A falta de que se conozcan los datos correspondientes al segundo semestre del año, lo que revelan los datos que recoge el Informe sobre el Ahorro Financiero de las Familias que publica Inverco – acaban de salir los datos de junio de 2020- es que nunca los españoles habían ahorrado tanto en los últimos 35 años: 2.356.106 millones de euros en activos financieros.
De acuerdo con Inverco, en el segundo trimestre del año los hogares españoles incrementaron en 76.642 millones de euros (3,4%) su saldo en activos financieros, respecto al saldo dejado en marzo de 2020. De hecho, según indica la patronal de los fondos de inversión en su informe, el segundo trimestre del año estuvo caracterizado por la recuperación del saldo total de activos gracias al elevado volumen de operaciones financieras vistas en el segundo trimestre, que a su vez se explicó por “el notable incremento de la tasa de ahorro de los hogares, que en este trimestre alcanzó un máximo histórico del 22,5%, en un entorno de drástica reducción del consumo”.
Sin embargo, cuando se analiza el desglose de instrumentos financieros que canalizan este ahorro, enseguida aflora un dato que encontramos preocupante: cerca de mil millones de euros (964.945 millones para ser exactos) o, lo que viene a ser lo mismo, un 41% del total de los ahorros de los españoles se encuentra todavía en depósitos bancarios y efectivo.
Como afirma Robert Kiyosaki, empresario y autor entre otros libros de Padre Rico, Padre Pobre – que ya recomendamos hace un par de meses en este blog– “un plan es un puente hacia tus sueños. Tu trabajo es hacer el plan o el puente real, de forma que tus sueños se hagan realidad. Si todo lo que haces es quedarte en el banco soñando con el otro lado, tus sueños serán solo sueños para siempre”.
De igual manera, si como seres humanos todos tenemos aspiraciones y necesidades financieras – ahorrar para la jubilación, comprar una casa, pagar la universidad de nuestros hijos-, simplemente meter el dinero en depósitos viene a ser como quedarse sentado en ese banco que cita Kiyosaki.
Nos preocupa que las familias hayan decidido de manera constante y al alza desde 2017 depositar el grueso de sus ahorros en depósitos a pesar de que estos instrumentos llevan años ofreciendo remuneraciones muy cercanas a cero.
Para hacerse una idea, en el mismo periodo de tiempo el IPC en España se ha incrementado de forma agregada en un 2,2%, por lo que, en términos reales, quien metiera dinero en un depósito no solo no estaría beneficiándose de los intereses que daban los depósitos antes de 2010, es que de hecho estaría perdiendo precisamente un 2,2% a tres años vista.
Ahora comparémoslo con las inversiones en acciones: es cierto que quien comprase el Ibex 35 en 2017 hoy en día estaría perdiendo cerca de un 27%; quien comprase el EuroStoxx 50 más o menos habría mantenido su patrimonio sin cambios, y quien hubiera invertido en el S&P 500 habría duplicado su patrimonio gracias a la subida del 51% acumulada por el índice desde 2017.
Y si nos vamos a nombres concretos dentro de los índices, el contraste es todavía mayor: Amazon +328% desde 2017, Microsoft +245% y Facebook +128% en el mismo periodo. Las tres compañías tienen en común que son valores tecnológicos estadounidenses, y también que figuran en el top 5 por posiciones en la cartera de nuestros fondos B&H Acciones y B&H Flexible (puede leer aquí la actualización de nuestra estrategia de inversión correspondiente a septiembre de 2020).
A donde queremos llegar es que, en un contexto de tipos muy bajos y prolongados durante mucho tiempo, depósitos con remuneraciones cercanas a cero y algo de inflación, aunque no tanta como la que le gustaría al BCE, tener un depósito bancario o una cuenta corriente como único vehículo para canalizar el ahorro de las familias supone en la práctica una pérdida de valor en el largo plazo.
Invertir ese dinero siempre va a conllevar un riesgo, ahí no queremos engañar a nadie, pero la clave para poder cumplir con los objetivos financieros a los que se dedican ese ahorro obtenido con tanto sacrificio consiste en detectar a los gestores que son capaces de evaluar correctamente a las compañías, invertir en ellas a precios razonables y mantenerlas en cartera el tiempo suficiente como para hacer a los partícipes beneficiaros de la magia del interés compuesto en el largo plazo.