La liquidez es una medida de la facilidad con la que un activo puede convertirse en efectivo.
En el mundo financiero, la liquidez suele medirse por la rapidez con la que se puede vender un activo y el coste de su venta. Por ejemplo, una acción con alta liquidez puede venderse rápidamente y a precios adecuados de mercado. En cambio, un bono con poca liquidez puede tardar más en venderse y puede costar más. Las acciones de empresas que no cotizan en bolsa (como las empresas privadas) son menos líquidas porque no pueden venderse con la misma rapidez y normalmente deben venderse con descuento. El mismo principio se aplica a otros activos, como los bienes inmuebles. En general, cuanto más líquido sea un activo, mejor será su posesión porque puede convertirse en efectivo rápidamente y sin sufrir pérdidas.
La liquidez se ve afectada por las condiciones del mercado. Por ejemplo, cuando los mercados son volátiles (es decir, cuando los precios suben y bajan mucho), los activos con alta liquidez son más deseables porque pueden venderse rápidamente para aprovechar estas oscilaciones de precios.