Cuando uno asiste con convicción a la caída de uno de los valores que tiene en cartera acaba pensando aquello de que la fórmula más sencilla y tramposa de mantener la felicidad entre las manos es la resistencia. El precio de las acciones de Repsol alcanzó a finales de septiembre casi los 16 euros, desde entonces el valor ha caído hasta perder los 13 euros esta semana, consecuencia lógica de que en ese mismo periodo el crudo haya pasado de 90 dólares a poco más de 70. Incluso podríamos tener el precio del barril de petróleo a la mitad de no ser por la acción concertada de la OPEP+, que de no haber cerrado el grifo pondría en el mercado 3,6 millones de barriles más al día de producción. Pero en ocasiones el mejor luchador no es el que pega más fuerte sino el que mejor encaja los golpes, y esto es algo que le sucede a Repsol. La petrolera se está abaratando de forma acelerada más de lo que caen sus previsiones de beneficio. Lógicamente se han minimizado las ganancias atípicas de un año excepcional como el 2022, que incluso permitieron que la petrolera española se pusiese a la cabeza del beneficio bruto de la bolsa española –por encima de Iberdrola y Telefónica–. De hacer un ebitda de más de 13.000 millones, el mercado espera ahora para el pasado año 9.800 millones. Resultado que se irá reduciendo, hasta los 8.500 en 2025. En la línea del beneficio pasará de ganar 4.400 millones en 2023, hasta los 3.000 millones el año que viene. Este fuerte recorte de las previsiones es el que conduce la caída del título, pero el abaratamiento bursátil es más acusado. Repsol se paga en los precios actuales a poco más de 3,5 veces beneficios, pero es que proyectados los resultados de 2025 lo hace a menos de 5 veces sus ganancias. La caída, además, resuelve uno de los lastres con los que comenzaba la petrolera el curso pasado: la baja rentabilidad por dividendo de la compañía sin incluir recompra de acciones. La retribución directa que ahora le llega al accionista de Repsol supera el 5,75%. Y con la previsión de los analistas –que además está mejorando– de 90 céntimos para 2025, la remuneración se va al 7%. Los gestores que tienen en sus carteras a Repsol compran el argumento de que la compañía no está haciendo ninguna locura en términos de rentabilidad en la transición de una empresa que se dedica al negocio del petróleo y el gas hacia un negocio con cero emisiones netas a través de la generación de energía con fuentes renovables. La inversión en proyectos sostenibles sigue su curso para la firma integrada española, con el objetivo de tener 6 GW de potencia renovables instalada en 2025 y 20 GW en 2030 –el 22 de febrero se actualizará el nuevo plan estratégico–. La rentabilidad de los proyectos sostenibles sobre el capital utilizado sigue madurando, ya se acerca el 10%, frente al 15% que se logra con el negocio tradicional de las petroleras integradas.
el economista 13 de enero , joaquin gomez