Tan importante para nuestro modo de vida como la lluvia es la extracción de petróleo de las entrañas de la Tierra, pero es una adicción a un recurso limitado y por tanto supone uno de los mayores riesgos para la civilización industrial de la que dependemos. Casi nadie lo dice, pero cada vez hay menos petróleo disponible para que las cosas sigan funcionando. Aunque más lentamente de lo previsto, se avecinan cambios drásticos para los que no estamos preparados.
1. La sequía de la que sí se habla
Siguiendo la máxima de distraer a la gente con crisis imaginarias mientras se ocultan las reales, que es la forma de manual de gobernar en democracia, una de las crisis imaginarias con la que nos entretienen a diario es la del cambio climático. Supongo que a muchos os sorprenderá saber que según los datos de la AEMET en la España peninsular la precipitación entre diciembre de 2022 y noviembre de 2023 ha sido de 620 mm/m2, lo que viene a ser el 95% de la media desde los años 60, por lo que el año solo puede ser calificado de ligeramente seco, y tan solo la pasada primavera fue muy seca. Obviamente esto no es lo que nos han estado contando todo el año, pero quien quiera comprobarlo por sí mismo tiene los datos en la AEMET.
La verdad es que el cambio climático no ha afectado significativamente a la precipitación media anual en España, y el utilizar los cuatro últimos años por debajo de la media, en un país donde las sequías pueden durar años, es evidencia clara de manipulación y mala fe. Las grandes sequías en este país han sido de 1980-86 y de 1990-95. Pero es que éste es un país donde la memoria histórica es muy selectiva y estas son cosas que no interesa recordar.
De hecho, es muy ilustrativo mostrar los datos de precipitación media anual por décadas completas.
Como podemos ver, con esos datos no se puede sostener que el cambio climático esté provocando una mayor sequía en España, pero se hace. Al fin y al cabo se nos dicen todo tipo de cosas sin enseñarnos nunca los datos, y ¿quién se molesta en comprobar los datos?
2. El pico de petróleo fue en 2018
Vayamos a la sequía de la que no se habla.
Este blog inició su irregular andadura a finales de 2014, y lo hizo como consecuencia del desplome del precio del petróleo que tuvo lugar durante el otoño de ese año. Inmediatamente me di cuenta de que el hundimiento del precio del petróleo, de no revertirse pronto, significaba la llegada del pico de petróleo del que tanto se había hablado. El desplome del precio fue la consecuencia indeseada a la solución que se había aplicado al pico de petróleo convencional que se produjo en 2004-05. Un mundo más globalizado que nunca por la incorporación de China al comercio mundial demandaba más petróleo, y al no conseguirlo disparó su precio, lo que fue una de las causas fundamentales, si no la más importante, de la Gran Crisis Financiera de 2008. Sin petróleo la deuda no sirve para financiar el crecimiento ilimitado.
La solución a la falta de petróleo convencional fue la aplicación a gran escala de los métodos de "fracking" para extraer petróleo ligero de formaciones compactas en los EEUU. Pero a diferencia de los otros grandes productores, en los EEUU rigen las leyes de mercado, por lo que no fue posible evitar que los productores se cargaran de deuda e inundaran el mercado de un petróleo que, sin sustituir completamente al convencional, hundió los precios.
El coste de obtención del petróleo ha ido creciendo de forma acelerada desde que los campos gigantes iniciaron su declive y las técnicas para extraerlo son cada vez más complejas, tanto en tierra como de los fondos marinos, o las zonas heladas. Esto, por sí solo, es síntoma evidente de que estamos llegando al fondo del barril, y lo que queda, es más difícil y más caro de extraer. Solo la expansión de la deuda ha permitido sostener la producción. Yo pensaba que la extracción de petróleo a pérdida no duraría mucho, y por eso creí en su momento que el pico de petróleo llegaría enseguida. Pero las cosas de palacio van despacio, y el incremento mucho más allá de lo razonable del endeudamiento permite sostener actividades esenciales aunque resulten antieconómicas.
Los anglosajones tienen un dicho: "All good things must come to an end", que nosotros simplificamos como "todo lo bueno se acaba". El pico de petróleo llegó en 2018. Después llegó la pandemia de la COVID para confundirlo todo. Independientemente del origen de la pandemia, resulta muy conveniente para disimular y ocultar lo que resulta ser el problema más grave al que se enfrenta la humanidad.
El petróleo cumple en la economía la misma función que la sangre en el organismo. Lo transporta casi todo. La reducción del petróleo tiene el mismo efecto sobre la economía que la reducción del oxígeno o nutrientes en la sangre. Es como una anemia que nos priva progresivamente de lo necesario para funcionar normalmente hasta dejarnos postrados. De momento el mundo occidental se las apaña para que la reducción se la coman otros más débiles. Ciertas zonas del mundo se están desplomando, y las islas sin petróleo, como Sri Lanka, o los países con serios problemas son los más afectados.
3. El futuro del petróleo
Muchos economistas consideran el petróleo como una materia prima más de la economía, y ello lleva a una creencia generalizada de que la escasez de petróleo, como la de cualquier bien, se resuelve mediante la subida de su precio, lo que lleva a un incremento de su producción o a su sustitución. Sin embargo esta forma de ver el petróleo es errónea, porque las fuentes de energía no son un insumo más de la economía. Son lo que hace que todo funcione, y de todas las fuentes de energía, el petróleo es la más insustituíble, porque el transporte global depende del petróleo. De ahí que la geopolítica del mundo haya girado en torno al petróleo desde los años 30 del siglo pasado. Hitler invadió Rusia para conseguir petróleo, y Japón entró en la Segunda Guerra Mundial para conseguir petróleo. Desde entonces las guerras del petróleo han sido una constante.
La reducción de petróleo conlleva destrucción y simplificación de la economía, conforme los países y áreas económicas donde se hace un uso menos productivo del petróleo dejan de funcionar. Por tanto la disminución del petróleo conlleva destrucción de la demanda de petróleo. Dado el grado de interrelación en la economía, la destrucción de la demanda puede avanzar más deprisa que la disminución del petróleo, por lo que nos encontramos que a pesar de haber menos petróleo, su demanda se ve reducida y su precio es relativamente bajo.
El pico de petróleo de 2018 no viene forzado por la geología, sino por la economía. En el mundo aún queda suficiente petróleo para producir más que en 2018, pero ello requeriría un nivel de inversiones y esfuerzo económico que no van a tener lugar. De hecho las políticas van en dirección opuesta. Los objetivos climáticos pasan por desincentivar la producción y el consumo de los combustibles fósiles y los geopolíticos por reducir la producción de Irán y Rusia. La escasez de hallazgos de petróleo, inferiores al consumo desde hace décadas, la reducción de inversiones necesarias para mantener la producción, y el declive natural de los yacimientos en explotación hacen que cada mes que pasa sea más difícil volver a la producción de noviembre de 2018. Tengo muy pocas dudas de que el Pico de Petróleo tuvo lugar hace 5 años y de que constituye el acontecimiento más importante para la humanidad en siglos.
El declive natural de los campos pequeños en los países que producen poco petróleo y no reinvierten los beneficios en aumentar la producción es del 2%. Los campos gigantes saudíes tienen un declive natural del 8%, que consiguen reducir a un 2% gracias a técnicas de incremento de recuperación que básicamente acortan la vida del campo trayendo producción futura al presente. Hay también unos pocos países que están aumentando su producción. Fundamentalmente EEUU, Noruega, Canadá y Brasil.
De haber seguido su tendencia de este siglo, la producción debería ser de 86 millones de barriles diarios. En su lugar es de 81, un 6% inferior. A la economía le faltan 5 millones de barriles diarios. El crecimiento del PIB mundial en 1.000 $ requiere la adición de 0,4 barriles de petróleo. En ningún caso esta relación puede ser negativa. La reducción de petróleo no puede dar lugar a un crecimiento de la economía y constituye un serio obstáculo a que crezca por otros medios.
No podemos saber cuanto se va a reducir la producción mundial de petróleo ni como van a responder los precios. Un declive de tan solo un 1,2% anual, como el que muestra la figura 3, lleva a deshacer todo el incremento de este siglo en poco más de 12 años. A buen seguro el declive natural sería más rápido, pero cabe suponer que se va a seguir intentando reducirlo. No obstante, factores imprevistos como las guerras hacen que las predicciones sean poco fiables. A pesar de 5 años de tendencia negativa, los organismos internacionales aún predicen un incremento del petróleo más allá del pico de 2018. Yo no lo veo posible.
4. Consecuencias
2023 ha sido un año plagado de malas noticias para la transición energética, tanto para la solar, como la eólica y los coches eléctricos. No es que no se viera venir. La transición energética no resiste el mínimo análisis. No se puede sustituir una energía de alta densidad que funciona todo el tiempo por una energía de baja densidad intermitente y esperar que todo siga funcionando. Lo cual es una lástima porque una transición energética que funcionara nos vendría de perlas. Pero como decía el torero Rafael Guerra, "lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible".
En economía las previsiones no pueden darse por seguras hasta que no pasan, pero la inversión de la curva de tipos que comenzó en Julio de 2022 dura ya 370 días de trading, y es la segunda más larga tras la de 1978-80 de 423 días. Es un malísimo augurio de que los mercados descuentan un serio empeoramiento económico y, aunque se ha evitado una recesión en 2023, las espectativas de recesión para 2024 son mucho más altas.
La posibilidad de una nueva recesión tan pronto, tras la de 2020 debida a la pandemia indicaría un problema de fondo sin resolver, dado que lo normal es una recesión por década. Por supuesto no faltan problemas en el mundo. A la guerra de Ucrania se une el conflicto de Gaza, y siguen los problemas en las cadenas de suministros a los que ahora se une el ataque de los huties de Yemen a los barcos en el Mar Rojo. Pero siempre hay guerras y conflictos, y el factor que realmente tiene en común la situación presente con las frecuentes recesiones en el periodo de 1973-82 es que hay menos petróleo del que la economía necesita para crecer.
Es un problema que no admite solución alguna. Rusia sabía muy bien de este problema cuando inició la guerra. Es obvio que su petróleo sigue encontrando el camino al mercado mundial, aunque las sanciones afecten a sus ingresos y produción. Mientras, la guerra está estancada. En Ucrania cunde el desánimo, la guerra ya le ha costado a EEUU 111.000 millones de dólares, y al menos 50.000 millones a la UE. Una recesión dificultaría el masivo desembolso que nos cuesta sostener la guerra contra Rusia, y el fracaso del contrataque ucraniano de este año pesa mucho. Ucrania quiere movilizar medio millón de hombres más, y se plantea llamar a filas a los ucranianos en el extranjero. Está claro que las reservas humanas de Ucrania son más limitadas. En Occidente ya se plantean que Ucrania deberá ceder territorio a Rusia para acabar la guerra, como dejó escapar el jefe de gabinete del secretario general de la OTAN.
Puede que sea un ingenuo, pero si los líderes ucranianos surgidos del Euromaidán hubieran concedido a las regiones rusófilas al otro lado del Dnieper la mitad de la autonomía que tienen vascos, catalanes y gallegos, hubieran adoptado una política de neutralidad militar y de integración económica en la UE, todo el mundo en Ucrania sería hoy mucho más feliz. Por muy populares que sean, los malos líderes provocan destrozos que no tienen buen arreglo, y encima se les aplaude. Más nos vale que nos apliquemos el cuento.
El decrecimiento energético va a reducir nuestro nivel de vida de forma irremediable, y más vale que nos vayamos haciendo a la idea. De momento lo hace a través de la inflación resultante de la transmisión de la reducción energética a lo largo de toda la cadena de producción. Los activos reales se encarecen con respecto a los nominales. Lo que Calviño dijo en 2021 que era una inflación transitoria debida al fuerte crecimiento post-pandemia ha resultado un problema de largo recorrido. Sin embargo, yo estoy convencido de que a largo plazo, la destrucción económica resultante de la disminución de petróleo por fuerza ha de resultar fuertemente deflacionaria. La tendencia decreciente de la velocidad del dinero en este siglo, a pesar de su reciente repunte, apoyaría esta interpretación.
La UE, a pesar de ser muy deficitaria en energía, sostiene un nivel de vida muy superior a sus ingresos gracias a la emisión de deuda que el mundo todavía nos compra. El día en que dejen de hacerlo y exijan lo prestado llegará el temido ajuste de cuentas. Pero la subida de los tipos de interés tiene un efecto muy indeseado sobre los endeudados. En el presupuesto de la UE para 2024 el coste de los intereses de la deuda se ha duplicado. Antes de reducir gastos, la UE buscará incrementar los ingresos subiendo la presión fiscal. Para ello ya se baraja incrementar la tasa al carbono, el impuesto al aire que tanto daño ha hecho ya a la competitividad industrial europea. Al final resulta que ese dinero obtenido con la excusa del clima no va destinado a reducir las sequías e inundaciones, como si ello fuera posible, sino a financiar guerras, fabricantes de armamento y otros gastos "absolutamente necesarios" para sostener nuestro estilo de vida. La deuda española también incrementa su carga y la respuesta es dejar que la inflación incremente la presión fiscal. Y a pesar de tanta deuda y tanta presión fiscal, España es el país de la UE con la tasa de pobreza infantil más alta. Más nos valiera dedicarnos a apuntalar bien la economía ante lo que se avecina.
Una parte importante va a ser competir con otros países para conseguir el petróleo que necesitemos en un mercado en contracción. La postura generalizada es que se empobrezcan otros primero, aunque al final todos lo hagamos, es una política que en inglés tiene hasta nombre: "Beggar thy neighbour" o empobrece a tu vecino. Una mejor solución habría sido tener buenas relaciones con Rusia en vez de cabrearles metiendo a sus vecinos en la OTAN. Para un ruso es razonable pensar que Europa se preparaba para una tercera invasión. La historia pesa.
Un país como España, con una baja productividad laboral, compite mal en un uso productivo del petróleo, pero además dependemos muchísimo del turismo, que hace un uso dispensable del petróleo. Ya hay iniciativas para reducir los viajes en avión, como la prohibición en Francia de vuelos domésticos donde hay alternativa por tren. En un mundo con menos petróleo depender del turismo no parece lo más acertado.
Ante estas perspectivas creo que ahora más que nunca sería importante mantenernos unidos, como no deja de clamar en el desierto el rey Felipe VI. Pero independientemente de lo que nos traiga el futuro, yo os deseo a todos una Feliz Navidad y un próspero año 2024.