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La madrugada del próximo domingo al lunes, mientras la gran mayoría de ciudadanos se acomodarán en los brazos de Morfeo, algo más de cien millones de aficionados a la NFL nos sentaremos en el sillón, frente al televisor, para vivir lo que será el merecido colofón a una brillante temporada de fútbol americano. En esta ocasión será la piadosa ciudad de Las Vegas la que acoja la LVIII edición de la Super Bowl. El esperado choque enfrentará a los Kansas City Chiefs y los San Francisco 49ers. Será solo una final, pero no únicamente una final. El partido designará al mejor equipo de la temporada pero, al mismo tiempo, significará la revancha de la Super Bowl disputada hace cuatro años y en la que los de Kansas superaron a los de la bahía, remontando la mayor diferencia de puntos en una final. Será también una cuestión generacional para la afición europea. Como tantos otros, me aficioné a este deporte allá por los ochenta cuando TV3 -como el resto de televisiones continentales-, inició las retransmisiones de este deporte, primero en forma de largos resúmenes y posteriormente ofreciendo en directo la esperada final. Por aquel entonces, los niners de Joe Montana -y posteriormente Steve Young-, Jerry Rice, Dwight Clark o Ronnie Loft, con Eddie DeBartolo en los despachos y el inolvidable Bill Walsh en la dirección del equipo, establecieron una de las dinastías más poderosas de la liga conquistando cinco anillos en apenas once años. Así que, si este deporte te enganchó en lo que fueron “nuestros inicios”, tu equipo es y serán por siempre jamás los 49ers. Por el contrario, los Chiefs han mantenido un perfil bajo -a excepción del título de 1970-, hasta que hace algunas temporadas empezaron a construir un equipo a través de la contratación del excelente head coach, Andy Reid, conjuntando una buena defensa y seleccionando en el draft a uno de esos quarterbacks indomables, capaces de cambiar un partido en un abrir y cerrar de ojos, Patrick Mahomes. Si obras son amores y no buenas razones, los dos anillos conquistados en las tres finales disputadas por los Chiefs en los últimos cuatro años son buena prueba de ello. Espectacular.
 
De entre los cientos de indicadores que se crean a fin de profetizar qué dirección tomará el mercado, siempre he considerado como el mayor de los sinsentidos el hecho de vincular el rendimiento de un activo -en este caso los principales índices norteamericanos-, con la procedencia del nuevo campeón de la NFL. La descabellada teoría que hoy traigo se atribuye a un periodista de origen ruso, Leonard Koppett quien, trabajando para The New York Times, estableció en 1978 y como divertimento, una sencilla relación entre estas dos variables: el mercado sería alcista ese año siempre y cuando un equipo de la llamada NFL original se alzara con el anillo de campeón. En realidad, lo que el bueno de Koppett intentaba demostrar era el error que supone confundir correlación con causalidad. Pero, como si de un mal conjuro se tratara, la hipótesis acabó por escapar de su control.
 
Hoy la NFL -National Football League-, es un campeonato de fútbol americano en el que compiten treinta y dos franquicias distribuidas en dos conferencias, la AFC -American Football Conference-, y la NFC -National Football Conference-. Cada conferencia se subdivide en cuatro divisiones (Norte, Sur, Este y Oeste), integradas por otros tantos equipos. Sin embargo, antes de la fusión que en 1970 dio paso a la estructura actual, los equipos se distribuían en dos competiciones independientes: la AFL -American Football League- y la NFL -National Football League-. Los equipos de aquella NFL originaria fueron los Dallas Cowboys Atlanta Falcons, New York Giants, Baltimore Colts (ahora Indianapolis Colts), Philadelphia Eagles, Chicago Bears, Pittsburgh Steelers, Cleveland Browns (ahora Baltimore Ravens), Detroit Lions, St. Louis Cardinals (ahora Arizona Cardinals), Green Bay Packers, Los Angeles Rams, Minnesota Vikings, San Francisco 49ers y Washington Redskins (ahora Washington Commanders).

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Según la peregrina idea que estamos asumiendo, una victoria del equipo de Minnesota, Cleveland o Detroit, condicionaría la actitud de los inversores mucho más que el triunfo en Cincinnati, Jacksonville, Seattle o Tampa. Tamaña estupidez solo podía tener un punto débil: que su tasa de acierto se situara muy por encima de lo esperada. Y, efectivamente, así sucedió. Considerando todas las ediciones, el indicador de la Super Bowl mantiene un acierto del 70%, unas cifras que se sitúan en el nivel de infalibilidad hasta 1989 -y eso son 23 años de competición- y del 93% de puntería hasta 1997. Las correlaciones entre diferentes variables pueden establecerse de forma aleatoria y mostrar una solidez como la que observamos en este ejemplo. No existirá ninguna lógica entre ambos factores, pero esta correlación puede mostrar absoluta fortaleza durante un considerable espacio de tiempo. Y, de la misma forma que se establece, desaparece. A partir de 1998 y hasta el 2013 entramos en un periodo de estabilización en la ratio de éxito, disminuyendo su rendimiento para situarse en un estándar del 55%. Desde aquel momento hasta la actualidad, la hipótesis se da la vuelta registrando un 100% de fallos con lo que uno supone que ahora funcionaría la inversa del planteamiento inicial.
 
Una explicación lógica a esta curiosa correlación reside en considerar que, siempre que uno se base en un mercado alcista, tendrá una mayor probabilidad de que este resultado sea “anticipado” por una variable de alta probabilidad. Y, si tenemos en cuenta que los inicios de la liga se caracterizaron por una superioridad de los equipos de la primigenia NFL, tendremos una primera explicación del por qué de brillante tasa de aciertos. El mercado norteamericano, con el paso de las décadas, ha mantenido su tendencia creciente de fondo, pero es una evidencia que la liga de fútbol ha evolucionado, equilibrando las fuerzas de los contendientes entre las dos conferencias, lo que ha supuesto que el fabuloso indicador de la Super Bowl se haya venido abajo.
 
Si siguen siendo fieles a esta hipótesis, su corazón estará al lado de los 49ers aunque solo sea para lanzarse al mercado al día siguiente y comprar su mejor selección de valores. Si le gusta el fútbol americano y decide apoyar a los que visten de red and gold, le agradeceré su apoyo. Y si el final de este espectáculo que constituye la Super Bowl, en justa lid son los de Kansas los que se lleven el gato al agua, recibirán mi sincera felicitación.

¿Quién le ha dado vela en este entierro?
¿Quién le ha dado vela en este entierro?


NOTA. Curiosamente 'Gemini -la inteligencia artificial desarrollada por Google-, se atreve a pronosticar el resultado final del enfrentamiento, sin ni siquiera preguntarle. Tenemos enemigos por todos lados...
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