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La teoría de la reflexividad o cómo entender a George Soros
Nuestras acciones vienen determinadas por nuestros pensamientos. Donde tenemos la cabeza acabaremos poniendo las manos. Y obviamente, esto tendrá consecuencias en el entorno que nos movemos, además de en uno mismo. La teoría de la reflexividad difundida por el especulador, filántropo y muchas veces filósofo George Soros nos habla sobre esta relación de la interpretación de la realidad y nuestras acciones, pudiendo ayudarnos a entender la realidad de los mercados. La historia de George soros desde luego es interesante, de sobreviviente del exterminio nazi a ser señalado como un actor principal que puso en jaque al Banco de Inglaterra con la caída de la libra en el año 1992, podemos entender que no es un inversor al uso. Lo que somos es el resultado de lo que vivimos y las vivencias de Soros (en realidad Schwartz, ya que la familia cambió su apellido para no ser identificados como judíos en medio de la represión nazi) se salen de lo normal. La teoría de la reflexividad, la cual sustenta la filosofía de inversión y de su vida como filántropo, ayudando en diversas causas, se basa entre otras premisas, en que los juicios y concepciones predominantes no tienen por qué ser ciertos. Esto es así a pesar de ser promulgados como verdades fundamentales. Alguien que vivió bajo el dominio de las ideas nazis seguro que puede entender muy bien esto.
Una de las ideas fundamentales de la teoría de la reflexividad está en la idea de la falibilidad, lo contrario a la infalibilidad. Según esta idea el conocimiento que podemos adquirir para tomar decisiones no es suficiente para guiarnos. Un ser humano tomará sus decisiones en base a su interpretación de la realidad, nunca en base a un conocimiento perfecto. Aquí podemos decir que radica la teoría de la reflexividad. Si los participantes pudieran decidir en base a un conocimiento absoluto no habría el elemento de incertidumbre característico del proceso de toma de decisiones.
La reflexividad hace distinción entre dos funciones. En primer lugar, la función cognitiva. Los participantes al no ser capaces de tener acceso ni procesar toda la información disponible tienen que hacer una interpretación de la realidad. Esto es lo que podría llamarse conocimiento. Y en segundo lugar distingue la función manipulativa (años atrás cuando Soros comenzó a popularizar su filosofía de inversión la llamó función participativa). Todos queremos influir en el mundo y “manipularlo” para beneficio propio. No obstante, estas decisiones se realizarán no en base a conocimiento sino en base a una interpretación subjetiva, de la parte del mismo, a la que tienen acceso. A pesar de que pudieran parecer independientes en realidad tienen interrelación una con otra y se alimentan mutuamente.
No obstante, aunque sus decisiones son dirigidas por la interpretación que hacen de la realidad, no en base a la realidad misma, estas terminarán influyendo en la realidad. Así tienen una y otra una relación circular.
Ahora podemos entender una frase que repite constantemente y que ha definido muy bien alguna de sus operaciones: “identifica una tendencia cuya premisa sea falsa y apuesta tu dinero contra ella”. Un coloso del trading, desde luego.