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Los números del déficit

6 respuestas
Los números del déficit
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Re: Los números del déficit

Efectivamente, Larra es muy anterior a la Restauración. La cita a la Restauración viene a cuento porque fue el momento en que los dos grandes partidos “acordaban” los cambios de Gobierno pacíficos cada dos años, con el trámite (teatral) de unas elecciones amañadas. Por eso el relevo era cada dos años, y por eso los “cesantes” sabían que su situación era transitoria. Antes de la Restauración era peor: los partidos llegaban al poder por la vía del golpe de Estado, y (como puede imaginarse) las presiones de los “cesantes” para volver a su puesto de trabajo (es decir, presiones a favor de un golpe de Estado) eran muy fuertes (se jugaban el “pan de los niños”) y muy habituales. Por su parte, el funcionario en el poder debía darse prisa para “hacer caja”, porque no sabía lo que iba a durar. Es fácil imaginar la estabilidad que esto daba al país.
La idea de restringir el “puesto de por vida” a sólo determinados niveles era la que presidía el sistema “francés” (a ver quién convocaba oposiciones a un puesto de jardinero, en un país con un 80% de analfabetismo - en 1860 sólo tres millones de españoles estaban alfabetizados sobre una población de quince millones de habitantes). En realidad, la extensión del concepto de “funcionario” a otros campos distintos de la Administración “pura y dura” es posterior, y coincide con la expansión de las responsabilidades del Estado (la educación obligatoria o la Seguridad Social son “inventos” recientes). En el s.XIX hablar de que un jardinero o una limpiadora pudieran ser “funcionarios” sería ciencia ficción.
La idea del “sistema francés” para funcionarios de nivel bajo no era que el político los pudiera influir, sino directamente que los despidiese y los sustituyese por los “suyos” (el reparto del botín). Piensa además en el papel de "comisarios políticos" de estos empleados "a dedo" en el sistema.
En mi opinión, lo necesario sería primero una definición clara del papel de la Administración (no entiendo el papel del Estado, de la Comunidad o del Ayuntamiento organizando fiestas más o menos populares, “protegiendo” la cultura – parte de ella - por la vía de las subvenciones, o creando ”empresas públicas” que podían ser perfectamente privadas, entre otros muchos ejemplos) un dimensionamiento correcto de la Administración necesaria para proporcionar estos servicios, y que sus plazas se cubriesen con funcionarios (no con “interinos” ni con "cargos de confianza"), que se limitase la libertad de los políticos para incrementar estas plazas y – fundamental – que se reconsidere Y SE APLIQUE el régimen disciplinario.
Un saludo.