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Estar bien informado no siempre significa invertir mejor
Con el tiempo, muchos inversores acumulan una cantidad considerable de información: resultados trimestrales, opiniones de analistas, datos macro, narrativas sectoriales. Paradójicamente, esa acumulación no siempre se traduce en decisiones más claras. A veces ocurre lo contrario: más información, más ruido.
Esto no suele deberse a una falta de capacidad, sino a la dificultad de integrar la información dentro de un marco estable. Sin un contexto claro, cada dato nuevo compite por atención y termina influyendo más por su inmediatez que por su relevancia real.
Es relativamente común ver decisiones bien informadas, pero mal encajadas en el conjunto de la cartera. No porque los datos sean incorrectos, sino porque no existe un criterio claro para jerarquizarlos. En ese entorno, el inversor reacciona más de lo que decide.
Con el tiempo, algunos descubren que mejorar no pasa tanto por añadir fuentes o complejidad, sino por reducirlas. Tener menos inputs, pero mejor ordenados. Menos opiniones externas y más coherencia interna.
No es una cuestión de saber más, sino de saber desde dónde se decide.
He desarrollado esta reflexión con más calma en un artículo del blog, por si a alguien le interesa profundizar.