Ya tenía ganas de encontrarme con una noticia micro en condiciones, de esas que todo el mundo entiende sin ser de la profesión. Creo que hablo en nombre de todos si digo que estoy hasta el gorro de noticias financieras, que al fin y al cabo, dan idea del estado gaseoso permanente en el que se encuentra nuestra economía. Y así nos va.
Que suba el precio de los cereales no es buena noticia, salvo para los que se ganan la vida con ellos. Bien es cierto que agricultores y ganaderos ya van bastante justitos y, en realidad, son los centros comerciales los que deben apretarse el cinturón, que bastante jugo le sacan ya a sus proveedores. Lo peor es que cuando falla algo en un punto de la cadena económica se traslada enseguida a los siguientes eslabones, hasta llegar a nuestro bolsillo y vuelta a empezar.
El caso es que la noticia tiene miga y nunca mejor dicho. Y es que la culpa del precio de los cereales no la tienen los chinos esta vez (ahora ellos toman leche para desayunar) sino los biocarburantes, que hacen mejor negocio que el pan o los kellogs y encima prestan un buen servicio al medio ambiente. Claro, los pollos se alimentan de cereales en forma de pienso y también va a subir su precio. Y tal y como están las cosas en las familias, que suba el pollo español duele, porque nos soluciona bastantes menús. Y no es cuestión de recurrir al pollo francés o italiano, que es más barato de mantener, a ver si vamos a armar un conflicto de orgullo patrio.
Al final los chinos y el cambio climático nos van a salir más caros de lo que pensábamos. Y si seguimos pagando lo que pagamos por nuestras viviendas nos vamos a tener que poner a dieta. O montarle un pollo a nuestros bancos. Pero eso ya es un tema de macroeconomía.