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Solo arriesgo mi vida, nunca mi dinero

En una única ocasión he arriesgado todo mi dinero. Fue una calurosa noche de agosto del 2010 cuando, por alguna razón, fui invitado a la inauguración del nuevo casino de CIRSA en Valencia. Tras un rato deambulando entre aquellas salas repletas de estridentes maquinitas, no se me ocurrió mejor forma de combatir el aburrimiento que me invadía acercándome a la mesa de la ruleta. Tras unos minutos contemplando cómo jugaban el resto de los participantes, me decidí a dejar algunas fichas en la casilla “PAR”. Era consciente de que entregaba mi destino a la diosa Fortuna pues mi probabilidad de éxito era del 48,6%. Se trataba de doblar mi capital o perder todo lo apostado. Quizá sea por esa razón por la que, de forma obsesiva siempre preciso que, en los mercados, se invierte, se opera o, si lo prefiere, se especula, pero jamás se apuesta. 
 
El riesgo en inversión es inherente a esta actividad y se refiere a la posibilidad de que el rendimiento real de una inversión difiera del rendimiento esperado.  Por lo tanto, si somos capaces de gestionar dicho riesgo obtendremos, en el entorno volátil de los mercados de valores, dos claros beneficios: proteger el capital invertido y minimizar las pérdidas potenciales. Comprenderá que la defensa de nuestro patrimonio es extremadamente importante ya que este, ni es ilimitado, ni de fácil restitución. La ausencia de gestión del riesgo, cuando hablamos de nuestros ahorros, la herencia de nuestros padres, el patrimonio familiar o el capital de algunos amigos, es un acto absolutamente irresponsable. Por ello, no es casual que una de las citas más populares de Warren Buffett sea: “norma número 1, protege tu dinero; norma número 2, recuerda la norma número 1”. Por otro lado, dado que es imposible invertir sin riesgo, cualquier control que minimice la cuantía de las posibles pérdidas estará preservando los recursos financieros disponibles para futuras inversiones. Ello nos evitará quedar atrapados en un valor que no está respondiendo a las expectativas esperadas, castigándonos además con el pago del coste de oportunidad correspondiente al potencial del capital no liberado. 
 
La ortodoxia dicta que, para disminuir este riesgo, tenemos a nuestra disposición múltiples opciones. Desde diversificar nuestro porfolio, de ahí la famosa expresión de no poner todos los huevos en la misma cesta, hasta elaborar complicadas estrategias de cobertura. Cuando, para un buen número de pequeños inversores, lo fundamental es elegir un buen sistema de especulación -mejor cuanto más enrevesado sea el concepto y los indicadores empleados-, hoy quisiera detenerme en un concepto básico: la idea de inversión. 
 
¿Por qué compramos Apple, porque ha subido mucho, porque es un FAANG?. No, es necesario ir mucho más allá. La idea de inversión es el argumento, el supuesto, el escenario o la hipótesis que justifica la inversión en un activo. Una idea de inversión nos obliga a realizar un ejercicio analítico, reflexivo con el que respaldar tal decisión. Cuando un analista técnico se suma a la tendencia alcista de Adobe Inc. comprando en una zona pivote que coincide con una corrección de Fibonacci del 61.80%, está operando con una idea de inversión precisa, clara y meridiana. Cuando un analista fundamental invierte en Broadcom Inc. tras un completo estudio de las múltiples variables que requiere -y no únicamente comprobando un par de ratios-, tiene un sólido argumento con el que defender su decisión. Eso es actuar en el mercado con una idea de inversión. 
 
La segunda vertiente de este troncal concepto es casi tan importante como la primera. De la misma forma que establecemos una predicción de cómo evolucionará el activo, asumimos que el mercado es en último término quien marca el devenir de los acontecimientos. Por tanto, existe el riesgo de que, a partir de terminado punto, quede invalidada aquella idea de inversión que impulsó nuestra decisión. En dicho punto, la contención del riesgo aconsejará cerrar la inversión minimizando pérdidas si las hubiere. Es de esta forma cómo funciona el concepto de stop loss. 
 
Esta herramienta, absolutamente asumida por el análisis técnico -aunque no tengo claro que, en general, su aplicación sea del todo correcta-, es tremendamente discutida -cuando no vilipendiada-, por otras filosofías de inversión. En su día quedé absolutamente boquiabierto ante un video de un conocido youtuber, a la sazón inversor en value, cuya naturaleza y utilización del stop loss le provocaba una incontenible sonrisa. Y, sin embargo, otro gestor especializado en la misma disciplina me comentaba que cuando cambian significativamente las variables que condicionaron sus estudios de forma tan significativa como para alterar los resultados previstos, es momento de cerrar dicha inversión. En puridad no estamos ante un stop loss localizado en un lugar concreto del gráfico, sino sujeto a la variación significativa de una hipótesis de trabajo, pero es igualmente claro que está aplicando una filosofía de limitación del riesgo en base al mantenimiento o no de una idea de inversión. Todos ellos -quizá exceptuando al youtuber de turno-, consideran que al proteger el capital invertido y reducir las pérdidas potenciales, se crea una base sólida para el crecimiento sostenible. En palabras de Benjamin Graham, “la inversión exitosa es sobre el control del riesgo, no la evitación del riesgo”.  De hecho, en mi opinión, el mejor gestor profesional no es solo aquel que obtiene mayores beneficios sino quien, cosechando su rentabilidad, lo hace con un grado menor de exposición al riesgo. Porque, no tengo claro si prefiero un fondo que me de el 50% de rentabilidad a costa de un 25% de riesgo contra otro que me ofrezca el 30%, pero solo con un 10%. Bueno, en realidad, sí se la respuesta.
 
No quisiera finalizar sin apelar al factor psicológico, tan importante para el pequeño inversor como, no nos engañemos, al gestor de grandes volúmenes. Operar gestionando el riesgo va a reducir la ansiedad y el estrés asociados con las fluctuaciones del mercado. La confianza en la estrategia de inversión y en la capacidad de gestionar los riesgos brinda un estado de seguridad y control, permitiendo al inversor enfocarse en sus metas a largo plazo en lugar de verse atrapados por el temor a la volatilidad del mercado. ¿Cuál es la alternativa, no gestionar y cruzar los dedos confiando que nuestro portfolio esté repleto de valores alcistas a largo plazo?. Si aún cree que la respuesta a esta pregunta es un rotundo sí, le invito a viajar hasta el 2008 cuando el mundo financiero parecía desmoronarse y los pilares del capitalismo se tambaleaban a golpe del colapso de diferentes multinacionales. Sitúese frente al espejo, ponga en marcha la radio y oiga las noticias de la última sesión bursátil cuando se registraban caídas acumuladas que ya suponían desplomes de entre el 50 al 90%. Sin duda la inversión cobra un sentido diferente cuando uno observa su saldo en el bróker y toma conciencia de que la mitad o más de su patrimonio se ha evaporado. Los mercados financieros, como los campos de batalla, están repletos de héroes así que, cuanto más lejos de ellos, mejor. Un control de riesgo nos habría expulsado del mercado, recogiendo beneficios o, en todo caso, pérdidas asumibles, y concediéndonos la extraordinaria oportunidad de recomprar esos mismos valores exitosos, mucho más baratos y con mayor capital disponible. Porque la clave para obtener buenos rendimientos a largo plazo está en tomar menos riesgos, no más, como diría Peter Lynch


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  1. #1
    21/07/23 15:48
    El stop loss es absurdo. Eso no quiere decir que haya que mantener una posición eternamente. A veces hay que salir con pérdidas, si la situación ha cambiado. Creo que fue el mismo Peter Lynch quien dijo que hay que vender cuando ya no se den las condiciones que movieron a la compra. He leído por ahi que es fácil comprar pero difícil vender. Opino que es justamente lo contrario. Lo difícil es comprar, pues hay que estudiar el valor y las circunstancias del mercado. Vender es fácil. Basta con hacerlo cuando dejan de cumplirse las condiciones que motivaron la compra.
    Respecto al casino, pienso que se debe jugar al 29 negro, impar y pasa. Da pocas alegrías pero, cuando las da, son memorables.

    Buenas tardes.