El debate, pues, en norteamérica está servido: ¿Es ético que una familia aún solvente abandone una hipoteca sólo porque puede encontrar hoy algo mejor por menos dinero? ¿Hay que reclamar el cumplimiento del compromiso hipotecario incluso cuando el mercado deja en evidencia la decisión de compra de esas familias? ¿Es sólo la bancarrota familiar el único argumento moralmente válido para incumplir el pago de un crédito hipotecario?
Desde luego, cuando eso ocurre, las entidades financieras de los EE.UU. miran con envidia la garantía personal de los créditos hipotecarios de este lado del Atlántico, obviamente. La misma envidia que siente una familia española, que compró un piso hace 3 años y se hipotecó hasta las cejas de sus hijos, por la facilidad que tiene su homóloga de California. Claro está que en España las entidades financieras se comen con patatas las hipotecas a inmigrantes que se marchan del país sin importarles en absoluto la garantía personal de todos sus bienes, y que en el mejor de los casos se pasan por el banco a dejar las llaves, con el coche ya cargado y el motor en marcha en la puerta de la entidad. Pero esos casos afortunadamente para las entidades financieras españolas son una minoría, y la mayoría de mortales están pillados en una deuda descomunal con un piso que comienza a ser un timo (el timo de la burbuja) en comparación con los precios del mercado presente, y sobre todo futuro. Podéis leer un montón de artículos referentes al universo hipotecario español escritos por el que más sabe de ésto por estos barrios: Echevarri.
Envidias hispanoamericanas aparte, el caso es que algunos agentes inmobiliarios defienden que el abandono voluntario de una deuda hipotecaria, sólo por el hecho de que el mercado haya demostrado que los flamantes pseudo-propietarios se equivocaron en la compra (también voluntaria) del inmueble, es inmoral y que además este fenómeno es una de las causas de la profundización de la crisis de crédito norteamericana.
Sin embargo (o con él), otros agentes inmobiliarios como Bob Hunt, que antes de su carrera inmobiliaria curiosamente fue profesor de ética y lógica en la University of Redlands, defienden que lo que no sería ético es el mantenimiento de los pagos de esas hipotecas cuando se están perjudicando claramente los intereses de la familia, anteponiendo éstos a los de las entidades financieras. Este razonamiento nos parece obvio, y el mantenimiento de una promesa (o cuotas hipotecarias), no es el valor moral más alto si dicho mantenimiento produce males mayores para el individuo o su familia. Y Hunt lo refuerza con el siguiente ejemplo: Si prometí dejarte mi pistola y ahora estás en claro peligro por un estado psicótico, romper mi promesa será lo correcto, mientras que el mantenimiento de dicha promesa sería algo falto de ética.
Además podemos encontrar también argumentos respecto al comportamiento abusivo histórico de las entidades financieras, que reducen la inmoralidad del incumplimiento por parte de sus clientes, aunque no obstante también los encontraríamos respecto a la irresponsabilidad a la hora de endeudarse de muchos hipotecados. Es también cierto que hasta hoy, la mayoría de defaults estratégicos se están produciendo en segundas y terceras residencias o en hipotecas hechas como inversión. Pero tiempo al tiempo.
En fin, el debate está servido. Y vosotros, ¿qué opináis?