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Parmalat: comunicado de Ausbanc Consumo

3 respuestas
Parmalat: comunicado de Ausbanc Consumo
Parmalat: comunicado de Ausbanc Consumo
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Parmalat: comunicado de Ausbanc Consumo

En opinión de AUSBANC CONSUMO el caso PARMALAT pone de nuevo sobre la mesa la inutilidad e ineficiencia de los sistemas de autorregulación, que no son capaces de evitar el fraude en el seno de corporaciones que recurren a los mercados de valores y que comprometen con sus emisiones de acciones y bonos el patrimonio de cientos de miles de ahorradores. Ni el sistema de auditoría externa ni las agencias de calificación han sido capaces de advertir a los ahorradores -el llamado mercado- al objeto no ya de evitar, sino tan sólo minimizar los perjuicios que ahora padecen. El caso PARMALAT tiene dimensión suficiente para ser tratado como una crisis financiera de nivel internacional centrada en la Unión Europa.

Esta ineficacia recurrente y preocupante del sistema de autorregulación financiera que conforman las grandes auditoras y agencias de calificación, sitúa a los consumidores y usuarios y sus organizaciones representativas como el mecanismo necesario de defensa de los ciudadanos ante el fraude y los abusos que se cometen con demasiada frecuencia en el ámbito de los mercados de valores.

#2

Re: Parmalat: opinión de J. F. Martín Seco.

Este artículo ha sido publicado en www.estrella digital.es y en www.mundofree.com/martinse
Parmalat, Juan Francisco Martín Seco.
Hace aproximadamente doce años que Galbraith escribió un pequeño opúsculo titulado ``Breve historia de la euforia financiera´´. Incidía en algo que podría extrañar a primera vista, pero que día a día va conirmándose como cierto: que dinero e inteligencia no tienen por qué ir parejos, y que muchos de los grandes hombres de las finanzas son mucho m´ças ignorantes de lo que creemos. En materia financiera todos nos volvemos crédulos, olvidamos pronto las enseñanzas pasadas y estamos dispuestos a repetir los mismos errores. Desde 1991, año en el que el Premio Nobel escribió la obra, nuevos escándalos siguen corroborando sus teoría. El último, el de la empresa Parmalat, considerado hasta ahora como el gigante de la industria alimentaria italiana.

Aunh sin conocer exactamente, se estima un agujero de 9000 millones de euros, algo así como un billlón y medio de las antiguas pesetas, el 1,5 del PIB de España. Este sorprendente descubrimiento plantea numerosas cuestiones. La primera y fundamental, la vulnerabilidad de los inversores. No sólo la de los accionistas, sino la de los partícipes en fondos de inversión o de pensiones, incluso de renta fija. Las acciones ya se han desplomado hasta perder casi la totalidad de su valor, pero los tenedores de bonos y obligaciones de la empresa muy posiblemente no van a ver tratados mejor sus ahorros.

Un discurso interesado a generado en los ciudadanos incertidumbre acerca del futuro de las pensiones públicas, recomendando a diestro y siniestro la suscripción de planes privados. Casos como el de Parmalat muestran a las claras el riesgo de éstos pueden ser bastante alto, incluso el de aquellos que se presentan como más seguros, los de renta fija. En realidad, el ahorrador pierde el control de la inversión y otros deciden por él dónde invierte. ¿Por qué no confiar en los profesionales, en los que más saben, en los banqueros?, se dirá. Pues por la sencilla razón de que, en primer lugar, sus intereses pueden no coincidir con los nuestros y , en segundo lugar, porque la experiencia demuestra que se dejan engañar con bastante facilidad.

Los administradores de Parmalat han engañado a los accionistas, a los acreedores, a los bancos, a la Comisión de Valores, a las auditoras, a las empresas de calificación, al Banco de Italia. Una vez más, han fallado todos los controles. Claro que, puestos a hablar de engaño, habrá que cuestionarse si antes que a nadie los administradores de Parmalat no se habrán engañado a sí mismos. Si ebrios de dinero, éxitos y poder no se han creído genios de las finanzas a los que nada se les resiste y operación tras operación y de éxito en éxito han llegado hasta la catástrofe total.

La pregunta última es si en el horizonte financiero internacional no estaremos condenados a fenómenos semejantes e incluso peores. En un mundo económico abandonado al laissez faire, con paraísos fiscales y en el que los poderes públicos han renunciado a toda regulación, fatalmente tienen que surgir casos como los de Parmalat, Enron o similares.

En un país en el que alguien como Berlusconi llega a ser presidente del Gobierno, acomoda la legislación a sus intereses empresariales y reforma el Código Penal para librarse de presuntos delitos, ¿puede extrañarnos que aparezcan casos como los de Parmalat? Ahora, con la disculpa de salvar a los trabajadores, se ha apresurado a intervenir la empresa, con lo que muy posiblemente acabarán siendo los contribuyentes italianos y europeos los que paguen el desaguisado. Eso es lo malo del neoliberalismo, que propugna la libertad absoluta para la corrupción, pero se esconde inmediatamente en las faldas de papá Estado cuando aparecen los agujeros. Privatiza los beneficios y socializa las pérdidas.

#3

Re:Parmalat:Aniversarios y parecidos...Opinión de Fernado Cortés

NT ABC 4/1/2004 pg. 28, ``Aniversarios y parecidos.´´
Fernando Cortés.
El pasado 28 de diciembre se cumplieron diez años de la intervención de Banesto por parte del Banco de España. El aniversario coincide en esta ocasión con otro gran escándalo financiero que sacude estos días los cimientos de la estructura empresarial europea: la crisis de la multinacional italiana Parmalat. Ambos casos, el del banco español y el de la compañía láctea, presentan una serie de paralelismos que invitan a la reflexión. El ,primero de ellos, y quizá el más preocupante, es la inoperancia de los órganos de control que, hace una década en España y ahora en Italia, han sido incapaces de detectar a tiempo la desenfrenada carrera hacia el abismo emprendida por dos instituciones con gran calado social y aparentemente sólidas. Y no es que no existan mecanismos para impedir situaciones así; todo lo contrario. En la España de 1993 eran numerosos los organismos que presuntamente deberían velar por la solvencia financiera de una entidad como el Español de Crédito. Banco de España, Dirección General de Seguros, Hacienda, Comisión Nacional del Mercado de Valores, Fondo de Garantía de Depósitos... Todos ellos actuaron con la máxima diligencia, pero cuando la catástrofe era ya inevitable. Y ello, pese a quien más y quien menos todo el mundo sospechaba que algo no iba bien en el Banesto de Mario Conde. Lo mismo ha ocurrido en el caso de Parmalat, cuyos problemas eran de sobra conocidos por muchos, que, sin embargo, callaron.
Una actitud reprochable, sí, pero también comprensible. Los mercados, especialmente el bursátil, han impuesto una tiranía que obliga a tener todo muy amarrado antes de abrir la boca, ya que una simple insinuación desafortunada puede provocar una debacle en la cotización de la compañía en cuestión. El regulador se encuentra así, siempre, entre la espada y la pared; atrapado entre la obligación de cumplir con el cometido para el que fue concebido -controlar y prevenir- y los intereses de muchos accionistas, que no tienen culpa de las desviaciones de gestión que se puedan producir en las empresas en las que han metido sus ahorros.
El caso del viejo Banesto no es ya más que un mal sueño del que este banco despertó hace años. Si el problema de la entidad fue en su momento, a grosso modo, la mala gestión - aparte de otras cuestiones que ya dilucidaron hace tiempo los jueces-, el bálsamo que ha hecho sanar sus profundas heridas ha sido también precisamente ése, la gestión. Banesto tuvo muy mala suerte con Conde, Romaní y compañía, que condujeron a la entidad al borde del precipicio. Pero como no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista, para compensar ese descalabro, al banco le tocó la lotería el día que Alfredo Sáenz y su equipo tomaron las riendas. Es difícil encontrar en la historia financiera española un grupo de profesionales tan brillante y solvente como el que reflotó Banesto. Parec que Parmalat, si quiere salvarse, va a necesitar una compañía de operaciones especiales como la que capitaneo Banesto el ahora consejero delegado del Santander Central Hispano.
El caso de Parmalat ha provocado muchos comentarios. El más extendido es el que apunta a una cierta podredumbre en el tejido económico-empresarial italiano. Los españoles, que de un tiempo a esta parte estamos que nos salimos, sacamos pecho y miramos divertidos a lo que está ocurriendo en aquel país. Produce cierta satisfacción morbosa ver pasar dificultades a quien históricamente ha estado siempre mirándonos por encima del hombro.
Nos reímos debido a esa tradicional mala leche que nos caracteriza. Y también, por supuesto, a causa de nuestra flaca memoria, que nos impide recordar que por estas tierras también ocurren cosas así periódicamente. Casos que de vez en cuabndo ponen a prueba la solidez de lo que se da en llamar el ``sistema´´. Aunque éste, de una forma u otra, siempre sobrevivie.
El caso de Banesto conmocionó al sistema financiero español y abrió la puerta a una ree

#4

Re: Lecciones de Parmalat.

EL PAÍS, editorial del 26.01.2004, pg. 10.
Lecciones de Parmalat.
A medida que el caso parmalat se va agravando, suicidios incluidos, y el agujero de la compañía crece -ahora se aproxima a los 14.000 millones de euros-, aparece mejor definida la trama de sociedades instrumentales, fraudes, compras ficticias de activos financieros, fondos inexistentes y falsificaciones contables perpetrada por los principales propietarios del grupo lácteo, la familia Tanzi. Calisto Tanzi, presidente de la compañía, y su contable, Fausto Tonna, están acusados, al parecer con pruebas muy sólidas, de haber vaciado las arcas de la compañía mediante maniobras fraudulentas durante los últimos 15 años. Es obligado preguntarse dónde estaban y qué han hecho las autoridades financieras y contables que debían haber prevenido y corregido la descomunal estafa.
Las diferencias con el caso Enron son reveladoras. La compañía estadounidense respondía al modelo del mercado anglosajón, con una propiedad fragmentada, con fuerte participación de inversores institucionales, dominada por un cuadro de directivos responsables absolutos de la gestión y una batería de selectos controles exteriores, con la SEC y los auditores de la compañía a la cabeza. El fraude de Enron y de otras empresas similares demostró las debilidades del sistema estadounidense e impulsó una reforma muy severa de los controles de la transparencia empresarial.
Parmalat responde a claves distintas. La propiedad aparecía concentrada en manos de los Tanzi; los inversores institucionales, capaces de establecer una vigilancia estricta del negocio, brillaban por su ausencia y la propiedad ejercía las tareas de gestión. Parmalat resopponde al modelo de la Europa continental, en el que la propiedad tenía hasta ahora las manos libres para orientar la gestión en beneficio de sus intereses. Las prácticas de Tanzi y sus directivos responden a la pulsión de utilizar a la empresa como un instumento propio, desviando fondos de la compañía hacia cuentas personales, concediendo créditos desde la matriz a empresas de la femilia, agrupando pérdidas en filiales y falsificando la contabilidad. El cuadro de irregularidades que se va conociendo es prueba de que la concentración de la propiedad a la europea tampoco es garantía contra la conducta abusiva de los gestores.
Parece que los problemas financieros de Parmalat están en vías de solución mediante la intervención pública y la solicitud de créditos concertados para mantener el funcionamiento de la empresa. Pero queda por resolver el más difícil: recuperar la confianza de los inversores en las empresas del continente. Para ello resulta imperativo endurecer las condiciones de control externo, que es el que realizan las empresas de auditoría, e imponer normas de altísima transparencia a las relaciones entre los intereses de la propiedad y de la empresa. No es una tarea fácil ni tampoco breve.