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Tiempo de lectura: 5 min
De pequeño, mi familia se compró un perro. Una Rottweiler llamado Dana (sí, como Dana Scully). Mis hermanos mayores estaban ilusionadísimos y yo, con 10 años, también.
Recuerdo que mis padres nos dijeron que tendríamos que ser nosotros los que la cuidásemos y nos ocupásemos de que no molestase demasiado a mi madre (Mi madre le tenía PÁNICO a los perros…como veis la cosa no empezó bien). Nosotros (principalmente mi hermana mayor, de 22 años, y la que de verdad quería el perro) dijimos que sí, que entre todos la cuidaríamos.
El primer año, estuvo genial. La recuerdo de cachorrillo, una perrita preciosa con la que incluso un niño de 11 años podía jugar.
Sin embargo, un año después la cosa cambió. Mi hermana mayor, la que más quería a Dana y más se ocupaba, se fue a vivir a Barcelona. Mi otra hermana, entró en la Universidad de Pamplona y se fue también. Solo quedábamos mi hermano (que estaba estudiando muy duro en Deusto) y yo, con 11 años.
El primer signo de que algo no funcionaba fue cuando la saqué por primera vez de paseo yo solo. Me creía fuerte y que Dana tampoco haría nada raro pero… Digamos simplemente que no pude con ella. Los Rottweiler son perros muy fuertes y Dana, con un año y medio, ya podía tirar de mi lo que quisiera. Así que se decidió que yo solo no la sacaría… y mi hermano se encargaría.
El tiempo pasó, y mi hermano terminó la universidad y se fue a trabajar a Madrid. Fue también la época (seguro que la recordaréis) cuando eso de los "perros asesinos" se puso de moda. Todas las TV entrevistando a "atacados", máxima cobertura mediática, los políticos hablando de regular.. bla bla bla (si miras hoy las noticias, parece que eso de perros que atacan a la gente es del pasado... al igual que la violencia de genero y demás temas que han "pasado de moda").
Así que al final, entre las miradas de vecinos y transeuntes y de mi notable incapacidad de cuidar a Dana como ella se merecía decidimos regalarla a un amigo de mi Padre que tenía un Caserio. Y así fue como nos despedimos de Dana.
La moraleja
A parte de la tristeza de tener que separarme de Dana, la moraleja que tiene la historia es otra. La moraleja es que, aunque tengamos mucha ilusión, sin preparación y sin analizar cuidadosamente la situación, las cosas, probablemente, saldrán mal.
Al fin y al cabo, en mi historia, ya sabíamos que mis dos hermanas muy probablemente se irían de casa. Incluso en la selección de la raza, deberíamos haber preguntado si un niño de 10 años podría controlar a un Rottweiler. Deberíamos haber pensado... ¿Cómo podríamos afrontarlo si todo se ponía en nuestra contra?
Pero teníamos ilusión. Mis padres probablemente sabían que no saldría tan bien como creíamos, pero no quisieron matar esa chispa en nuestros ojos. Y ese fue su error.
¿Qué significa esto para ti?
Estoy seguro que muchos de vosotros os sentís identificados con esta situación. Porque no se da solo con los perros. También nos ocurre cuando decidimos comprar esa casa que no nos podemos permitir y nos decimos, llenos de ilusión, "Todo saldrá bien". Nos ocurre cuando decidimos comprar el coche que de pequeño recortábamos de las revistas, ese coche caro de mantener del que subestimamos los costes, diciéndonos, "Todo saldrá bien".
Y a veces, el "Todo saldrá bien", se convierte en un pesadilla, una trampa, una cárcel de la que no podemos escapar.
Pensad en todos esos viciados de la Bolsa. Y sí, llamo viciados de la bolsa a todos aquellos que se dedican a meter y sacar dinero siguiendo el último rumor, que se dedican a apostar dinero, no a invertirlo. Son los que siempre te cuentan al detalle todo el dinero que han ganado con su última operación, pero que nunca explican exactamente cuando "bueno, también he pérdido dinero alguna vez". Nunca han pensado realmente en su estrategia de inversión, lo hacen todo por impulso y porque se creen más listos que los demás... Pero ellos también creen que "Todo saldrá bien...".
Tomando decisiones
Esto no significa que no debamos tomar decisiones difíciles; no significa que no debamos comprarnos esa casa o finalmente, tener un perro. Lo que significa es que hay que estar seguros de donde nos metemos, para que luego no nos llenemos de decepción y malestar con nuestras decisiones.
Así, de la misma manera que recomendaba hacer los números antes de tomar la decisión de comprar una casa (y saber exactamente el riesgo que estamos tomando), debemos hacer lo mismo para las compras y para todo tipo de decisiones que nos vayamos a tomar siguiendo un proceso muy sencillo:
1. Ver si la decisión es de carácter importante:
Hay decisiones que creemos decisivas pero no lo son… ¿Cómo diferenciarlas de verdad? Pues una decisión "Vital" lo será si cumple alguna de estas condiciones:
- Altera de forma sustancial tu modo de vida y costumbres: Un hijo, un perro, un cambio de barrio, un nuevo compañeros de piso…
- Supone una parte sustancial de tus ingresos / ahorros: Si supone más de un 10% de tus ingresos mensuales o el 20% de tus ahorros, analizado bien.
- Supone un pago del que no puedes librarte fácilmente: Una hipoteca, una suscripción cerrada de un año, la acción de un club…
2. Una vez detectada una decisión "vital", ver si existe un componente económico y encontrar la parte emocional:
Tu primer instinto es tomar la decisión emocionalmente y creer que "Todo saldrá bien…". Pues párate un momento y analiza la decisión cuidadosamente. Hazte estas preguntas:
- ¿Supone un coste mensual? Un perro o una casa requieren mantenimiento…
- ¿Hay algún coste escondido en esta decisión? Muchas opciones tienen costes ocultos, como una mensualidad (ver arriba) o una garantía/seguro obligatorio...
- ¿Estoy haciendo esto por quien soy o por quien quiero ser? Muchas veces, compramos cosas no porque nos gusten, sino porque nos gustaría que nos gustasen. A mi, por ejemplo, me gustaba pensar que podría ir a todas partes de madrid en patines. Nunca había patinado pero decidí comprarme unos patines para empezar… y ya que me compraba unos, pues que fuesen buenos. El resultado fue que los utilicé 5 días y luego me cansé.
3. Una vez tienes todos los factores de la decisión, haz una lista de ventajas y desventajas:
Si te notas a ti mismo favoreciendo las "ventajas" (algo muy normal en temas emocionales), utiliza a una tercera persona para apoyarte. Pero no utilices a 100.000 personas; lo que tienes que hacer es escoger a una a a dos personas que de verdad te puedan ayudar (no los típicos amigos del "¡Que guay! Deberías hacerlo").
Muchos pensareis que esto es demasiado "lógico"… "¿Y que pasa con la "sal" de la vida? ¿La ilusión?" - os preguntaréis. La respuesta es que no tiene nada que ver. Estar ilusionado con nuestros proyectos, nuestras inversiones, nuestros retos es bueno y deseable. Es la única manera de afrontar los cambios o las grandes compras.
Pero esto no significa que debamos basarnos solo en ilusión. Un triunfador no gana solo por suerte o por ser mejor. Gana porque está mejor preparado.
¿Y tu? ¿Quieres triunfar o simplemente arriesgarte?
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