Está teniendo poca repercusión en los medios el conflicto que ha habido entre el ejecutivo argentino y su banco central, y éste trae mejor que nunca a debate un tema fundamental en economía: la autonomía del banco central con respecto a los gobiernos.
Después de muchas presiones del gobierno al Banco Central, el culebrón ha terminado con el cese por decreto del presidente (lo que aquí vendría a ser el gobernador, Fernández Ordoñez). Una juez dictó que debía ser restituido en su cargo, y el gobierno ha mandado. Se puede leer aquí. Para terminar, todo este revuelo ha hecho que el jefe de ministros mande un mensaje de tranquilidad a los mercados financieros, afirmando que no habrá problemas para pagar la deuda.
En alguna ocasión he recogido en este blog alguna propuesta en la que se hablaba de acudir a la autoridad monetaria para cubrir los desequilibrios fiscales, pero como una propuesta que se aleja de la sabiduría convencional. El caso argentino le hace a uno pensar, y ver hasta qué punto pueden llegar los gobiernos para obtener financiación. Las reservas de divisas, a parte de servir para llevar a cabo operaciones de política monetaria por el banco central, son la garantía última de un país, y sobre las que se supone que recae la credibilidad de su moneda, aunque ésta sea fiduciaria.
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