El coronavirus arroja una sombra oscura sobre la economía mundial y amenaza con descarrilar la reactivación del crecimiento económico que comenzó a finales de 2019. Los indicadores económicos hasta enero siguieron mostrando una mejora constante en la actividad. Es más, las encuestas empresariales indican un aumento de la producción y los pedidos. Sin embargo, la confianza en la sostenibilidad del repunte se ha visto socavada por la propagación del virus que ha golpeado fuertemente a China y ahora amenaza al resto del mundo.
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En respuesta, estamos reduciendo nuestra previsión de crecimiento global para 2020 de 2.6% a 2.3%. El impacto se concentra en la primera mitad del año a medida que disminuya demanda y la interrupción de las cadenas de suministro afecten a la actividad. Es probable que Italia y Japón estén en recesión, mientras que la producción en los EE.UU., que también se ve afectada por los problemas de Boeing, se ha estancado en el primer trimestre.
A partir de ahí, suponiendo que el virus esté bajo control, se espera que la actividad mejore gradualmente en el segundo trimestre y se recupere rápidamente a medida que las empresas comiencen a ponerse al día con la acumulación de pedidos. La recuperación se verá respaldada por una mayor flexibilidad política a medida que los bancos centrales de EE. UU., China y la zona euro reduzcan los tipos de interés y veamos un mayor uso de la política fiscal en China.
La gran incertidumbre sobre el desarrollo del virus ha hecho que hayamos decidido introducir un nuevo escenario, la pandemia de coronavirus, que en el peor de los casos significaría que este se propagase por todo el mundo causando un importante impacto en la actividad económica. Como consecuencia, los resultados de la actividad económica global serían un poco más débiles que lo contemplado en nuestro escenario base.