El
objetivo de inversión hace referencia a las
metas, intenciones o propósitos que un inversor tiene en mente a la hora de “colocar” su dinero en un determinado producto financiero como son los
fondos de inversión. Este propósito es fundamental para que las empresas de servicios de inversión
establezcan la estrategia más adecuada para que sus clientes puedan alcanzar sus objetivos teniendo en cuenta una serie de parámetros como, por ejemplo, la tolerancia al riesgo.
En líneas generales,
existen tres tipos de objetivos de inversión: seguridad, crecimiento e ingresos. Tener claro el objetivo de inversión ayuda a tomar mejores decisiones. Por ejemplo, un
inversor que quiera seguridad puede apostar por la conservación de capital y la renta fija, aceptando que el dinero no va a tener un alto rendimiento. Por el contrario, si el inversor quiere incrementar su capital a lo largo del tiempo puede apostar por la renta variable a largo plazo y obtener ganancias.
Tener el objetivo de inversión bien definido implica que el inversor es consciente de los riesgos y costes de la inversión, lo que le ayuda a ser más realista a la hora de conocer sus necesidades y metas.