Ayer por la noche tuve la suerte de poder asistir a una representación del musical de Grease, cosa que recomiendo hacer a todo aquel que tenga oportunidad.
El caso es que, una vez acabada la obra y de camino a casa (me pilla un poco lejos) me dio por darle vueltas al papel que Danny representa dentro de la obra y su “doble juego” cuando está con Sandy o con sus amigos y, lo crean o no, me vino a la cabeza la actuación que tienen muchas empresas cuando tienen que presentar sus cuentas a los bancos a la hora de buscar financiación o renovar alguna de sus líneas existentes.
Ya hemos hablado en varias ocasiones de la confianza como pilar principal a la hora de llevar una buena relación con nuestras entidades financieras. Dicha confianza de debe de ir ganando día a día, acto a acto, operación a operación. Una sólida confianza trabajada y obtenida a lo largo de muchos años se puede ir al traste en el momento en que, por alguna de las partes, se realice una mínima actuación que genere dudas o engaño.
¿Hasta qué punto es cierta la frase “si quieres obtener dinero del banco lo primero que debes de aparentar es que no lo necesitas”?. Si realmente no lo necesitas, ¿para qué lo pides?
A una negociación bancaria se debe ir con datos reales, creíbles y demostrables. Además de las diferentes formas que tienen las entidades para poder contrastar nuestros estados financieros, cualquier “error bienintencionado” que se nos haya colado entre nuestro dossier puede llevar a dicha entidad a desconfiar por completo del resto del mismo, destrozando una relación de confianza y cerrándonos las puertas, ojo, no sólo a dicha entidad, sino a muchas otras, pues entre ellas se intercambian información sobre posibles posiciones fraudulentas y/o de morosidad.
A lo largo de mi vida he tenido oportunidad de analizar, ver y contrastar infinidad de balances con bastantes datos “sospechosos” de estar erróneos (inventarios excesivos, ventas superiores al IVA declarado, incrementos exponenciales de facturación, volúmenes inasumibles con la dimensión de la empresa, y un largo etcétera de despropósitos). Ni que decir tienen que dichos balances han ido directamente a la papelera (y no a la del escritorio de Windows precisamente, que de ésta se pueden recuperar). En alguno de los casos, llevando a tomar la decisión de cerrar líneas de crédito ya existentes en lugar de renovarlas o aumentarlas.
Por favor, seamos serios. Recordemos aquello de que “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo” y asumamos de una vez que si un proyecto/empresa/cometido no es rentable, no lo será por mucho que nos empeñemos en disfrazarlo. El papel es muy sufrido y los números pueden dar el resultado que nos de la gana, pero la realidad es la que se ha impuesto.
Ah, y por supuesto, a partir de ahora, cambien la frase de ““si quieres obtener dinero del banco lo primero que debes de aparentar es que no lo necesitas”, por otra que diga: “si quieres obtener dinero del banco lo primero que debes demostrarle es que vas a ser capaz de devolvérselo”.