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Solamente el necio confunde valor con precio (II): cómo distinguirlos

Si el hecho de valorar ya es complejo de por sí, por la propia subjetividad del proceso, a la hora de examinar los múltiples y diversos métodos de valoración vemos que "se riza el rizo". O dicho de otro modo, si solamente existiese un método de valoración válido, seguirían existiendo tantas valoraciones como personas realizasen el análisis. Aún así, algunos autores siguen creyendo con firmeza en el denominado “Principio de Valor Único”, que propugna que “todos los métodos de valoración conceptualmente correctos, conducen a un mismo resultado cuando son desarrollados de forma adecuada a través de la aplicación de los fundamentos de la teoría financiera”. A pesar de la persistencia de este principio en las finanzas, mi opinión es que no es posible la obtención de un valor único, aunque los datos que se utilicen, los supuestos de los que se parta y las hipótesis que se establezcan, sean las mismas para todos ellos. Y aún más, suponiendo que lográsemos una cifra determinista y única a través de esos modelos, ni siquiera así se garantizaría en modo alguno el éxito de la operación que fuésemos a llevar a cabo a posteriori, pues dicha operación dependerá también de la valoración que realice la contraparte. No olvidemos nunca que el valor deriva de un proceso unilaterial, mientras que el precio depende de un intercambio bilateral.

Dejando a un lado la teoría y volviendo a la vida real, el resultado de contraponer, de enfrentar, dos valoraciones distintas rara vez coincide. O lo que es lo mismo, no suele ocurrir que el precio que pagamos por algo coincida con el valor que habíamos estimado previamente, pues el primero es el resultado de una negociación, y el segundo una cifra subjetiva. Cuando la negociación se lleva a cabo entre “personas interesadas y debidamente informadas ” (términos que incluye nuestro querido -y probablemente efímero- Nuevo Plan General de Contabilidad de 2007, cada uno establece con exactitud el valor de su parte del cambio, y trata de inferenciar el valor que para el otro pueda tener cada uno de los bienes incluidos en la operación. Para Nash,  “una situación de negociación entre dos personas comprende a dos agentes que tienen la oportunidad de colaborar en pos de un beneficio mutuo”. Como resultado, se produce un proceso interactivo que da como resultado la finalización de la transacción al precio acordado por ambos.

La diferenciación entre valor y precio, según explican Morales y Martínez en su libro "Análisis y Valoración Sectorial" (el cual recomiendo), puede entenderse así: “El valor es una cantidad obtenida mediante un procedimiento más o menos técnico y que se fundamenta en datos objetivos y contrastables. El precio es la cantidad resultante de un proceso de negociación a partir de valores obtenidos en una metodología, y en el que se ponen de acuerdo las dos partes negociadoras: compradores y vendedores. El precio es, por lo tanto, el punto de acuerdo de intereses contrapuestos […], y para su fijación se tienen en cuenta no sólo criterios puramente financieros, como en la valoración, sino también otros no financieros (legales, fiscales, estratégicos…)”. En otras palabras, el valor es una posibilidad, mientras que el precio es una realidad.

En definitiva, financieramente hablando, si somos inversore value, nos interesa centrar nuestra atención en el importe que cada parte implicada asignará a su bien, y sobre todo, al que desea adquirirlo. A esto llamamos valor intrínseco, o simplemente valor. Para los técnicos, interesará más el resultado monetario que se deriva al final de tal proceso: el valor del intercambio, valor extrínseco, cotización, o como se le conoce comúnmente, el precio. Existe, por supuesto, la posición intermedia: los que consideramos (y me incluyo expresamente en este grupo) que tanto el valor como el precio deben ser tenidos muy en cuenta a la hora de invertir. Si unos se hacen llamar "fundamentales", y otros "técnicos"... ¿qué somos el resto? ¿Fundamentalmente técnicos... o técnicamente fundamentales?

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