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Cómo triunfa la libertad

Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.

 
 
Martin Niemöller, pastor luterano alemán (1892–1984)
Poema grabado en el Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos
 
Tuve ayer el honor y el placer de asistir a la presentación del libro “Manual para defenderse de una Feminazi y otros asuntos de alta necesidad”, de Cristina Seguí, Ed. Samarcanda organizado por Acción Liberal en la Cafetería Santo Domingo, en León. Se había organizado inicialmente en el Hotel Conde Luna, pero tras unas amenazas de un grupo de feminazis astorganas -sí hijos, también en León tenemos que sufrir a estas fanáticas que hablan antes de pensar y siempre lo hacen con odio- el hotel se plegó y canceló el acto previsto. Afortunadamente, hubo un valiente que no tuvo problema en ceder su local, más pequeño eso sí, pero donde pudo tener lugar el acto. Y se llenó… estoy convencido que vino más gente a oír a Cristina de los que hubieran ido al lugar inicial… así que, ya veis feminazis astorganas: Dios escribe recto con renglones torcidos (si no lo entendéis, os lo explico: vosotras sois los renglones torcidos que Dios ha usado para que la gente se agolpara y llenara el local en mayor cantidad que si España estuviera ganando otra copa del mundo de fútbol… el Bien se impuso a vuestro pesar. De nada).

No fue solo el hotel quien se plegó ante las feminazis y sus consignas de impedir la libertad de expresión de cualquiera que no sean ellas o de su cuerda -izquierdista, obviamente- sino que, en un ejemplo de lo que es escribir sin haber leído ni haber oído, un medio digital de la ciudad (ileon) se permite calificar a Cristina Seguí y, evidentemente, a todos los que compren, lean o escuchen el libro de hacer apología del fascismo… tratando de hacer el trabajo -“decente” por las formas- a las mismas feminazis: que no se hable, que no se exponga un libro que defiende ideas diferentes a las que expresa la izquierda, que estemos callados.

Qué patético es ver un medio de comunicación fomentando la censura… y luego dirán que vivimos en una democracia. No se lo creen ni ellos, si acaso en una democracia “popular”, que ya se sabe era como se llamaban a las dictaduras comunistas para aparentar un sistema más digno. De risa. De pena. Y más en nuestro León, cuna del parlamentarismo moderno- que mal que les pese se dio en la Edad Media entre la Monarquía que detestan, la Iglesia que odian y el Pueblo al que quieren manipular. No lo lograrán, ni unos ni otros, porque la libertad sólo puede existir allí donde hay valentía para defender la Verdad.

Y es la Verdad la que ayer triunfó… de la mano de Cristina Seguí y de todos los que pudimos asistir al acto. La Verdad nos hará Libres y nos hizo libres ayer. La verdad de reflejar quienes y como son las feminazis, cómo si uno se acobarda termina apareciendo otro que toma el relevo- aunque nos hubiéramos reunidos en la calle, aunque nos hubiéramos juntado dos o tres no era cuestión de número sino de no doblegarnos. La verdad de que si otros, más sutiles intentan tergiversar la verdad sobre el libro y las ideas esto se conocerá y se verá que quienes mienten o falsean son otros… ellos mismos se retratan. La verdad sale a la luz y no hay tinieblas en el mundo suficiente para ahogarla. Ayer no fue cuestión de reunirnos más o menos; ayer fue cuestión de no doblegarnos y reunirnos… aunque fuéramos dos, tres o cuatro junto a Cristina. Ayer fue cuestión de apoyarla y escucharla. De mostrar que su valentía al escribir este libro no estaba sola y que tenía y tiene razón al criticar a las feminazis y otros asuntos de alta necesidad porque éstos están activos y amedrentando sin parar… el Mal ya está fuera. Y en situaciones así no vale mirar para otro lado, no vale pensar en el propio interés… hay que dar la cara no sea que cuando vayan a por ti, ya no quede nadie como en la cita del inicio.

Para quienes no hayan leído el libro, os lo recomiendo, se lee muy rápido y además está lleno de sentido de humor. Pero todas sus críticas e ironías- el humor de los inteligentes, creo que le dicen- están basadas en casos y hechos reales. Evidentemente hay una parte del público que no lo leerá y que si lo lee se sentirá molesto. Las propias feminazis y todos los que les bailan el agua. Es una pena, la verdad, porque su problema principal es el odio al que piensa distinto de ellos y es tan profundo ese odio que ni atiende a razones ni está dispuesto a conocer la verdad. Mientras muchas personas pueden apoyar tal o cual propuesta defendida por esos grupos y hacerlo de buena fe, deberían recordar que, como siempre, las palabras pueden ser muy bonitas, dulces, preciosas e inspiradoras… pero las palabras por sí solas pueden construir sueños de horror y pesadillas de campos de concentración y gulag.

Deben buscar la verdad… la diga Agamenón, su porquero o, en este caso, quien dice la Verdad sobre el movimiento feminazi es Cristina Seguí.

Hablamos muchas veces de la importancia de enfrentarnos a aquello que consideramos que no es justo, de defender nuestras ideas, nuestras creencias y nuestro modo de vida; hablamos muchas veces de cómo la democracia presupone no solo el votar cada cierto tiempo a aquellos que se dicen “nuestros representantes”, sino también el aplicar en nuestro día a día los valores que deben permitir que esa democracia- como sistema político que permite la convivencia entre las personas en paz- sea efectiva y sea útil para el fin que persigue.

Sin embargo, cada vez más en estos tiempos, estamos viendo cómo la situación se está polarizando, cómo sólo unos pueden hacer y decir lo que les da la gana- por muy doloroso que pueda resultar para los del otro lado- y como se creen los dueños de las vidas y mentes de los demás. Y en esas situaciones no cabe esconderse, no cabe ocultarse, no cabe esperar que sea otro el que se levante y se oponga al Mal por nosotros.

El presidente John F. Kennedy hizo famosa la frase “no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, más bien pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. La frase es bonita… lo duro, lo difícil es ponerla en práctica, es levantarte cuando ves que se está haciendo algo que está mal y no criticarlo, no sacarlo a la luz de la verdad, no enfrentarse. Todos hemos visto héroes en las películas y como se enfrentan, incluso solos, incluso a riesgo de perder, contra el Mal. Todos hemos querido ser “ese” héroe, todos hemos pensado que en una situación semejante actuaríamos al lado del “héroe”. Bien, Cristina se ha enfrentado al Mal y lo ha hecho de frente con su libro (y con su vida)… ella es la heroína que está frente al Mal. Ayer, al menos, unos cuantos ciudadanos normales nos unimos a ella en su enfrentamiento.

La intención de las feminazis astorganas ( o cualquier otra en la misma idea, incluso medio digital) se vieron ayer vencidas. Completamente. No sólo no consiguieron que la libertad de expresión fuera acallada y amedrentada, sino que envalentonaron a los leoneses que acudieron en más número del que inicialmente estaba previsto. La Verdad venció ayer en León… y esa Verdad nos hizo libres. Seguramente el libro de Cristina Seguí siga siendo presentado en otras ciudades, en algunas no tendrá problemas, en otras sí… cuando acuda a vuestra ciudad os tocará elegir: ¿apoyaréis al héroe solitario u os ocultaréis tras las ventanas de vuestras casas esperando que otros luchen en vuestro lugar por vuestros derechos? En vuestra propia libertad está esa decisión. Y vuestra propia libertad depende de esa decisión. Yo la tomé ayer… la recompensa fue tremenda. Sí, la Verdad nos hace Libres… no lo dudéis ni un momento.

Un fuerte abrazo a todos
 

PD: Tras terminar estas reflexiones me encuentro con estas declaraciones que muestra claramente cómo la ideología sólo sabe que destilar odio… Paula Vázquez: puede resultar patética tu supina ignorancia y exceso de odio… pero lo que resulta patético- como le dijo el marido en la ficción de Marlene Dietrich a Adolph Hitler- es tu absoluta vulgaridad.
 
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