Y todo ello ocurre a pesar del "encomiable" empeño del Gobierno en buscarle el suelo a la caída de precios poniendo encima de la mesa medidas para precipitar las decisiones de compra de los más indecisos: práctica supresión de la deducción fiscal por compra en 2011 y subida del IVA a julio de 2010.
Y ni aún con estas se consigue detener la sangría de bajada de precios, y eso que con un Euríbor en mínimos históricos como el actual, debería servir para reactivar con fuerza la demanda. De hecho, la cuota hipotecaria mensual lleva abarantándose en casi un tercio respecto a los mínimos de hace un año. Pero esta tendencia bajista del Euríbor tiene los días contados. En breve, con la recuperación económica que se avecina para el resto de Europa y con el Banco Central Europeo desentendiéndose de seguir inyectando más euros en el sistema financiero, el Euríbor va a comenzar a repuntar. Y claro, un Euríbor al alza va a suponer de nuevo un lastre importante para la concesión de hipotecas, y por ende, para que los precios de los pisos se recuperen. De la misma forma que el dinero barato propició la burbuja inmobiliaria, la acechante subida del Euríbor puede ser el desencadenante del desplome final del sector.
Y si a este letal cóctel para el sector ladrillil le agregamos otros ingredientes conocidos por todos: tardía salida de la crisis de España, alta tasa de paro, salarios mileuristas, stock de casi dos millones de viviendas, restricción de crédito, unos precios que siguen inaccesibles para la demanda y que todavía no han bajado al nivel de otros paises con menos burbujón inmobiliario que España, expectativas bajistas en los precios, una demanda inmigratoria que se diluye, etc.., el brevaje resultante es puro veneno para el sector.
Toca acelerar el ajuste de precios iniciado hace dos/tres años, y ni aún con estas, hay garantías de poder dar salida a todo el stock generado en los años de orgía inmobiliaria. Y tengámoslo claro, hasta que la vivienda no toque suelo y el sector se normalice, nuestra economía seguirá sin levantar cabeza.
Y el necesario ajuste de precios no se producirá hasta que los vendedores no asuman el primer principio de la economía (oferta mayor que demanda igual a caída de precios) y el Gobierno no se borre del mapa y deje caer los precios sin interferir. En última instancia, el tocho viene a ser como la bolsa, y muchas veces hay que entender que no hay más remedio que desprenderse de los activos con pérdidas para no seguir perdiendo más.