Entiendo que declararse liberal en lo económico no está bien visto en los tiempos que corren. El problema es que las recetas que respetan la libertad económica brillan por su ausencia, especialmente entre los que la tienen en su credo ideológico y la exigen para sí mismos pero no para el conjunto de los ciudadanos. De nuevo pido a mis lectores que no se me despisten con términos como capitalismo salvaje o neoliberalismo porque no son más que etiquetas que no tienen concreción real. Os propongo, pues, un decálogo de principios básicos sobre el verdadero liberalismo económico:
- El mercado y la competencia son cosa buena, aunque no sean perfectos. Y en la vida sólo existen lo bueno y lo malo: lo mejor y lo peor sólo están en la imaginación.
- A los grandes no les gusta el mercado, de ahí las fusiones: cuanto más grandes, menos competidores y menos mercado.
- Tampoco conviene el mercado a los especuladores. De hecho, estos aparecen cuando no funciona la ley de la oferta y la demanda y huyen despavoridos cuando la mano invisible vuelve a poner las cosas en su sitio.
- Intervenir el precio de la vivienda no es una receta liberal. Ni en Cantabria ni en Madrid.
- El problema no es que el suelo esté o no "liberalizao". El problema se llama sobreoferta.
- Es hipócrita oponerse a la ampliación de horarios comerciales. En este caso, el problema se llama consumo desenfrenado.
- Un auténtico liberal no se alegra del fracaso de las Rondas de Comercio Internacional. Y debe protestar por ello ya que excluyen del mercado a productores muy competitivos en calidad y/o precio.
- Un liberal auténtico y coherente defiende el paquete completo de libertades: capitales, productos y personas. Y protesta por las barreras que dejan en evidencia a nuestro capital humano autóctono.
- Un auténtico liberal también debe recordar que Obama es un proteccionista sin remedio, como todos los políticos en USA. Algún defecto tenía que tener.
- Y claro que el Estado puede ayudar: ofreciendo servicios públicos donde el sector privado no llegue y eliminando las trampas que modifican las decisiones naturales de los agentes económicos. Dejemos al mercado hacer. Que se ajuste él solito.
Seguro que algunas de mis afirmaciones no pasarán desapercibidas. Me tomaré la molestia de explicarlas con detalle en próximas anotaciones.
Mientras tanto, buen fin de semana.