Re: Gamesa for ever
Cosas del destino… ‘bursátil’: la primera sube un 65% en el año, que es lo que pierde de empresa de los Benjumea.
La gran baza de Gamesa ha sido la salida al exterior: India, Brasil y México suponen el 80% de sus ventas.
Y en los tres países, las políticas energéticas pasan por potenciar sustancialmente las instalaciones eólicas.
El rey de la termosolar, Abengoa, sigue atrapada en la solución de la deuda, que pasa por la ampliación y la venta de activos.
El director financiero de Abengoa Yield, Eduard Soler, ha presentado la dimsión este martes.
Gamesa y Abengoa están de actualidad pero por razones muy distintas o por una estrategia que ha levantado del marasmo a la primera y ha encerrado en la incertidumbre a la segunda. Gamesa, en otras palabras, vive momentos de grandes expectativas, mientras Abengoa vive en un impasse por la lentitud (y silencio) de los Benjumea. A esos problemas se ha unido este martes, otro: la dimisión del director financiero de Abengoa Yield, la filial en EEUU, Eduard Soler.
A Gamesa le fue muy bien con sus molinillos eólicos hasta que Iberdrola le dio esquinazo, vendió después muchas de sus instalaciones en España y buscó oxígeno en el exterior. Ese balance, en el medio plazo ha sido bueno: el mercado de aerogeneradores, que es su especialidad, se ha recuperado.
Abengoa, sin embargo, se enquistó en otra energía, la termosolar, se aprovechó de las generosas subvenciones de la etapa de Zapatero, pero no cambio de rol. Hoy sus problemas son graves: necesita vender activos y ampliar capital para sobrevivir por el peso de su deuda.
Un apéndice. Abengoa baja en bolsa en torno al 65% en el año, que es justo lo que se ha revalorizado Gamesa desde enero.
Vamos con Gamesa. La situación que afronta es positiva. En primer término, porque tras el momento crítico vivido en 2013, el mercado de aerogeneradores puede marcar un récord este año, según los analistas, que prevén también que 2016 sea buen año.
Estratégicamente, Gamesa también ha acertado por su exposición geográfica en el exterior, que le da una ventaja competitiva.
Es verdad que el futuro de ese mercado dependerá en gran medida del impulso -léase, subvenciones- en Estados Unidos, donde la posición de Gamesa es más débil frente a otros competidores (ahí están el 15% de su ventas). Pero al mismo tiempo tiene un camino muy abonado en otros países, como India, México o Brasil, en los que su posición es fuerte y en los que sus gobiernos han anunciado planes para potenciar las energías eólicas que le vienen estupendamente a Gamesa.
En India, que concentra el 30% de sus ventas, es líder desde 2013 y, además, el Gobierno tiene la meta de alcanzar los 60.000 Mw. de energía eólica en 2022, lo que implica unas instalaciones anuales de 5.000 Mw.
En México fue número uno en 2014, con una cuota de mercado del 76%. De ahí proceden el 15% de sus ventas. Y además, el Gobierno de Peña Nieto ha marcado un incremento anual de instalaciones eólicas en 1750 Mw hasta 2018.
En Brasil están el 25% de sus ventas y ocupó en 2014 la segunda posición, con 20% de cuota. También en ese país tiene grandes expectativas. El Gobierno de Rousseff se anunció un aumento en las instalaciones este año de 3.000 Mw, el 25% más que en 2014.
Todos esos motivos apuntan a que no fue ninguna locura que Gamesa revisara al alza un 5% sus previsiones de ventas (hasta 3.100 Mw, y hasta 3.500-3.800 Mw. en 2017) y que duplicara su previsión de Ebit con un margen superior al 8%. Fue en junio de este año.
A juicio de los analistas, estas metas parecen factibles a pesar de su audacia, y con ellas su cota de mercado a escala global pasaría del 4,7% al 6,5%.
El caso de Abengoa es muy distinto y por eso está encerrada en drama peculiar, que viene de lejos: se remonta a la etapa socialista, marcada por las generosas subvenciones. Esas primas, con gran potencial de futuro -estaban aseguradas, lo cual siempre atrae a los inversores-, daban un enorme potencial a Abengoa, cierto, el mismo que se truncó después con la reforma energética de Soria para terciar con el problema del déficit tarifario.
Paralelamente, su deuda había crecido demasiado y no así la rentabilidad de las inversiones. La propia compañía ha reconocido que sus plantas termosolares sólo son rentables si gozan de ayudas públicas. Abengoa, además, no evitó quebraderos de cabeza posteriores con inversiones en el exterior, política que sí siguieron las otras dos grandes damnificadas, Acciona y ACS.
Rafael Esparza