Curiosidades inmobiliarias
ËRase una vez una ciudad del norte de España, en cuyo municipio existía una zona rural.
Los lugareños de la zona rural eran poseedores de fincas rústicas de diversas dimensiones, en las que podían existir algunas viviendas unifamiliares que constituían su domicilio habitual.
Algunos de ellos llegaron a pensar en la posibilidad de aumentar la superficie construida en su finca, bien recreciendo su propia vivienda o mediante una nueva construcción que pudieran ser utilizadas por sus familiares, posiblemente descendientes.
Su ayuntamiento no lo vio con buenos ojos, esgrimiendo el argumento de que la zona rural debería conservarse como tal y por tanto las cosas deberían permanecer como estaban.
Curiosamente ese mismo ayuntamiento, en algún momento posterior, llega a la conclusión de que la ciudad necesita crecer para dar cobijo a gran parte de su población que desea emanciparse, pero como tiene recursos limitados habrá que buscar suelo barato a la medida de sus posibilidades.
Piensan las cabezas pensantes de la corporación municipal que sería de justicia democrática satisfacer tales necesidades y que por ello habrá que recurrir a la expropiación forzosa para la consecución de tan honorables fines.
Como hay que procurar que nadie se enriquezca desmesuradamente, se decide que los terrenos de alguna zona rural próxima a la ciudad serían los adecuados, ya que no supondrían un excesivo coste para el erario público.
Se abona un rústico precio a los paletos rurales del lugar, para que se vayan con su música a otra parte y seguidamente se procede a la recalificación de los terrenos, con la inestimable ayuda del gobierno amigo de la comunidad autónoma. De este modo se alcanza la plena justicia social, pues todos los beneficios de la operación revierten en el órgano municipal que se encargará de adjudicar convenientemente el suelo disponible a los colaboradores necesarios, constructores y promotores del lugar.
Aunque finalmente parece que algunas parcelas se distrajeron del altruista fin, pasando a ser subastadas para su colocación ladrillera en el mercado libre. O puede que, curiosidades de la vida, no del todo:
http://www.lne.es/gijon/2009/12/31/pisos-proteccion-piscina/854265.html
Y casi todos fueron felices y comieron perdices, al menos hasta el momento de hipotecarse.