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El efecto protector de la biodiversidad ante las enfermedades

Científicos de todo el mundo trabajan a contrarreloj para encontrar tratamientos o vacunas que frenen la pandemia de COVID-19 que está sufriendo el planeta. No obstante, la propia biodiversidad de la Tierra tiene la clave para frenar este tipo de pandemias. Conservar el Medio Ambiente es la mejor protección frente a las nuevas enfermedades.

Imagen el efecto protector de la biodiversidad antelas enfermedades Pictet

Desde hace 20 años, la comunidad científica viene investigando la capacidad protectora de la biodiversidad frente a infecciones. Cada día, el hombre se aproxima más a espacios naturales hasta ahora vírgenes, modificando los equilibrios entre especies, alterando su comportamiento, destruyendo los ecosistemas y entrando en contacto con especies con las que no se había tenido relación anterior.

Se calcula que de 335 enfermedades infecciosas que surgieron entre 1960 y 2004, el 60% se contagiaron a los humanos por zoonosis, el proceso por el cual la infección de un animal se transmite al hombre. Es precisamente el origen que se le atribuye hasta el momento al COVID-19: estudios moleculares apuntan su paso por huéspedes como el murciélago o el pangolín antes de atacar a los humanos. Generalmente, son numerosas las especies implicadas en esta transmisión: alterar los equilibrios entre las especies puede debilitar esta barrera protectora contra los contagios.

Expertos en Ecología y Biodiversidad de la Universidad UCL de Londres dicen que la zoonosis es un "coste oculto del desarrollo económico humano”. “Estamos creando entornos donde los virus se transmiten con mayor facilidad y nos sorprende que tengamos otros nuevos", explican.

Un ejemplo es la incidencia de la Enfermedad de Lyme en Estados Unidos y Gran Bretaña, donde la población de ciervos (especie portadora, ya que la bacteria se transmite por la garrapata) ha aumentado porque se han eliminado sus depredadores  y por el crecimiento de los asentamientos urbanos en detrimento de los bosques, que producen una fragmentación del ecosistema. "Alterar los ecosistemas afecta el ciclo complejo de los patógenos de Lyme. Las personas que viven cerca tienen más probabilidad de recibir una picadura de la garrapata que alberga a la bacteria de Lyme", según el Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Emory.

En consecuencia, estas alteraciones en la biodiversidad están borrando el efecto amortiguador inducido por la biodiversidad, que ralentiza o directamente frena el paso de una infección de una especie a otra hasta al hombre.

Otro efecto adverso de esas alteraciones en los ecosistemas es el hacinamiento de especies, que hasta el momento convivían o competían en menor número en el mismo espacio. Esto acelera la zoonosis, además de debilitar a los individuos. El estrés de este cambio y la falta de recursos hacen que los individuos se empobrezcan genéticamente, que sus defensas estén bajas y, por todo ello, enfermen con mayor rapidez, aumentando la carga vírica. Un hospedador inmunodeprimido aumenta el riesgo de contagio y las posibilidades de mutación del virus, dándole posibilidades a volverse más virulento y adaptarse a otros huéspedes como el hombre.

Hay un último aspecto sobre la biodiversidad de nuestro planeta: la contaminación atmosférica y el polvo ambiental (propio de ecosistemas más áridos, como los desiertos) empeoran los síntomas de las personas enfermas de COVID-19, según indican los científicos. Por tanto, la emisión de gases contaminantes, el aumento del polvo en suspensión en la atmosfera y la desertificación son tres variables que no juegan a favor de la salud de nuestra especie. En este sentido, el cambio climático viene acelerando un escenario propicio para la propagación de nuevas enfermedades.

La directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, se ha pronunciado al respecto. “La naturaleza nos está enviando un mensaje con la pandemia de coronavirus y la actual crisis climática”, afirma. “La salud humana y el ecosistema están más interconectados de lo que se pensaba”, agrega.

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