Decíamos la semana pasada que en nuestra opinión, tanto el petróleo como el gas deberían encontrar en algún momento un cierto techo en su espectacular subida pero que las espirales de materias primas, ya sean al alza o a la baja, suelen ser violentas y es difícil saber dónde paran. Efectivamente el precio del petróleo ha seguido subiendo esta última semana si bien el del gas, tras alzas en la primera parte de la semana, ha terminado cerrando el pasado viernes en niveles similares a los de la semana anterior, tras asegurar Putin que suministrará el gas necesario a Europa, calmando así al menos momentáneamente a los mercados de energía y electricidad.
Pero al pasado lunes apareció un nuevo foco de inquietud, en un segmento muy distinto del mercado, el de las grandes tecnológicas. En concreto Facebook tuvo que sufrir en el mismo día el doble impacto de la acusación hecha por una antigua empleada de estar priorizando claramente los intereses de la compañía sobre los de los clientes y de un corte de varias horas en sus redes de Instagram y WhatsApp. La cotización cayó casi un 5% en la sesión.
Tal y como se ve en el Gráfico Facebook alcanzo sus máximos a fin de agosto y a partir de ahí ha entrado en una fase de corrección muy intensa que le ha llevado a perder casi el 15% desde máximos. Aunque no es la primera vez que Facebook y su modelo de negocio están bajo el escrutinio público, lo que sucedió el lunes pasado nos obliga necesariamente a hacernos algunas preguntas.
¿Vamos hacia una sociedad en la que nuestras vidas estarán dirigidas por los algoritmos de una cuántas multinacionales americanas o chinas a las que hemos dado nuestros datos? ¿Debemos poner nuestro futuro en manos de plataformas vulnerables, que pueden ser víctimas de ataques externo o de fallos internos como el de Facebook el pasado lunes? ¿Estamos cayendo, como dice el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han, en una dominación que aparentemente nos es presentada como libertad? ¿Se están convirtiendo los smartphones, como sostiene este mismo filósofo, en prisiones digitales? ¿Es esta la sociedad digital que deseamos?
Son preguntas difíciles de responder, pero que requieren una reflexión que vaya más allá de la aceptación sumisa de un entorno digital que tiene numerosas ventajas, pero encierra también serios peligros.
Somos fervientes defensores de la innovación y la tecnología y pensamos que, quien desee crear valor a futuro, debe invertir una parte de su patrimonio en compañías tecnológicas. Pero tal vez la euforia post Covid haya llevado las valoraciones de muchas compañías demasiado lejos, obligándolas a entrar en modelos de negocio que no son sostenibles.
