Nadie se ha parado a pensar en la pregunta: cómo y para qué solucionar nuestras carencias comunicativas. Igual hay más de una alternativa. Puede que el problema ya esté casi solucionado en cuanto a pasajeros (autovías, vuelos bajo coste, mejoras notables en ferrocarril a partir de 2008) pero no en mercancías, aspecto crucial para un desarrollo que supere la economía de ladrillo y turismo. Hasta da que pensar la cantidad de titulares acerca del diseño urbanístico de Castilla-Hermida y lo poco que se habla del Puerto como recurso estratégico de la región. Nos debería importar poco la velocidad máxima que puede alcanzar el AVE en la pampa argentina, porque no vamos a cambiar nuestras montañas por llanuras. No a estas alturas, valga el juego de palabras.
Ojo, que para reivindicar yo también me apunto. Además tenemos derecho a ello, faltaría más. Pero Cantabria no puede vivir de derechos ni de odiosas comparaciones sino de estrategias inteligentes. Y he aquí que los que me conocen ya saben a dónde quiero llegar: efectivamente, a Bilbao. Esa conexión del norte que se nos vende como un extra puede ser mucho más interesante que la de Madrid, porque los ejes de crecimiento no están al sur, sino en el nordeste peninsular, en el mediterráneo y, por supuesto, en Europa. Todavía no hemos explotado suficientemente nuestra gran ventaja competitiva, que es la situación geográfica, pegaditos como estamos al meollo de la cuestión.
Por supuesto, cualquier debate sobre el tren debe incluir el transporte de mercancías. De lo contrario sólo servirá para afilar unos pocos colmillos especulativos. Y no nos engañemos, esto no es lo que nos interesa.