“No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”; lema que inspiró a Deng Xiaoping para poner en marcha sus reformas en China en 1978, las cuales fueron el pistoletazo de salida para una economía que por aquel entonces era predominantemente rural y planificada; un país empobrecido, pero con un activo sumamente valioso que sería determinante para sacar a aquel país de la pobreza y situarlo en el pódium del liderazgo económico mundial: su “estrategia”.
Esa estrategia denominada “Reforma y Apertura” (Gaige Kaifang 改革开放) buscó modernizar a China introduciendo elementos de libre mercado bajo un sistema socialista. Sus principales componentes fueron:
· Apertura al comercio exterior e inversión extranjera.
· Creación de Zonas Económicas Especiales (ZES) para atraer capital.
· Privatización de empresas estatales.
· Reformas en sectores clave como la agricultura mediante la descolectivización de la tierra.
· Modernización de la industria.
Una combinación entre modernización económica, y preservación del control político a cargo del Partido Comunista.
Menos de cinco décadas después, vemos cómo el gigante asiático no solo fue capaz de sacar a sus habitantes de la extrema pobreza (que por aquel entonces representaban un 80% de la población), sino que logró situarse como la segunda economía del mundo.
Una estrategia sutil
Año tras año, ingenuamente los países occidentales han ido trasladando gran parte de sus capitales productivos estratégicos hacia el país asiático, motivados en gran parte por unas sociedades consumistas que para incrementar su capacidad de consumo presionaban para abaratar los precios de los productos, sin importar el régimen político del país manufacturero ni las condiciones laborales a las que debían someterse los trabajadores que producían esos bienes que demanda la sociedad occidental.
Pero como lo barato siempre sale caro, demandando precios excesivamente bajos sin analizar el motivo por el cual son tan reducidos -porque, al fin y al cabo, “nadie da duros a peseta”- nos ha llevado a perder industrias, puestos de trabajo, oportunidades laborales, competitividad en determinados sectores, y poder de compra al reducirse las ofertas de trabajo; lo que implica que finalmente ahora sí se necesiten precios bajos para poder acceder a bienes que de otra forma ya no se podría tener acceso.
Esa posible “avaricia” por parte de nuestra sociedad, es la que nos ha motivado a ir dejando industrias clave en manos de un jugador estratégico que desde el primer momento tenía muy claro su objetivo de posicionarse como un actor indispensable para el comercio mundial. La diferencia entre tener un plan, o ir improvisando a medida que se van dando las circunstancias…
A mi juicio, las sociedades occidentales hemos ido alimentando a ese gigante asiático sin darnos cuenta, incrementando nuestra dependencia hasta tal punto que ante una crisis sanitaria como lo fue la pandemia de 2020, no éramos capaces ni de fabricar suficientes mascarillas de calidad para proteger a nuestra población, dado que dependíamos de las mascarillas provenientes de China.
Fue a partir de esa crisis sanitaria cuando en Europa nos dimos cuenta que no teníamos industria de semiconductores para seguir manteniendo nuestra producción de vehículos, o mascarillas y principios activos farmacéuticos, o material médico básico (ej.: jeringas, guantes, termómetros, etc.), por citar algunos ejemplos.
Si no puedes contra ellos, úneteles…
Con el transcurso de los años, China ha logrado pasar de un modelo industrial meramente ensamblador que requería mano de obra poco cualificada, a una industria altamente desarrollada y competitiva; lo que hace que sea muy difícil competir con la industria de aquel país y con su economía, dado que a la vista está que si se intenta restringir sus capacidades económicas por medio de la imposición de aranceles, a estas alturas el peso de aquella economía es tan significativo que dispone de suficiente poder como para responder con contundencia a todo aquel que intente desafiarle.
En estos momentos, China se ha consolidado como la única superpotencia manufacturera mundial, produciendo más que el conjunto de los países que componen el G7, según la OCDE (2023).
A su vez, la participación de China en la producción mundial se incrementó en detrimento de la participación de los 10 principales productores, tal como se puede observar en la siguiente gráfica:
Si bien se prevé que hasta el 2030 las tasas de crecimiento para China sean más moderadas, el próximo año 2026 se espera que crezca entre un 4% y un 5%; lo que le posicionaría como la segunda economía con más crecimiento después de India, y sin contar con que los mayores yacimientos de tierras raras (esenciales para el desarrollo de la tecnología moderna) se encuentran bajo su dominio, entre otras industrias estratégicas.
Con todos esos datos, es innegable el potencial de crecimiento que mantiene el gigante asiático, y sería una falta de visión no incluir en nuestro radar de inversiones a quien se disputa el puesto de primera economía del mundo con Estados Unidos.
Es por eso que, así como Deng Xiaoping estableció una estrategia a largo plazo para el desarrollo de su país, he decidido establecer una estrategia de inversión a largo plazo para el desarrollo de mi cartera, con el fin de aprovechar ese crecimiento del gigante asiático. Pero como desconozco las particularidades de aquel país, prefiero hacerlo a través de un Fondo de Inversión, de la mano de sus gestores especializados en aquella economía.
Pictet China Index
Desde su lanzamiento en diciembre de 2017, el fondo de renta variable china Pictet China Index busca replicar completamente el índice MSCI China, invirtiendo en una cartera que incluya todos (o la mayoría) de los componentes del índice, incluidos los dividendos netos reinvertidos. También puede usar derivados con fines de inversión y cobertura.
Al tratarse de un fondo de gestión pasiva, su objetivo de inversión consiste en construir una cartera lo más cercana posible a una cartera plenamente replicada, y en minimizar el error de seguimiento (diferencia entre la rentabilidad de la clase de Acciones y la del índice de referencia).
La comparativa entre su evolución y la evolución del índice de referencia puedes verla en la siguiente gráfica:
Las rentabilidades anualizadas alcanzadas por el fondo al 6 de noviembre de 2025, son las que se observan a continuación:
En cuanto al nivel de riesgo del fondo, éste se sitúa en un 5 dentro de la escala del 1 al 7, presentando una beta de 0,99 y una volatilidad anualizada (durante 3 años) del 26,64%.
Para optimizar la rentabilidad de la inversión, he acudido al Supermercado de Fondos de Inversión de EBN Banco, y de esa manera localizar la clase más barata del fondo. Una vez localizada, paso a facilitarte los datos y condiciones de este vehículo de inversión si lo contratas directamente desde el portal de EBN Banco, al que puedes acceder a través del siguiente enlace: https://www.ebnbanco.com/fondos-inversion/pictet-china-index-i-eur-cap-lu0625737753/
Gestionado por Pictet Asset Management (Europe) S.A., la cartera del fondo cuenta con las siguientes diez principales posiciones:
El plazo de permanencia recomendado por la sociedad gestora es de 7 años. Pero antes de tomar cualquier decisión de inversión, te recomiendo consultar con tu asesor financiero de confianza, para que juntos puedan evaluar los pormenores del fondo, y tomar así una decisión que se ajuste a tus circunstancias.
Y como conclusión, me gustaría resaltar que si algo ha demostrado China es que los grandes resultados no llegan por casualidad, sino por la aplicación de una estrategia, paciencia y una buena planificación. Al final, mientras algunos siguen decidiendo su futuro económico con la misma improvisación con la que eligen qué serie ver en Netflix, otros llevan décadas ejecutando un plan milimétrico. Y claro… así cualquiera termina fabricando y vendiéndoles los televisores a aquellos que deciden a último momento, qué serie mirar.
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