso, en especial de esos que ni siquiera pisan la clase, se pagan el título a base de clases particulares y repiten como loros la consigna de que la-Uni-es-una-fábrica-de-parados. A mí no me sorprende que lo sea, por cierto. Si sacáramos una muestra entre alumnos de Económicas y Empresariales seguro que nos llevábamos las manos a la cabeza: eso de crear una empresa propia implica mucho pensar. Así que, compañeros y compañeras de carrera y profesión, no nos extrañemos de que los ingenieros nos estén quitando los puestos -y los sueldos- más altos incluso en labores de gestión y dirección. En pocos años, si la Universidad no ayuda a desarrollar la competencia emprendedora, un economista no valdrá más que para poner sellos. Para esto ya hay unos estupendos ciclos formativos de formación profesional.
Y es que, además de que el Sistema no ayuda mucho al trabajador por cuenta propia, el trabajo en el sector público es muy goloso. No tanto por el sueldo y los extras, sino por la estabilidad del empleo y, sobre todo, por la ausencia de responsabilidad personal ante los problemas. Total, como el seguro y, en última instancia, la Administración se hacen cargo del marrón yo me puedo lavar las manos. Al fin y al cabo, yo tengo Derechos. Para las Obligaciones ya está el Sistema. Es cierto que, como seres humanos, todos cometemos errores. Lo que ocurre es que en el sector privado, el ser humano que se equivoca no tiene a la prensa y a todo su gremio apoyándole incondicionalmente. En el mejor de los casos se irá a su casa sin tener que indemnizar a nadie.
Con esto no estoy culpando a la enfermera del terrorífico error sucedido ayer en el Gregorio Marañón. Tampoco a la enfermera protagonista de otro caso -de menor gravedad pero también de juzgado de guardia- sucedido en Cantabria. Lo que me hace flipar es que no hay apenas ninguna reacción en favor de las víctimas directas de los errores (la familia y los usuarios, respectivamente). Todo se resuelve exigiendo responsabilidades al sistema público, que pagamos los contribuyentes. No sé de qué nos quejamos cuando los políticos -que también son seres humanos- se sacuden la responsabilidad por donde yo te diga.
El mensaje que le llega al universitario es que no hay que complicarse la vida: te sacas el título, opositas, apruebas y a vivir que son dos días. Opino que los trabajadores públicos de sectores como la Sanidad o la Educación deberían responder de sus funciones, al menos, como lo haría cualquiera en una empresa privada. Y, en la medida de lo posible, debería ponderarse más la experiencia en el sector privado a la hora de acceder al funcionariado. El Estado no puede ser un coladero de gente que no aguantaría dos días en una empresa normal.