Criptomonedas: ¿en qué punto nos encontramos?

El mundo de las finanzas está cada vez más interesado en el bitcoin y otras criptomonedas, que algunos investigadores perciben como un nuevo valor refugio. Pero este entusiasmo no nos debe hacer olvidar los riesgos y la volatilidad de estos activos digitales.

Se llaman Bitcoin, Ethereum, Litecoin… Las criptomonedas, observadas con cautela por los grandes actores de las finanzas desde su creación en 2009, han ido ganando terreno progresivamente y han popularizado su modelo.
 

En octubre de 2020, el anuncio causó un gran revuelo en el universo de las criptomonedas: el gigante de los pagos por Internet PayPal declaró estar dispuesto a ofrecer a sus usuarios estadounidenses la opción de comprar, conservar y vender monedas virtuales frente a las divisas clásicas. Y también, más adelante, la opción de pagar sus compras con esas criptomonedas. Una iniciativa susceptible de desarrollar rápidamente el uso del bitcoin y de sus avatares. Actualmente, el 2 % de los estadounidenses posee criptomonedas, y un 4 % de estos son menores de 30 años o «milennials».
 

El tema también despierta el interés del mundo de las finanzas. Coinbase, la plataforma de compra de criptomonedas más popular, está trabajando en su salida a Bolsa y algunos analistas han estimado el valor de la empresa en... 58.000 millones de dólares. Números que dan vértigo y que despiertan el interés de varios grandes nombres de las finanzas, quienes están creando fondos de inversión específicos, reservados a inversores particulares con grandes fortunas y a inversores institucionales.

 

 

Ya se ha perdido la cuenta de las fundaciones, family offices y universidades dispuestas a dedicar una parte de sus fondos a este tipo de activos. Varios bancos centrales, entre ellos el Banco Central Europeo, están también investigando el tema y prevén crear su propia moneda digital, para contrarrestar mejor las iniciativas privadas. Y es que una de las virtudes que los inversores atribuyen a estas monedas descentralizadas es precisamente la ausencia de regulación, de intermediación bancaria y de dependencia de las instituciones.
 

Al no estar emitidas por los bancos centrales, sus tenedores esperan que las criptomonedas se comporten de manera contracíclica. En el caso de que se produjese una fuerte caída de las divisas nacionales tradicionales, apostarán por su resistencia. Para ellos, las criptomonedas se han convertido en un valor refugio, de la misma manera que el oro. Por tanto, las consideran un activo de diversificación interesante, particularmente para los países cuyas monedas sufren frecuentes devaluaciones.
 

Por tanto, a día de hoy, mientras el bitcoin se dispara, son los inversores institucionales y las sociedades financieras tradicionales quienes compran de forma masiva en las plataformas, sosteniendo probablemente este fuerte repunte. En enero de 2020, la cotización del bitcoin estaba en torno a los 9.000 dólares. El 3 de enero de 2021, superó en una sesión el umbral de los 34.000 dólares. Sin embargo, aunque sean virtuales, los árboles no pueden crecer hasta el cielo.

Los inversores deben ser muy prudentes
 

 

Los ahorradores interesados no deben perder de vista determinados grandes principios del sentido común.
 

Las entidades financieras y las grandes fortunas están invirtiendo en el bitcoin, un mercado que ya no pueden ignorar. Pero solo invierten partes muy pequeñas de sus carteras. Es necesario adoptar la misma prudencia, es decir, invertir tan solo las cantidades que uno se pueda permitir perder, y además contar con unos conocimientos sólidos sobre la materia. En efecto, la comprensión de los mecanismos que se usan en el sector de las criptomonedas requiere un análisis en profundidad, que las entidades financieras y las grandes fortunas pueden permitirse sin problemas, pero que no está al alcance de todos los inversores. No olvidemos que las criptomonedas no están reguladas en absoluto y se basan exclusivamente en redes extrabursátiles.
 

Asimismo, el número de bitcoins en circulación nunca podrá superar los 21 millones (actualmente, se han emitido 18 millones). Este efecto de escasez alimenta la idea entre algunos inversores de que la cotización del bitcoin nunca dejará de dispararse. Pero el único motivo por el que el valor de un activo aumenta es porque está muy demandado. Si muchos inversores pierden interés en él, o si los comerciantes deciden dejar de aceptarlo, perderá mucho valor y sus tenedores se encontrarán sin saber qué hacer con un activo totalmente depreciado.
 

Por último, si la trayectoria del bitcoin, a pesar de sus altibajos, suscita tanta codicia, no debemos olvidar que se han registrado más de 2.000 criptomonedas y que todas no se comportan de la misma manera.